LA GESTIÓN DE LA CIUDAD

Los albergues abren otra brecha en la polémica de los pisos turísticos

Dos turistas, en el balcón del albergue que funciona en el número 64 de la Rambla de Catalunya, que ha puesto en pie de guerra a los vecinos.

Dos turistas, en el balcón del albergue que funciona en el número 64 de la Rambla de Catalunya, que ha puesto en pie de guerra a los vecinos.

CARLES COLS / BARCELONA

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Los albergues juveniles amenazan con abrir otra brecha, si no lo han hecho ya, en toda esa bronca ciudadana que enfrenta a defensores y detractores de los apartamentos turísticos (los primeros suelen ser los dueños, los segundos los vecinos de la finca). Los residentes del número 58 de la calle de Balmes están atemorizados ante la que creen que se les viene encima. En los bajos y en el primer piso de la finca se están llevando a cabo unas obras para abrir antes del próximo verano un albergue juvenil con 120 camas. «Si un piso turístico ya puede ser fuente de ruidos y molestas, imagine un albergue de 120 plazas con ofertas de siete euros por noche». Ginesa Pérez coordina la oposición al albergue en ese inmueble. A dos calles, en el número 64 de la Rambla de Catalunya, hay otro albergue. Art City, se llama. Los vecinos dicen que están hartos del ruido, los preservativos que aparecen en los lugares más insospechados, el olor a marihuana que sube por la galería, las bicis tiradas en mitad del vestíbulo, el borrachillo que se equivoca de piso e intenta abrir la puerta de un vecino de madrugada... En ese albergue hay solo 19 camas. Marta Rodríguez, vecina, no quiere ni imaginar que pasaría si fueran 120.

Barcelona impuso numerus clausus en el 2010 a los apartamentos turísticos en Ciutat Vella y en mayo del 2014 extendió la medida al resto de barrios en los que la proliferación de este tipo de negocio amenazaba con perturbar la convivencia. Fue una decisión del gobierno municipal. Pero pronto hubo quien descubrió la gran paradoja administrativa: la concesión de una licencia para abrir un albergue juvenil no es una competencia del Ayuntamiento de Barcelona, sino del Consell Comarcal del Barcelonès. Las cifras lo dicen todo. En agosto del 2013 (comenzaba entonces la fiebre de los albergues como alternativa a la inversión en pisos turísticos) había en Barcelona 64 residencias de estas características, que sumaban un total de 6.313 plazas. Dos años después son 101 (sin contar las que están en obras, como el de Balmes), y las camas, 8.418.

De albergues los hay que parecen hoteles, que ocupan fincas completas. Los hay también (y por ahí ha comenzado la polémica) que ocupan solo una parte de una finca. La comparten con los vecinos. ¿Cuántos hay de este perfil? La fuente para una información de este tipo es, claro, el propio Consell Comarcal del Barcelonès. En materia de celeridad recuerda mucho a la mascota de Mafalda, la tortuga Burocracia. La eclosión de los albergues como alternativa de inversión a los apartamentos turísticos parece que ha pillado a esa Administración sin apenas recursos humanos. Han sido más ágiles los empresarios del sector.

Un atajo insólito

Javier Velat, por ejemplo, es quien tiene en pie de guerra a los vecinos del número 58 de la calle de Balmes. Él asegura que el temor es injustificado. Este será el tercer albergue de estas características que abre en la ciudad. Los publicita como Hostel Box, y lo que ofrece a precios muy económicos son literas inspiradas en los conocidos hoteles cápsula de Japón. Reconoce que es una extraña anomalía que en Barcelona la concesión de la licencia de albergues no dependa del ayuntamiento. Admite que hace tres años vio en ello un atajo que, aunque insólito, es legal. La perspectiva de los vecinos de la finca es otra. Dan por hecho que la oferta de 120 camas a precios muy económicos traerá problemas de convivencia en la finca y, en paralelo, agravará el deterioro del barrio. «Aquí no hay ni bibliotecas ni gimnasios públicos. El tejido comercial de barrio se ha deteriorado. Tenemos cincos supermercados abiertos las 24 horas del día en un radio de 150 metros que hacen el agosto con la venta de bebidas alcohólicas», explica Pérez en nombre de sus vecinos.

La convivencia, en resumen, peligra no solo por los apartamentos turísticos. En la finca del 64 de Rambla Catalunya, entre el dueño del albergue y los vecinos la relación ya ha alcanzado la cota de las denuncias mutuas. La tortuga de Mafalda calla.