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El japonés que amaba a Gaudí

Hiroya Tanaka ha invertido 38 años en realizar todos los planos que no hizo el de Reus. Es el único japonés que frente al modernismo no blande una cámara de fotos sino un lápiz

El arquitecto Hiroya Tanaka muestra la fachada del Nacimiento de la Sagrada Família, uno de los muchos dibujos y planos que ha realizado de Gaudí.

El arquitecto Hiroya Tanaka muestra la fachada del Nacimiento de la Sagrada Família, uno de los muchos dibujos y planos que ha realizado de Gaudí.

NATÀLIA FARRÉ

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Aunque gesticula al hablar, ríe a carcajadas y encaja la mano con fuerza, Hiroya Tanaka es japonés. Lo delata el nombre, por supuesto, y su querencia por las tarjetas de presentación. Pero lo que más claro deja su procedencia es su admiración, casi obsesión, por Gaudí, al que lleva persiguiendo desde hace casi cuatro décadas. Una caza, la del arquitecto modernista, que Tanaka no hace a la manera tradicional de sus compatriotas: cámara fotográfica en mano, sino con papel y lápiz. No en vano, suyos son los planos, alzados, axonometrías, perspectivas y demás de 10 de las principales obras firmadas por el arquitecto de Reus. Documentación de la que Gaudí prescindió tanto como pudo. Pues le bastaban sus maquetas tridimensionales para levantar su arte. Por algo era un genio.

Un genio pese al cual o gracias al cual, Tanaka se hizo arquitecto. Fue después de ver una imagen de la Sagrada Família en un libro de historia: «Pensé, ¡¿qué es esto?! ¡¿Es un edificio o es una escultura?! Era muy diferente. Así empecé a fijarme en Gaudí». De manera que cuando pudo, el estudiante universitario se plantó en Barcelona, frente a la fachada del Nacimiento de la catedral gaudiniana, y con ello casi renuncia a su carrera: «Me impresionó y me desesperó. ¿Ser arquitecto significaba hacer esos edificios? ¡Imposible! Fue un impacto».

Pero Tanaka perseveró y ahora puede blandir con orgullo su doctorado en arquitectura y, lo que es más importante para él, su unción como heredero del gran experto en estos temas: Joan Bassegoda. El que fue director de la Reial Càtedra Gaudí durante 32 años dejó escrito ante notario que el japonés era su «continuador y discípulo», además de «la persona ideal para divulgar ampliamente el espíritu, la tecnología, la dignidad y la humanidad de Gaudí». Ahí es nada. Y no solo eso. También aseguró que sus  trabajos «son la vía ideal para comprender la obra de Gaudí y son, al mismo tiempo, pulcras y sabias obras de arte en sí mismas». Arte que Tanaka expone en el  Col·legi d'Aparelladors de Barcelona bajo el título Mesura, dibuix i Gaudí. Lo explica con enorme orgullo.

Pero el camino hasta el reconocimiento -y la divulgación, la muestra es solo uno de los proyectos a corto plazo que tiene el japonés- tuvo unos principios difíciles. Con tres años de experiencia laboral en Osaka bajo el brazo y un millón de yenes en el bolsillo, Tanaka decidió instalarse, en 1981, en Barcelona para investigar la obra del catalán.  «No podía quitarme a Gaudí de la cabeza y me di cuenta de que la arquitectura de mi país no era mi objetivo». El capital, pese a que tenía que mantenerle durante tres años, duró lo que dura un paseo por una Rambla llena de carteristas. Pero no se desanimó. Peor era no conocer el idioma: «Sin saber cómo empezar, me sentaba a meditar en el parque Güell». Entonces, para suerte suya, la entrada era gratuita y los vigilantes no perseguían a jubilados sospechosos de ejercer de guías de sus amigos. Cosa que le permitió hacer, sin obstáculos, lo único que sabía hacer: tomar mediciones de las escaleras del parque y plasmarlas en papel.

Dibujos de cinco metros

Luego vinieron los planos de la Casa Batlló, una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores y el apoyo de la Càtedra Gaudí. Todo un alivio para Tanaka, y para su hermano que lo ayudaba económicamente desde Tokio. Ya instalado, continuó con los planos de la Pedrera, la Finca Güell,

el Capricho, las Teresianes, la Casa Calvet... Y la Sagrada Família, cuya perspectiva de la fachada del Nacimiento le costó cinco años de trabajo y tres metros de papel. Más de cinco ocupa la del parque Güell en la que el arquitecto invirtió casi una década.

Pero aunque parezca increíble, ninguna de las dos encabeza su ránking de preferencias gaudinianas. Por encima de todas reina la Colònia Güell, en cuyos planos aún trabaja. Y lo hace in situ. Es el único japonés que frente a Gaudí blande un lápiz en lugar de una cámara fotográfica.