DOS HOSPITALIZADOS

Los El Ouabi, una familia musulmana de Cornellà golpeada por el atentado de la Rambla

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Cristina Savall / Barcelona

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Son dos familias de marroquís emparentadas porque los padres son primos hermanos. Los El Ouabi viven en Cornellà desde hace 10 años, y sus parientes, en Montpellier. La fatalidad quiso que el matrimonio francés llegara a Barcelona con sus tres hijos horas antes del atentado con la ilusión de conocer la Rambla. Rquia comentó que ella se adelantaba al piso de Cornellà para preparar la cena, pero su marido, Mohamed, la convenció para que les acompañara a pasear junto a su hija Fátima y sus parientes. Reían, estaban contentos, las niñas jugaban y ni se dieron cuenta de la llegada de una furgoneta a gran velocidad.

El Houssain El Ouabi es el segundo de los cinco hijos de Rquia, quien, ya fuera de peligro, permanece ingresada en el Hospital Clínic a causa de traumatismos en la cabeza provocados por el mostruo con ruedas que la arrastró unos 40 metros sobre el pavimento de la Rambla, durante el atentado del pasado 17 de agosto en Barcelona. Ella y Aboubakr, el hijo pequeño, de siete años, del primo de su marido, son dos víctimas musulmanas del ataque terrorista.

"Ella ahora no se encuentra entre las heridas graves, aunque está muy desorientada. Cada noche, cuando salgo de trabajar del taller mecánico, la voy a ver pero al día siguiente ya no se acuerda y pregunta a mi padre qué sabe de mí, que por qué no la visito. El niño de siete años está crítico. Tiene medio cuerpo destrozado. También fue arrastrado por el vehículo, que además lo chafó con sus ruedas. Los médicos lo mantienen sedado porque al tener tantos huesos rotos no se puede mover y el dolor es insoportable", describe Houssain, cuando a media tarde sale del taller mecánico en el que trabaja en Gavà.

Un único sueldo

Con su sueldo de 900 euros mensuales, a sus 24 años, mantiene a toda la familia. "Yo no fui esa tarde con ellos a la Rambla. Estaba en el taller. Mi padre me llamó a través del teléfono de Heather, una enfermera norteamericana que los atendió desde el primer momento, un ángel que sigue en contacto con nosotros ayudando en todo lo que puede. Mi padre estaba convencido de que mi madre había muerto. Con el caos la perdió de vista después de ver cómo era arrastrada, y el niño no paraba de sangrar. Un horror. Hasta la 1 de la madrugada no supimos que mi madre estaba en el Clínic. De Aboubakr tuvimos noticias desde el primer momento, porque su hermana de 17 años no se separó de él", relata. Era la primera vez que la familia de Francia venía a Barcelona.  

Fátima, la única hija de Rquia, estaba junto a su madre en el momento del trágico atropello, al igual que su prima lejana de la misma edad. Ambas tienen 10 años. "A la prima la han enviado a Francia, y mi hermana no se quiere separar de mi madre. El Ayuntamiento de Cornellà está cuidando de ella. Nos han ofrecido que Fátima vaya a un 'casal', porque lo mejor es que en estos momentos esté con otros niños. Este miércoles empieza", cuenta.

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El hijo de Rquia, de 40 años, y de Mohamed, de 49, señala que su familia es creyente, que buscan la paz, que comparten lo poco que tienen con personas aún más desfavorecidas y que asiduamente van a la mezquita de Cornellà. "Este atentado no tiene nada que ver con el islamismo. El Corán no defiende ninguna matanza. Y un imán que organiza un ataque así no es un imán, ya no lo era cuando traficaba con drogas. Nadie entiende lo que está pasando. Hay mucha maldad. Hay alguien monstruoso detrás de tanta barbarie", argumenta Houssain, que se considera un buen ejemplo para sus hermanos. "Soy responsable", asegura.

"Hay que seguir el camino de la bondad y de la generosidad. Y trabajar, trabajar y trabajar para tener una vida digna, que siempre será mejor aquí que en Marruecos, donde nací. Aquí me siento libre", apunta este mecánico, que llegó hace 10 años a Cornellà, donde le encanta jugar a fútbol. "Aquí siempre nos hemos sentido acogidos. No hemos tenido ningún problema. Hay buena convivencia entre personas de diferentes procedencias. Mis hermanos y yo pudimos ir al instituto y aprender el castellano y el catalán. Y después cursé FP para ser mecánico, lo mismo que ahora estudia mi hermano de 15 años, que como yo hacía antes, trabaja los fines de semana en mercadillos ayudando a montar y desmontar tenderetes de gitanos", relata.

En un piso ocupado

No son buenos tiempos para los suyos. La enfermedad del padre, un cáncer de pulmón, les ha llevado a vivir con poco dinero. "Estamos de ocupas en un piso con dos habitaciones de Sant Ildefons, que es propiedad de un banco. Eso sí, pagamos la luz y el agua. Es una situación difícil pero saldremos adelante. Ahora lo más importante es que mi madre y el pequeño se recuperen, que vuelvan a la vida, que mi padre se encuentre mejor y que mi hermana vuelva a transmitir su alegría", finaliza.