BARCELONEANDO
Aprenda chino con el bar Lorena
Xiao, propietaria de una granja en el Camp de l'Arpa, tanto te apuesta en la porra del Barça-Espanyol como te enseña su idioma en una pizarra
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel / Barcelona
En el Camp de l'Arpa, en la calle de la Muntanya, hay una granja bar regentada por un matrimonio chino. Recibe Xiao, de 31 años, con un castellano muy digno. Fong es su marido, y tienen tres hijos de entre uno y siete años. Lo noticioso, porque no es nada nuevo que ciudadanos asiáticos estén al frente de un local de restauración en Barcelona, es su manifiesta voluntad de integrarse y de formar parte de la vida del barrio. Una labor que han querido que sea de doble dirección.
No sucede cada día y ahora llevaba algún tiempo sin colgarlo, pero desde octubre del año pasado, esta mujer coloca en la entrada un cartel con una palabra en castellano que traduce al chino. Lo tenía un poco abandonado, pero ahora, cuando los niños vuelvan al cole, dice que retomará las 'clases'.
La palabra de este jueves es 'hola', pero antes fueron 'primavera', 'lunes', 'mano', 'oreja', 'aeropuerto', 'familia', 'refresco', 'cerveza' o 'bonita'. También los números y los días de la semana. "Vi en la tele que lo hacía un bazar de Madrid. Me gustó la idea porque es una manera de compartir nuestra cultura; y me pareció divertido". Los clientes entran y le cantan el concepto. Ella corrige con paciencia, porque la entonación no es nada fácil.
Así está bien
En Barcelona están censados, según cifras municipales, 17.500 chinos. Solo el 14% han nacido aquí, lo que demuestra dos cosas: que es una inmigración relativamente reciente y que, como sucede con los paquistanís, es el hombre el que viene a España para más tarde, si las cosas van bien, traer al resto de la familia. Un cuñado de Xiao les traspasó el Bar Lorena hace unos cinco años. El local está igual que en los tiempos en los que la propietaria era la señora que daba nombre a la granja. De aquello hace más de una década. Se impone preguntarle a Xiao por qué los chinos, cuando se quedan un negocio, no cambian nada. El bodegón, el loro de cartón, el cartel de los bocatas, el de los helados, la camiseta de fútbol. Nada. "No lo había pensado... Ya estaba bien así".
En una pared tienen colgada la porra. La hacen desde el primer día y esta semana hay que mojarse con el Barça-Espanyol. Seis apuestas. Ni una favorable a los pericos. Son dos euros por puja. Xiao ha puesto un 3-0. Abren a las 7.30 horas y cierran a las diez y media de la noche. De lunes a sábado y también las tardes de domingo si juega el Barça. Llevan el negocio ella y su marido y no han hecho vacaciones en un lustro. Solo un par de semanas para ir a ver a sus padres a la región de Zhejiang, encima de Taiwán, al este de China.
Como en casa
"¿Qué joven de Barcelona estaría dispuesto a trabajar tanto como ellos? Ya te lo digo yo: ninguno". Habla Susana Iglesias, de 70 años, clienta diaria que antes vivía más hacia el centro hasta que el propietario le subió el alquiler de 600 a 1.000 euros. Esta mujer trabajó en Norma Editoral durante 35 años. "Al principio éramos tres. El matrimonio fundador y yo". Era la jefa de representantes de autores. Una Carmen Balcells de la ilustración. Otro día hablaremos con ella sobre cómo ha evolucionado el cómic en la ciudad. Sobre el bar dice sentirse "muy cómoda, como en casa". "Nunca han sido distantes y los niños son un encanto". Los llama por su nombre, aunque su entonación, si se compara con la de Xiao, quizás sea como llamarle Antonio a un Gonzalo.
Xiao no se queja del horario. No se queja de nada. Y la verdad es que no hace más que sonreír. Dice que trabaja por sus hijos. También pos sus padres y sus suegros, que se dedican al campo en China, adonde espera regresar cuando se jubile. "Normal -apunta Susana-. Igual que los que vienen de fuera de Barcelona se marchan al pueblo cuando se retiran. Yo haría lo mismo, ¡pero soy de aquí!".
Xiao y Pong viven muy cerca del bar. Es otro tic clásico de los chinos de Barcelona. "Nos instalamos al lado porque es más cómodo. Por si queremos descansar". Sus tres hijos comen y cenan en el bar. Se mueven por aquí como si fuera el salón de casa. La madre coge sus libros del cole para leer y mejorar su castellano. "Está bien que conozca vuestra lengua y vuestra cultura. Como también está bien que vosotros conozcáis la mía". Así sea. 'Zài jiàn', Lorena. Adiós.
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