La interminable ruta de la lata

terrazas nocturnas

terrazas nocturnas / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Como si existiera una barra virtual e infinita, en muchas calles de Ciutat Vella (en especial en el Gòtic y Raval) no hay más que levantar la vista y sacar un euro (a veces más o a veces menos, si se ha calentado) para conseguir hacerse con una lata de cerveza al instante. Una modalidad de botellón callejero que hace varios veranos que se ha enquistado en Barcelona, pero que en las últimas semanas, con la ciudad bullendo de turistas y de jóvenes barceloneses de marcha, está desatado. Incluso en la plaza de Sant Jaume, frente al ayuntamiento, se vendían cervezas el pasado fin de semana.

Los vendedores, paquistanís e indios, se despliegan por calles, cruces y plazas, portando dos, cuatro o a lo sumo seis latas. Poco género por si la policía se las decomisa, aunque la presencia de agentes uniformados en la zona era mínima en muchos puntos los últimos días. El viejo y sucio método de esconder la mercancía en el alcantarillado, que trató de combatir la Guardia Urbana los últimos años revisando una por una las rejillas, parece que vuelve a imponerse, visto el movimiento de constante desentierro de género.

En Amics i Comerciants de la Rambla tienen claro que reducir el ocio de las terrazas en la calle "no servirá de nada si se sigue tolerando la venta de los lateros" o si no se hace cumplir estrictamente el horario de venta de alcohol en los súpers y tiendas de conveniencia del distrito. Este diario pudo comprobar el verano pasado lo fácil que resulta adquirir latas con discreción en muchas tiendas después de las once de la noche, cuando está prohibido. Fermín Villar destaca que los vendedores ambulantes no solo se proveen en sus pisos-almacén, sino que recurren a comercios de la zona. Reclama al consistorio que actúe también "por explotación humana", a la vista -dicen- de que esos sufridos distribuidores forman parte de redes, ya que constantemente entregan sus recaudaciones a otros individuos que recorren la zona. Evitan así una eventual incautación policial de sus ingresos.

REDES DE NEGOCIO

"Las pérdidas de ingresos para los comerciantes son brutales", insiste. De hecho, muchos se emborrachan en la calle porque resulta mucho más económico. Y si salen de un local con un vaso el establecimiento recibe una multa. Una opinión que suscribe Roger Pallarols, director del Gremi de Restauració de Barcelona, que se se queja de que el ayuntamiento actúa solo contra los negocios legales "que tributan", mientras que no afronta la venta de alcohol ilegal y sin control del 'top lata'. La patronal mantiene que el terraceo implica reglas del juego, impuestos y puestos de trabajo, mientras que el botellón low cost queda fuera de control siendo el detonante "de los problemas de convivencia entre los noctámbulos y el vecindario". "Los vecinos y los negocios han de ir de la mano", apunta.

No obstante, los vecinos del Gòtic tienen claro que su cruzada ha de apuntar a ambos frentes, el legal y el ilegal, con el reto de tratar de apaciguar el volumen y aglomeraciones de las noches de Ciutat Vella. Su portavoz, Reme Gómez, cree que el río de lateros es el de cada año, pero sí se queja de falta de Guardia Urbana, de presencia disuasoria. E incide en que el desmadre y el botellón callejeros no empiezan al cerrar los locales, sino a primera hora de la noche y sin tregua horaria. El ayuntamiento no dispone aún de cifras de intervenciones en la zona, pero asegura que el operativo de seguridad se ha reforzado como cada verano con horas extras para la policía local, desmintiendo las quejas de algunos agentes locales.