Las tripas del barraquismo

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Barcelona tuvo el macabro honor de experimentar por primera vez en la historia los horrores de la guerra moderna en su piel. Entiéndase por piel las calles, las casas, las plazas, los colegios y los mercados, y sobre todo las personas que los habitan. Los bombardeos masivos sobre la población pusieron sobre la mesa una mortal realidad de la que la ciudad tuvo que defenderse, tanto de forma activa como pasiva. Sobre la defensa pasiva, formada principalmente por refugios, se ha investigado y escrito, y estos tienen ya su museo específico en la ciudad: el refugio 307 del Poble Sec. Sobre la defensa activa, los cañones antiaéreos emplazados para disuadir a los bombarderos que llegaban desde Mallorca para soltar su carga mortal sobre la ciudad, se ha escrito menos, y aún no está explicada con detalle en ningún espacio. Aún.

En pocos meses, la recuperación de las baterías del Turó de la Rovira, más conocidas como las baterías del Carmel, convertirá el espacio en una nueva sede del Museu d'Història de Barcelona (MUHBA) con ese objetivo. Ese y otro, que es el que nos ocupa: explicará por primera vez de forma permanente en la ciudad la historia del barraquismo. No en vano, una vez acabada la guerra, las baterías sirvieron de base para acoger el barrio de Los Cañones, uno de los más combativos núcleos de chabolas de la ciudad, germen del movimiento vecinal barcelonés. «Será un reconocimiento a las miles de personas que vivieron en la ciudad informal y que, con su trabajo, ayudaron a construir la ciudad actual», explica Joan Roca i Albert, director del MUHBA.

TESTIMONIOS / El primer edificio recuperado es el pabellón de oficiales, convertido a partir de 1983 en la escuela de adultos del barrio de Los Cañones, símbolo de la lucha por la dignidad de los barraquistas. El espacio patrimonial se dividirá en dos partes: en una se ha recuperado el espacio como era en la época de la batería republicana, y, cruzando una puerta, en la otra sala el visitante viaja en el tiempo a una aula de la escuela de adultos. En cada una de las salas un audiovisual. En la primera, el último soldado republicano que vivió en el lugar explica en primera persona las difíciles condiciones de vida en la batería. En la segunda, vecinos de las barracas del Carmel explican su lucha para conseguir la escuela.

Custodia Moreno es memoria viva de la lucha de los barraquistas del Carmel. «Recuerdo las reuniones con la Administración franquista. Nos disfrazamos para parecer gente de orden. Yo me vestía de enfermera», explica la mujer, que estudiaba por las noches en la barraca, con una vela. «Las primeras barracas que desaparecieron fueron las más céntricas. Las que más se veían. Por eso, las del Carmel fueron las últimas en erradicarse», explica Moreno, quien más tarde se convirtió en presidenta de la asociación de vecinos del Carmel. «Aquí se luchó todo. No solo los pisos. La educación, la sanidad, el alumbrado, el asfaltado de las calles... todo», relata.

Roca i Albert coincide con el relato de Moreno, recogido en el libro La Barcelona informal del siglo XX, editado por el MUHBA y una de las semillas del actual proyecto, que sirvió para iniciar la recopilación de la memoria oral. «La historia de la batería y la del barraquismo es la misma historia. El barraquismo no hubiera surgido si no se hubiera perdido la guerra», puntualiza Roca i Albert. El espacio explica, pues, un doble combate, el combate por la democracia -para ganar la guerra, perdido- y el combate por la educación, ganado.

SALA DE SOLDADOS / El segundo espacio patrimonial que se abrirá al público tras la actual intervención, que finalizará antes de las elecciones, es la sala de soldados, espacio que explicará también las dos historias del edificio en la exposición permanente Barcelona al límite, la defensa antiaérea y el barraquismo. En el espacio habrá también dos audiovisuales, uno sobre la ciudad bombardeada y un segundo con el testimonio de una mujer que vivió exactamente en ese espacio en el que explica la dureza de vivir en una barraca. «Se ha hecho un gran trabajo con los vecinos. Era muy importante para el museo que los barraquistas se reconocieran en el espacio. Que lo reconocieran, se lo hicieran suyo», insiste el director.

PARA EL PÚBLICO LOCAL / La importancia de ese reconocimiento de los barraquistas -llegaron a ser 100.000 personas, el 7% de la población de la ciudad- y de los barceloneses en general no es baladí. El inicio de la recuperación de las baterías, que empezó en el 2010, levantó no pocas ni poco fundadas suspicacias. Tras la imposición del pago de una entrada para acceder a la zona monumental del parque Güell, el número de turistas que se decantaban por las vistas de la ciudad desde el Turó de la Rovira -el único lugar que ofrece una panorámica completa de la ciudad- no dejó de crecer. Roca i Albert insiste en subrayar que la museización del espacio no tienen ningún objetivo turístico. «El objetivo es explicar esta parte de la historia de la ciudad a la ciudad. Era una asignatura pendiente», prosigue el director, quien subraya que el parque seguirá abierto, y que las zonas cerradas -los interiores- tendrán un horario, pero también serán de libre acceso.