LA FIESTA MAYOR DE BARCELONA

Mercè marca registrada

El 'correfoc' mantiene intacta su fuerza magnética y despunta como icono de la fiesta mayor de la ciudad

Integrantes del 'correfoc' durante su desfile por la Via Laietana, anoche.

Integrantes del 'correfoc' durante su desfile por la Via Laietana, anoche.

CARLES COLS / BARCELONA

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La Mercè 2014 cruzó ayer el ecuador de su programación con (cuidado, que esto de las opiniones es como los culos, todo el mundo tiene el suyo) el más icónico de todos sus espectáculos, el 'correfoc', una celebración que aunque tiene apenas 35 años de historia ha logrado el perfecto engaño que se le demanda siempre a todo lo teatral y, así, hasta hay quien cree que es primitivo. Más de 100.000 personas, en su mayoría jóvenes, pues el 'correfoc' tiene algo de ritual tribal urbano, en el que la percusión y la pólvora sustituyen a la ayahuasca y al peyote, participaron en la rúa de los 'diables' y su granja de bestias imposibles. En capacidad de convocatoria, el 'correfoc' anda a la par que el piromusical que suele cerrar la fiesta mayor de la ciudad. Pero fuegos artificiales los tienen otras ciudades. 'Correfoc', como el de Barcelona, nadie más.

En 1979, cuando el Ayuntamiento de Barcelona había decidido ya reinventar su fiesta mayor, Agnès Trias y Xavier Jansana, que participaban en esa tormenta de ideas, presentaron una propuesta inesperada. Su plan era ir en busca de las pocas bestias fantásticas de cartón piedra que quedaban dispersas por Catalunya y organizar un desfile junto con las escasas 'colles de diables' que habían sobrevivido a las sucesivas prohibiciones de este tipo de celebración pagana. La idea original de Trias y Jansana iba más allá. Pretendían que los barceloneses acudieran disfrazados de animales. Es una lástima que esa segunda parte de su propuesta no fuera tenida en cuenta, más que nada por saber en qué se habría transformado, a la vista de que el primer 'correfoc' ya no salió como estaba previsto, pues el público lo reinventó sobre la marcha, lo modelo a su gusto, y así se celebra desde entonces.

«No pasarán»

¿Qué pasó aquel 23 de septiembre de 1979? Pues lo previsto era una simple rúa, que es lo que solían hacer los 'diables' en los pueblos. Pero en Barcelona un grupo de jóvenes se sentó en el suelo al grito de «no pasarán». Lo hicieron en la Rambla. Aquel era un año en que correr delante de los grises era muy habitual. Ahora lo normal es hacerse 'selfies' a la que se acercan las bengalas. La esencia es más o menos siempre la misma, hormonas, adrenalina, exhibicionismo ante el sexo contrario, el magnetismo del miedo...

Muy pronto el Ayuntamiento de Barcelona comprendió que había descubierto una tierra hasta entonces desconocida. Le puso un nombre a su hallazgo, inspirado, como es obvio, en el 'correbou', y plantó una bandera, que para el caso podría ser el cartel oficial que Joan Brossa hizo para la edición de 1981. Al 'correfoc' le sentó además estupendamente que en aquellos primeros años grupos teatrales como Comediants y la Fura dels Baus fueran una más entre las 'colles' de participantes. Su presencia fue inspiradora. Ayer, en el 'correfoc' había 60 'colles', la inmensa mayoría de Barcelona. Ya no hace falta ir en busca de grupos más allá de los límites del término municipal.

Ayer, pues, la Via Laietana, la más fea de las calles del centro de la ciudad, lució infernal otra vez. Aquel es un espectáculo que hace latir fuerte y deprisa el corazón. Lo interesante, con más calma, es comprender realmente lo que significa el 'correfoc'Es el símbolo nada menos de que Barcelona encontró hace años su fórmula de la Coca-Cola para el conjunto de las fiestas de la Mercè, que esta es una celebración a la que el Institut de Cultura de Barcelona le tiene tomada la medida como aquella cocinera que ya no necesita pesar los ingredientes de la su receta, que le sale bien porque la domina. No hay patente de la Mercè, pero merecería ser una marca registrada.

Evolución tras la revolución

Es cierto que la fiesta mayor de la ciudad ha evolucionado. No es un calco de las ediciones de principios del los 80. Ha funcionado a menudo el juego de la prueba y el error. Se han probado escenarios alternativos. Algunos se han descartado. Se han pulido los espectáculos. Al principio, por ejemplo, los fuegos artificiales no iban acompañados de música. La primera vez que se ensayó ese cóctel, muchos arrugaron la nariz. Ahora parece algo natural. Tal vez, no obstante, la mayor revolución dentro de esta larga serie ya de 35 años de fiesta mayor reinventada tuvo lugar tras los Juegos Olímpicos. Se decidió entonces abrir de par en par las ventanas de la música, con un propósito especial, que pasaran por ellas los grupos alternativos. El BAM (Barcelona Acció Musical) es el resultado de aquel empeño, y eso que las tres primeras (si las hemerotecas no mienten) estuvieron pasadas por agua. La persistencia y la corrección de errores hacen que hoy sea inconcebible una Mercè sin el cartel musical actual. Lo fácil hubiera sido contratar a pocos y seguros artistas consagrados, tirar la casa por la ventana y agradar sin riesgo. El BAM no es eso, es mejor.

En ese camino de pulir la marca de la Mercè, sin duda tocará en la edición del 2015 una reflexión sobre lo que le ha sucedido a la Ciutadella estos tres primeros días de fiesta. La mejora de la oferta lúdica, realmente muy recomendable, ha desatado más entusiasmo del tal vez previsto, De día se daba por seguro que triunfaría como espacio familiar. Lo inesperado ha sido que de noche ha cuajado como lugar de encuentro. Seguro que han ayudado en ese éxito de asistencia las 'food trucks', las camionetas de restauración, una iniciativa que el Ayuntamiento de Barcelona encajó de entrada con timidez y que han tenido una aceptación descomunal. Su encaje en la ciudad merece ya un debate.