EL REVIVAL DE UNA DANZA

Locos por el swing

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ISIDRE ESTÉVEZ / BARCELONA

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En los EEUU de la gran depresión, cuando la ley seca estaba vigente y la gente no tenía un céntimo para divertirse, proliferaron maratones en los que las parejas bailaban durante horas, días o hasta que caían rendidas por la extenuación. Tenían éxito porque proporcionaban a los participantes comida, alojamiento y la posibilidad de ganar premios en metálico. Un mundo crudamente retratado por Horace McCoy en la novela '¿Acaso no matan a los caballos?', adaptada al cine por Sidney Pollack como 'Danzad, danzad, malditos'.

Pero ¿qué bailaban aquellas gentes? Diversos estilos que nacieron al calor del swing jazz, con nombres como lindy hop, balboa, collegiate shag, boogie woogie o lindy charleston. Aunque en sus orígenes el conjunto de estos estilos de baile se conocía como jitterbug, el término ha caído en desuso y hoy se habla de swing dance como etiqueta genérica que engloba los estilos que se bailan al son de música swing. 

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Tras caer en el olvido, a principios de los 80 se empezó a recuperar la afición por este estilo de baile en EEUU. Frankie Manning, un bailarín pionero que tras 30 años trabajando en una oficina de correos recuperó la gloria en su senectud, ayudó a difundir una tradición casi perdida hasta su fallecimiento en 2009. De Manning se dice que fue el inventor del lindy hop en el Savoy Ballroom de Harlem, en Nueva York (sala pionera en desafiar la segregación racial al permitir a blancos y negros bailar en el mismo espacio).

VIRUS EN EXPANSIÓN

De EEUU el revival del swing saltó a Europa y con el cambio de siglo el virus alcanzó a Barcelona, que en poco más de una década se ha convertido en una meca para los aficionados. Un virus que se ha irradiado a toda Catalunya (Sabadell, Terrassa, La Garriga o La Seu d’Urgell cuenta con comunidades florecientes de bailarines de swing dancers), a autonomías vecinas como la valenciana y que incluso amenaza con colonizar la capital del reino, con síntomas como la reciente apertura en Madrid de una sucursal de la escuela barcelonesa Swing Maniacs

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David de la Fuente, informático de 43 años, es presidente de la Asociación BCNSwing, activa desde 1999. Ve un paralelismo entre la precaria situación económica de los EEUU de la gran depresión y el boom de esta escena en Barcelona, que coincidió con el inicio de esta crisis sin fin. “La música es alegre, la actividad es barata y nada excluyente, así que tal vez no es casualidad que la expansión de la afición por estos bailes haya coincidido con un momento de crisis”. Según sus datos, en Barcelona hay actividades de swing 359 días al año, con una media de 3,5 eventos al día. El que no baila es porque no quiere, vaya. Y calculan que la hermandad del swing barcelonesa aglutina a más de 5.000 bailarines habituales, que asisten a escuelas y a la abultada agenda de actividades de baile que se organizan a diario en la ciudad.

NO A LA ROPA RETRO

En pocos años se han abierto más de media docena de escuelas especializadas en los distintos estilos de swing. Hay clases incluso para niños a partir de dos años de edad. Aunque existe una estética vintage más o menos normativizada asociada a este baile, en general se reserva para ocasiones especiales. Joan, mediada la cuarentena, es un entusiasta bailarín de lindy hop, y descarta maquearse para bailar por razones prácticas: “Cuando voy a bailar tengo que llevar cinco camisetas porque las dejo todas sudadas al poco rato, y hay que tener respeto por tus compañeras de baile. Imagínate si tuviera que llevar cinco mudas de ropa vintage. Como mucho me pongo una gorra y unos tirantes”, detalla con aplastante sentido común. 

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Lo que no es óbice para que hayan surgido comercios especializados en esta estética, como The Suspenders, una tienda itinerante de ropa y complementos para hoppers (que así se llaman los amantes del lindy hop). Suelen estar presentes en muchos de los mercadillos hípster que proliferan en Barcelona. Incluso hay un programa de radio, 'Va de swing', que cubre la floreciente escena y que se puede escuchar en varias emisoras locales o a través de su podcast online. Incluso acaba de salir al mercado una cerveza artesana hecha en Barcelona, la Piris Lindy Hop, que rinde homenaje a este baile.

PARA TODAS LAS EDADES

Aunque la mezcla de música y pasos de baile es una fórmula tradicionalmente asociada a culturas juveniles más o menos transgresoras, el swing es una afición transversal, para todas las edades y muy cívica. Tampoco está conectada con una escena nocturna especialmente vivaz. Es un baile para toda la familia, las actividades se organizan a horas compatibles con una vida estructurada, es un buen ejercicio físico y se conoce a gente. Un baile de pareja en el que a menudo se da la circunstancia de que hay más practicantes femeninas que masculinas, lo que se resuelve con naturalidad formando parejas del mismo sexo o dando trabajo extra a los bailarines masculinos. 

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Al ritmo de hits como 'It don’t mean a thing', 'Sing sing sing' o 'Shiny Stockings', la legión de aficionados al swing se han convertido desde hace años en habituales del paisaje urbano barcelonés, debido a su afición a reunirse regularmente en espacios públicos para practicar sus pasos a plena luz del día. El consenso es que Barcelona se ha convertido en la ciudad europea con mayor afición a este estilo de baile, aunque la concentración europea con más solera sigue siendo el Herrang Dance Camp, que se celebra cada verano en Suecia durante cinco semanas.

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