EL USO DE LA VÍA PÚBLICA
¿BCN, ciudad para niños?
Barcelona es una de las capitales más fotografiadas y estimadas por los turistas de todo el planeta. Sus habitantes coinciden en que es una ciudad ideal para vivir y trabajar. ¿Pero qué responderían los niños si tuvieran algo más de conocimiento y si pudieran comparar con otros lugares? ¿Es Barcelona una ciudad ideal para los más pequeños? Juegan en esa pregunta aspectos como el urbanismo, la movilidad, las costumbres, la educación, las nuevas tecnologías o los horarios laborales de los padres.
Los expertos no se acaban de poner de acuerdo. Lluís Rabell, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) habla de una "ciudad que se ha vuelto hostil para los más pequeños". Y se explica: "La señal de alarma saltó hace dos años con las multas a las familias por organizar fiestas infantiles en los parques". Se refiere a la normativa municipal según la cual hay que solicitar un permiso al ayuntamiento con tres semanas de antelación para celebrar un cumpleaños en un jardín público. La arquitecta y urbanista Maria Rubert de Ventós no es ni mucho menos tan dura. "Barcelona -señala- es una de las mejores ciudades del mundo, confortable, interesante y variada". Recuerda que la capital catalana no padece la «segregación de otras grandes urbes", en las que los campus universitarios están en un lugar, las residencias de ancianos en otro... "No es una ciudad dividida, y eso hace que la convivencia sea amable". Advierte, eso sí, del riesgo de que se haya superado «la capacidad de carga", es decir, que Barcelona muera de éxito con una llegada excesiva de turistas. Se acuerda de Collserola, de las playas, de Montjuïc. Por todo ello, cree que esta sí es una ciudad para niños. Pero eso sí: "No estoy de acuerdo con que se prohíba jugar a fútbol en la calle".
Pequeños encarcelados
Daniel Mòdol, arquitecto, urbanista y número tres de la lista de Jaume Collboni en las pasadas municipales, es de la opinión que la concepción del espacio de la ciudad ha cambiado. "Antes se pensaba para ser compartida, y ahora se reserva para actividades exclusivas". "Esta apuesta equivocada -prosigue-, ha derivado en algunos casos de privatización, y en otros, en la escenificación del encarcelamiento de los pequeños en espacios de nula interacción".
Mismo argumento usa Jordi Clausell, vocal de la FAVB, cuando tacha de "inaceptable" que los niños dispongan solo de "pequeños espacio restringidos en las zonas infantiles, como si fueran perros". Una obra reciente apuntala esta opinión. Los jardines del Doctor Roig i Raventós, justo debajo de la Bonanova, se reformaron hace escasos meses para construir un aparcamiento subterráneo. La zona infantil y el pipicán están una junto a la otra. Los niños tienen un mísero árbol que apenas ofrece sombra, y la fuente tienen que ir a buscarla a unos 70 metros. Las mascotas, en cambio, disponen de numerosos árboles para guarecerse del sol y tienen bebedero propio dentro del cercado, debidamente instalado a la altura de su hocico.
La ordenanza de civismo toca temas tan dispares como el alcohol en la calle, la prostitución o los grafiteros. También aparece "la práctica de juegos de pelota", en referencia a la prohibición de jugar a fútbol en la vía pública bajo la premisa de respetar a los demás, y en especial, "su seguridad y tranquilidad, así como el hecho de que no comporte un peligro para los bienes, servicios o instalaciones, tanto públicas como privadas". Es habitual en muchas plazas encontrar un cartel que veta el deporte rey. Curioso: todos los grandes futbolistas empezaron dando patadas a un balón debajo de casa.
Es evidente que un balonazo podría romper un cristal, abollar un automóvil o herir a una persona mayor, pero no es lo mismo un partido de chicos de 16 años con una pelota de cuero que tres niños que apenas miden un metro con un esférico de plástico. "Una ciudad sin niños jugando en la plaza no es una ciudad", apela Rubert de Ventós.
"Nosotros mismos hemos renunciado a la ciudad. Nuestro colegio está junto a la Ciutadella y antes se celebraban muchas fiestas de cumpleaños, pero desde que corrió que es ilegal si no se pide permiso, cada vez hay menos". Habla Patricia Martínez, ladre de la escuela Àngel Baixeras, del Gòtic. Ahí, en el Raval, cuenta, la ciudad se ha "deshumanizado". "Ya no podemos sentarnos a tomar algo en una terraza mientras el niño juega en la calle porque los bares reservan las mesas para los turistas, que harán el menú completo".
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