Juegos con la memoria

Signo de longevidad y salud, los Lluïsos acogen en su seno a socios de todas las generaciones, algunos con un larguísimo recorrido

Por la izqda., Hosta, Àlvarez y Escolà con el actual presidente, Oriol Hosta.

Por la izqda., Hosta, Àlvarez y Escolà con el actual presidente, Oriol Hosta. / FERRAN NADEU

MAURICIO BERNAL
BARCELONA

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Hay lluïsos que yacen en el cementerio y lluïsos que están por nacer y en el medio hay lluïsos vivos y de todas las edades, y un dibujo así solo puede hacerse de una entidad que acaba de llegar a la venerable edad de 160 años. Hay lluïsos que llevan poco tiempo en la Tierra y apenas empiezan a probar sus mieles, como Arnau Escolà, o lluïsos que lo saben todo de la vida, de sus locuras y sus miserias, como Lliberat Hosta. Aquel tiene 13 años; este, 91. «Entré con 3 años, a cantar en la coral», dice Arnau, y ahí está de nuevo, el tiempo: lleva más años en los Lluïsos que en el colegio, más, mucho más de media vida. Algún día quizá tenga la edad de Hosta y pueda decir que lleva 88 años siendo lluïso. La vida y sus extravagancias.

«Mis padres son socios; 1º de ESO; sigo en la coral, pero ahora también estoy en básquet y robótica». Tienen, los recuerdos de un niño, ese espíritu telegráfico, algo que recuerda al morse: punto, raya, punto. «¿En básquet? Infantil B. Este año empiezo a competir». Su gran recuerdo de lluïso, el que tal vez le venga a la cabeza de aquí a muchos años, cuando alguien le pida hacer memoria, ese sí lo tiene articulado en forma de relato, con suspense, con final feliz: «Con la coral hemos participado en varios conciertos, hemos ido a muchos lugares, pero me acuerdo sobre todo de la vez que fuimos a cantar al Liceu». ¿Cantó en el Liceu? «Sí, en unos premios literarios, este verano. Yo estaba muy nervioso, pero creo que al final no lo hice mal».

Por allí, por su primer recuerdo pasó hace décadas Hosta, que fue presidente de la entidad dos veces, es tío del actual presidente y ostenta el título de tesorero vitalicio. «Hay varias familias muy ligadas a la entidad», dice, y luego explica que a su mujer la conoció en los Lluïsos y que, como él, nueve de sus 10 hermanos conocieron a sus maridos y esposas en la casona de la plaza del Nord. Recuerda que ingresó en la entidad en 1941: entonces tenía 16 años y descubrió que «por una peseta al mes» podía entrar cada domingo al teatro, y así empezó su vida como lluïso. «Pero antes del teatro pasabas obligatoriamente por una tertulia, porque esa era la base de la casa, la formación. Siempre ha sido así». El tiempo, quizá, los recuerdos, tantos años, todo eso se junta en un rostro que se encoje y suelta algunas lágrimas a la pregunta de qué significan los Lluïsos. Para él, así, en general.

«Es la base de mi vida -responde, emocionado, enjugándose-. Yo soy lo que soy y tengo la familia que tengo por los Lluïsos. Con los Lluïsos me ha ido bien. Me ha ido muy bien».

El ciclo de los hijos

Entre el lluïso que empieza a fabricar recuerdos y el que ya los ve lejanos y se emociona, en el medio, está una mujer, Susanna Àlvarez. «Yo entré a los 12 años a jugar básquet, pero me vinculé de verdad a la casa cuando empecé a trabajar en el boletín, el Des del Nord. De esa manera entré en contacto con toda la casa y tuve una visión general de todo lo que ocurría en ella». Àlvarez tiene 49 años y simboliza un momento singular que tiene lugar en la vida de todo lluïso: el momento del retorno. «No es que te vayas, yo nunca considero que me haya ido, siempre seguí pagando mi cuota, pero es cierto que a muchos lluïsos les pasa esto, que vienen mucho de jóvenes, luego dejan de venir y más tarde vuelven con sus hijos. Yo estoy empezando el segundo ciclo, con mis hijos». Como todo lluïso longevo, longevo y fiel, tendrá los recuerdos divididos en dos tiempos.

Muchas cosas podría decir Susanna de los Lluïsos, muchas cosas buenas, pero dice esta: «Para mí es un sitio que te permite hacer cosas. Siempre que he tenido en mente un proyecto que podía ser interesante, lo he podido canalizar a través de los Lluïsos». La última idea que cuajó fue un club de lectura. Susanna, además de ideóloga, es la responsable.