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La contabilidad de la Casita Blanca, la infidelidad en Barcelona en cifras

El MUHBA atesora un tomo contable que revela el tránsito de amantes de enero a noviembre del año 2000 por el 'meublé' más célebre de la ciudad

Carles Cols

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El 14 de febrero del 2000, Día de los Enamorados, la Casita Blanca facturó 485.400 pesetas. De las 58 parejas que aquel día yacieron en el ‘meublé’ más famoso de la ciudad, 48 llegaron en coche, ocho en taxi y dos a pie, que entraron por la puerta posterior, la de la calle de Bolívar. El 21 de octubre, el día en que Luis Figo regresó al Camp Nou vestido de blanco, la recaudación fue superior, 721.550 pesetas, cifra que incluye las consumiciones (78.750 pesetas) y las propinas (6.900 pesetas). Se suponía que aquel día toda la pasión ciudadana era futbolística, que no había tiempo para la coyunda, pero pasaron por caja y por cama, en este orden, 174 tórtolos. No todos los días se tiene la oportunidad de hojear un libro de contabilidad de la Casita Blanca. El Museu d’Història de Barcelona (Muhba) tiene uno. Es una rareza. Una lectura entretenida de lo que son solo fríos números ofrece una interesante gráfica de los patrones de comportamiento de la infidelidad en Barcelona.

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A la Casita Blanca, obviamente, también iban parejas estables, por la fama del establecimiento o por romper la rutina, pero lo común es que allí se dieran cita los C. R. MacNamara y las fraulein Ingeborg de Barcelona (siempre es bueno revisitar ‘Uno, dos, tres', de Billy Wilder). Ese es el valor estadístico de este libro de contabilidad, cuyo hallazgo merece primero una breve explicación.

LAS CONTRAVENTANAS ICÓNICAS

En abril del 2011, dos empleados del Muhba entraron con linternas en el edificio. Hacía un mes escaso que el inmueble era de propiedad municipal. Fue expropiado para un reforma urbanística de la avenida de Vallcarca que, por cierto, sigue estancada. Los antiguos dueños se habían llevado ya prácticamente todo cuanto de valor allí había, económico o sentimental. Dirigía la expedición Josep Bracons. Le había echado un ojo a las contraventanas, siempre cerradas, imagen icónica de la Casita Blanca, una pieza interesante para el museo, porque nunca se sabe qué exposición se organizará en el futuro. Las prisas de Urbanismo por comenzar la demolición no le permitieron ni siquiera eso. Empaquetó unos cristales glaseados con grabados imposibles de fechar, nada que ver, desde luego, con las hermosas vidrieras de Madame Petit halladas en similares circunstancias. Lo mejor de la Casita Blanca se lo habían llevado los antiguos dueños y los trabajadores. Algunas piezas comenzaban a aparecer en los Encants.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La coyunda extramarital","text":"\u00a0tiene poco de 'blitzkrieg' sexual. Es m\u00e1s un Sun Tzu, planificaci\u00f3n. Eso sugiere el libro de contabilidad"}}

Entonces, cuando parecía que aquella expedición iba a terminar en un decepcionante gatillazo, sucedió lo inesperado. Entraron en la zona de oficinas. Había kilos de papel fileteado, documentos pasados por la trituradora, seguro que ningún gran secreto, pero material, a fin de cuentas, que desde el punto de vista de los gestores del ‘meublé’ era mejor destruir. Alguien se olvidó en un rincón, en un feliz descuido, una carpeta Centauro con anillas. Dentro estaba la contabilidad del año 2000, de enero a noviembre. Faltaba diciembre, una lástima ahora, porque sería posible comprobar si la tradición catalana de no celebrar la Nochebuena se compensaba con algún tipo de pequeña gabela.

De un primer examen de ese libro de contabilidad se puede sacar una primera gran conclusión: el sexo extramatrimonial no es un ‘blitzkrieg’ pasional, un ataque relámpago a la alcoba, es más bien una operación planificada, un Sun Tzu de la cópula.

PROPINAS PARA LOS TAXISTAS

Las hojas contables dividen el día en turnos de trabajo. Cada uno de ellos lleva anotada detalladamente la entrada de clientes en las casillas “taxis, Bolívar, motos, coches”, las categorías de las habitaciones alquiladas, las consumiciones del servicio de bar y, en la columna final, la recaudación. De lunes a jueves, las horas más alegres se deduce que eran los mediodías y las tardes. Los viernes y los sábados, esa coreografía de cortinas y puertas que impedían que dos parejas distintas coincidieran en los pasillos o en el aparcamiento se trasladaba a las noches. Los domingos la recaudación bajaba sensiblemente. Vida ejemplar en familia, tal vez.

De los 335 días de la serie (es decir, todos menos diciembre en un año bisiesto como aquel 2000) el día de mayor facturación fue el 1 de enero, con 1.061.100 pesetas, una cifra en la que ya se descuentan las 1.000 pesetas que se abonaron a los taxistas en concepto de propinas por llevar a los clientes al ‘meublé’. Aquella página, no obstante, es poco representativa, pues incluye parte de las ganancias del cuarto turno del día anterior,  Nochevieja. Vamos, que hubo quien quiso despedir 1999 sin uvas, pero no sin alcohol. 97.700 pesetas se facturaron en bebidas aquella jornada. 120 parejas celebraron el cambio de año en la Casita Blanca, entre quienes se ayuntaron al anochecer y quienes se esperaron a saludar el 2000 entre sábanas.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El 15 de agosto, Barcelona","text":"\u00a0era m\u00e1s t\u00f3rrida que el Pinehaven de 'Fuego en el cuerpo', pero sin apenas\u00a0Turners y Hurts entregados a la concupiscencia"}}

'OPERACIÓN RETORNO'

Por meses, agosto fue flojo. Probablemente siempre lo es para un ‘meublé’. El día 15, por ejemplo, un martes caluroso, de aquellos en los que Barcelona tiene esa insoportable humedad que recuerda a la ficticia Pinehaven de ‘Fuego en el cuerpo’, pasaron por la Casita Blanca solo 38 émulos de Kathleen Turner y William Hurt. La cifra da penita, como un hogar de fuego en el que solo se ven cenizas, pero bajo la primera capa suele quedar brasa. El 1 de septiembre los amantes celebraron con ganas la verdadera ‘operación retorno’, 635.000 pesetas de caja, a dividir entre 72 parejas.

Aquel libro de contabilidad que el Muhba conserva tal cual lo encontró es, en resumen, una mirada indiscreta a la sociedad barcelonesa a través de la cerradura y, también, un reencuentro palpable con un establecimiento inolvidable. Dicho sea de paso, el mural y el parque que hoy ocupan el solar de aquella finca no le hacen justicia.