BARCELONEANDO

Dos 'cervantes' y un 'nobel' en el caballete

Leticia Feduchi pinta el retrato de Eduardo Mendoza para la galería de los galardonados con el máximo premio de las letras españolas de la Biblioteca Nacional

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Natàlia Farré

Natàlia Farré

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En el barrio de Gràcia. Una tarde más que soleada del mes de mayo. Calor de verano y hora de la siesta. No se oye nada. O sí. Niños jugar, y algún que otro ladrido o trino a lo lejos. No hay nadie en la calle. Peatonal. Pero no hace mucho por ahí andaba Eduardo Mendoza. Durante dos semanas cada día con puntualidad británica, el último premio Cervantes llamaba a una de las casas, todas bajas, de dicha calle. El galardón es la razón. Todos los laureados con el máximo reconocimiento de las letras españolas deben cumplir con dos rituales como poco. Hacerse un chaqué para la ceremonia de entrega del premio es uno; el otro, posar para un retrato que acabará en la Biblioteca Nacional, en la galería reservada a los tan altamente distinguidos. 

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Al padre de Onofre Bouvila, ya saben, el protagonista de 'La ciudad de los prodigios', ambas cosas le pillaron por sorpresa. La primera la solucionó acudiendo al sastre y bromeando sobre ello, afirma que son muchos los que se visten así para ir de boda; la segunda, llamando a su amiga la pintora Leticia Feduchi. Feduchi tiene el estudio en Gràcia desde hace 15 años. Luz natural y del norte, la buena, la que no cambia a lo largo del día. Y espacio. Mucho. Así que Mendoza, camisa blanca, pantalón claro y americana azul marino, ha cumplido religiosamente con la liturgia del posado. De llamar al timbre. Y saludar a Vic, el perro de la artista, grande pero poco fiero. Nueve sesiones de una hora y media. Durante dos semanas. Porque Feduchi pinta al natural y al óleo. Presencia y tiempo limitado. 

Así lo hizo con Gabriel García Márquez y con Nélida Piñon. Otros dos grandes literatos plasmados con su pincel. A Álvaro Mutis, que también lo inmortalizó tras ganar el Cervantes, tuvo que pintarlo a partir de una fotografía. El colombiano estaba en México, pero los lazos que le unían a Barcelona y a la familia Feduchi eran demasiado fuertes para dejarse retratar por otro. Así que con dos 'cervantes' en la galería de honor de la Biblioteca Nacional, la pintora catalana se convierte en la que más retratos ha colgado en tan ilustre espacio. Empata con otro catalán Gonzalo Goytisolo, que en su haber suma el posado de Juan Marsé y de su tío Juan Goytisolo. Que dos catalanes lideren el ranking es, como mínimo, curioso, dado que a la sociedad barcelonesa lo del retrato no le va.

CLASES CON ANTONIO LÓPEZ

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"En Madrid sí hay tradición, pero, claro, allí tienen El Prado; en Barcelona se ve como una cosa anacrónica. La gente no se ha dado cuenta de que existe un retrato contemporáneo. La prueba son Lucian Freud y David Hockney", se exclama la pintora. Y si no, vean. El autor de 'Splah', la más icónica de las telas sobre piscinas que se hayan ejecutado, el año pasado expuso 82 retratos de amigos y conocidos en la Royal Academy de Londres. Ahí es nada. 

Feduchi le gusta el retrato, y la figuración, y a ello se ha dedicado toda su carrera, tanto que hasta estudió con Antonio López. Pintura, sí. Pero también literatura. Las letras para Feduchi son tan importantes como los pinceles. No en vano su familia ha estado estrechamente ligada al mundo de la escritura. Sus padres fueron los grandes amigos barceloneses de García Márquez y con los hijos del colombiano crecieron ella y sus hermanas. Así que el retrato que le hizo al nobel es muy diferente al resto.

OPORTUNIDAD PERDIDA

"Lo pinté con veintipocos, hace mil años, y me gusta porque lo hice con gran cariño, aunque es un retrato de principiante. Hace un montón que no lo veo, pero Gonzalo, su hijo, me ha dicho que si queremos verlo, que se lo digamos". ¡¿Entrar en la que fue última casa de García Márquez en Barcelona?! Difícil decir que no para alguien que se sabe de memoria, como muchos, el mítico inicio de 'Cien años de soledad'. Pero no hay tiempo. Maldito reloj. Condenadas prisas.

Así que se impone volver a Mendoza. "En el retrato busco la presencia de la persona, más que su personalidad y psicología. Él es un personaje muy contemporáneo, así que lo puse en un entorno contemporáneo, sin querer buscar simbologías ni alegorías sino mostrarlo como es: directo y natural, además de agradable, simpático, amable, elegante y con sentido del humor". El 'cervantes' mira desde el caballete. Es él, no hay duda. Y en julio partirá hacia Madrid.