Análisis

Justa Barcelona

Dos mossos patrullan por el barrio Gòtic.

Dos mossos patrullan por el barrio Gòtic.

RAMON J. MOLES

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Según cifras barajadas en círculos oficiales, en el año 2010 hubo en Barcelona 113.439 hurtos, de los que 32.043 fueron delito (es decir, el valor de lo hurtado fue superior a 400 euros), y los 81.396 restantes, falta (el valor fue inferior a 400 euros). Esto da un promedio total de 310 hurtos al día. Sin embargo, el año 2009 fue peor, porque el promedio fue de 322 hurtos al día. En cuanto a los robos en pisos y locales comerciales, en el 2010 hubo 12.040, es decir, 32 al día. En este caso sí hubo un aumento (del 14%) con respecto al 2009. Parece, pues, que mientras los hurtos descienden ligeramente, los robos se incrementan.

Vayamos por partes. Según un estudio de 2007 del European Crime and Safety Survey, los habitantes de Gran Bretaña e Irlanda son los más afectados por la criminalidad en Europa: los estados más peligrosos son Irlanda, Gran Bretaña, Estonia, los Países Bajos y Dinamarca, mientras que España, Hungría, Portugal y Finlandia registraron los menores índices, siendo además que en todos ellos existe una cierta incidencia de la autoría juvenil. Sin embargo, en el 2009 había en las cárceles españolas el doble de presos que en 1990, lo que nos sitúa a la cabeza de Europa. En resumen, a pesar de una baja criminalidad y de una percepción también muy baja, en 20 años se ha duplicado la población penitenciaria, en consonancia con las políticas que, indicando que debe incrementarse la presión penal, han contribuido a las sucesivos endurecimientos del Código Penal como respuesta a lo que se ha dado en llamaralarma social, concepto por demás altamente ambiguo.

La seguridad ciudadana no puede administrarse solamente a base de incrementar las plantillas policiales y de promover modificaciones reactivas del Código Penal que, además de carísimas, resultan ineficaces. Hay que intervenir sobre todo para evitar el delito. Es preciso reiterar que las políticas preventivas ahorran recursos, mientras que las represivas encarecen costes. Aunque es innegable que sin políticas policiales sensatas no existe seguridad ciudadana, también lo es que la represión no lo es todo y que las políticas preventivas y de gobernanza de riesgos, allí donde se aplican correctamente, suelen ofrecer buenos resultados, sobre todo cuando se adoptan medidas alternativas a la reclusión que contribuyen a descongestionar el sistema penitenciario. Para atajar este problema, la ciudad de Barcelona, tan innovadora hace unos años, debería dotarse también de un eficaz sistema de policía preventiva, de un modelo eficiente de justicia alternativa y de proximidad y de un sistema preventivo de intervención social que aleje de la marginalidad a la población reincidente, mayoritariamente joven, mediante la reducción del fracaso escolar, el aumento de la ocupación juvenil y una adecuada gestión del riesgo de exclusión social de este colectivo. Son algunas de las propuestas que, nacidas en la universidad, pasaron ante responsables públicos del tema y duermen hoy el sueño de los justos.