ACTIVIDAD ECONÇOMICA EN TRANSFORMACIÓN

Las cuentas pendientes

Las entidades vecinales piden mejoras en limpieza, seguridad y control del ocio

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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La hemeroteca evidencia dos cosas: que los vecinos de Poble Sec no bajan la guardia año tras año para hacer del suyo un barrio mejor, y que la zona ha dado un giro rotundo en los últimos 15 años. El cambio de milenio coincidió con un vuelco demográfico en el histórico territorio que respira de Montjuïc. El auge de la inmigración comportó algunos problemas de convivencia al irrumpir en sus calles decenas de camas calientes, donde los recién llegados se turnaban para dormir, como en el Raval.

También se sucedieron oleadas de quejas o reivindicaciones ante la inseguridad y robos en la zona, por la precariedad de quienes llegaban a pernoctar en coches en la ladera de la montaña, por la integración de autóctonos y foráneos...  En el 2015, muchas cosas han mejorado para llegar a germinar como uno de los barrios de moda. Pero todavía queda mucho trabajo por delante y las asociaciones de la zona piden al nuevo equipo de gobierno que se ponga las pilas lo antes posible en la zona, resume Elvira Vázquez, de FEM.

Responsable durante años de los temas de seguridad, Miquel Carrillo es contundente al concluir que desde el relevo en el ayuntamiento la presencia policial en la zona ha caído. Se quejan de que «una patrulla ha cubierto el distrito este verano», de modo que pasaban horas sin apreciar la presencia disuasoria de la Guardia Urbana. Y sin duda el territorio es más seguro que hace 20 o 10 años, pero todavía hay hurtos de móviles al despiste en el metro de Paral·lel y sensación de falta de control de lo relacionado con el ocio. No por la oferta de locales en sí, sino con el público que antes o después de terracear o ir a bailar se queda en la calle.

Barrio que enamora

En las Tres Xemenies, miradores de Montjuïc, el parque de la Primavera o la plaza de las Navas el botellón vuelve a hacerse visible. Las asociaciones se quejan también de que algún turista sea víctima de robos. Su huella, en forma de maletas vacías o bolsos, se puede apreciar en Montjuïc. Una situación que no afecta al tirón que vive la zona. «La mayoría de la gente no tiene una mala experiencia y se enamora del barrio», opina Manel Tort, de la asociación  de comerciantes.

Otra queja, que no saben si atribuir a ajustes en el motor de los servicios municipales, es un teórico descenso de la limpieza. «Es un hecho que el barrio está más sucio, sobre todo en los tramos que más se acercan a la montaña», aprecia Josep Guzmán, presidente de la Coordinadora d'Entitats del Poble Sec. Otro punto negro es la plaza de El Molino, con insuficiente higiene para su volumen de transeúntes y de gente que llega a comer en sus bancos un bocado rápido.

Pero lo que nadie duda es que en el Paral·lel se ha hecho la luz, y con ella ha mejorado la confianza en pasear por la zona y adentrarse en sus calles. El controvertido (por millonario) proyecto de farolas inteligentes, llamadas a extenderse por otras zonas, se ha saldado con una mejora sustancial en la iluminación y la satisfacción del vecindario. Asumieron que si la inversión no recaía allí lo haría en otro barrio, porque su instalación progresiva era necesaria.

Los afectados alertan también de lo estudiado que debe ser cada cambio urbanístico que se adopte. Para muestra, el caso de la calle de Vila i Vilà, donde se proyectó una flamante peatonalización que en su primera fase en seguida derivó hacia bares y terrazas. Ante el riesgo de monocultivo, relatan, hubo que dar marcha atrás y dejar el resto de vial tal y como estaba.

Por el momento, la zona ha logrado el equilibrio entre los recién llegados y los de siempre. Casi uno de cada tres vecinos era inmigrante, pero tras una primera ola de sudamericanos y magrebís ahora se ven más paquistanís y chinos afincados y con negocios.