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Los integristas 'slámicos'

Una docena de poetas compitieron este sábado con sus versos en el CCCB

Salva Soler, poeta, músico y actor, campeón del Poetry Slam de esta temporada, recita un poema, el pasado sábado en el CCCB.

Salva Soler, poeta, músico y actor, campeón del Poetry Slam de esta temporada, recita un poema, el pasado sábado en el CCCB.

ELOY CARRASCO

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La poesía no es un género de masas, pero esto deberían darlo por la tele. Para ponernos en situación: un poemario que vende 2.000 ejemplares ya es la pera. Cualquiera gana más dinero que un poeta, es probable que hasta un pensionista griego, y será por eso que cuando alguien tiene un aspecto de horrible desazón se dice que su cara es un poema. La cuestión es que, inasequibles al desaliento y aparentemente ajenos a las miserias comerciales del gremio del verso, unos cuantos bardos locales protagonizan en esta ciudad un espectáculo vibrante, emotivo y que es digno de verse. Además, dentro de lo que cabe, y mintiendo mucho menos que la media mensual de ciertos funcionarios públicos de alto rango (escuchando a los magos de la métrica acaba uno absorbiendo algo de su rico léxico y dando con variados eufemismos para las palabras ministro o concejal), se puede decir que es masivo.

El otro sábado, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), unos centenares de personas fueron testigos de ese docto fulgor, tan desconocido para la mayoría. Era gratis y no se manejaban cifras de prime time, pero el aforo estaba, a ojo, al 150%: muchos se mantuvieron de pie o sentados en el suelo. Allí había jóvenes con las barbas a la moda, niños revoltosos que estuvieron atentos y señoras que seguramente ven La Riera cada día. Más marcianada era Empeños a lo bestia y tenía su legión de fans.

Deberían darlo por la tele, y en buen horario, porque Poetry Slam, que así se llama el show, debe de ser una de las pocas versiones de reality que todavía no se han explotado. Es un reality porque los poetas recitan sus propias composiciones, que son esencias de sus vidas verdaderas, su pensamiento más íntimo destilado a voz en cuello; personas con sensibilidad que esparcen sus entrañas en público (y aquí es donde las cadenas de televisión más abrasivas se retirarían de la puja por los derechos de emisión, decepcionadas: nadie muere en directo, lo de las entrañas es metafórico y, salvo algunas almas, tampoco hay desnudos).

Poetry Slam es un artefacto cultural con ritmo, sentimiento y gracia. De eso se encarga José Luis Cabezas, alias Payaso Manchego, el entertainer de Santa Coloma de Gramenet que lo conduce, y que también es un portento de las matemáticas al que da gusto ver sumando las votaciones (incluso con decimales) de la concurrencia, cinco asistentes elegidos al azar que muestran sus puntuaciones en una pizarra pequeña.

Porque el Portazo Poético tiene una liga con sus normas, que contienen el dramático extremo de la descalificación. El sábado, sin ir más lejos, el ya campeón del torneo por anticipado (Salva Soler, poeta, músico y actor de considerable recorrido) fue eliminado porque tropezó en su recitado, volvió a empezar y sus cinco minutos de tiempo final empleado excedieron en dos lo que el reglamento permite. Ese es uno de los secretos de que una declamación de poemas, concepto que en términos televisivos invitaría al zapeo instantáneo, sea lo contrario de un latazo: máximo, tres minutos. Hay un cronometrador oficial.

El Fisioterapoeta

Subió al estrado Esteve Bosch de Jaureguízar, al que todos conocen como el Fisioterapoeta (trabaja como fisioterapeuta en Bellvitge), y blandió su lirismo como un hacha contra todo eso que nos crispa, a menos que tengas dinero en Suiza, ningún familiar en el paro y el sentido de la solidaridad de un espermatozoide; se elevó sobre sus estrofas Yolanda Gutiérrez, una madre de tres hijos que escarba y encuentra ratos para promulgar su léxico elástico; conmovió Cysko Muñoz con una elegía a las manos de su padre muerto. Versos que a veces van rectos como flechas y a veces en meandros crípticos (ciertamente, algunos parecen un cuadro de Pollock). Y así, hasta una docena de poetas empedernidos, premiados con ovaciones propias del estribillo pop o del golazo por la escuadra.

Poetry Slam empezó hace cinco años en el bar Harlem, siguió en el Tinta Roja y ha crecido hasta conquistar el CCCB. El paso siguiente pide a gritos un plató, focos, patrocinadores y que corra la voz de que se puede pasar un buen rato y sentir algo con los integristas slámicos.