La inseguridad del robo

El miedo a quedarse sin bici lastra el impulso del ciclismo en BCN, donde el 40% de los usuarios aseguran que les han sustraído al menos una

La inseguridad del robo

La inseguridad del robo / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Todo el mundo en Barcelona, si no le ha sucedido a él, tiene un familiar, un amigo, un vecino o un compañero de trabajo al que le han robado como mínimo una bicicleta en la calle. Es de esas cosas que, de manera incomprensible, se han convertido en algo normal. Habitual. Puede que por eso la capital catalana sea una de las que más apuesta por los modelos plegables que nunca se separan de su dueño. En los aparcamientos callejeros se arremolinan auténticos hierros, máquinas que el propietario deja al aire libre porque sabe que no merecen el hurto. Rara vez encontrarán asida al hierro municipal una bici de más de 200 euros. Las buenas están todas en casa, bajo llave. Y ese engorro, el de bajar cada día por el ascensor, el de tener que guardarle un sitio en pisos cada vez más pequeños, lastra el crecimiento del ciclismo urbano.

Según una encuesta realizada en septiembre del 2014 por el departamento de Territori i Sostenibilitat, el 40,4% de los entrevistados que viven en poblaciones de más de 500.000 habitantes, es decir, en Barcelona, aseguran haber sido víctimas del robo de la bicicleta. Al 26,9%, para mayor desgracia, le han birlado más de una. En el 2014, solo en los primeros cuatro meses, los Mossos d'Esquadra recibieron más de mil denuncias en la ciudad de ciclistas que se quedaron patidifusos en la calle al comprobar que lo único que quedaba de su transporte, si es que habían dejado algo, era una rueda asida al hierro municipal.

Creu Agustina es el presidente del Gremio de Comerciantes de Bicicletas de Catalunya, ente que agrupa a unas 150 tiendas de todo el territorio. De un tiempo a esta parte, ha notado en Barcelona un cambio en la demanda. "Las ventas van más o menos igual que hace unos pocos años, pero la gente ahora nos pide más bicicletas plegables". Se explica por la voluntad de no separarse de ella ni un segundo, de tenerla al lado en la oficina. De no sufrir la inquietud de dejarla dormir en la calle, a merced de los amigos de lo ajeno que aparcan una furgoneta y en cuestión de segundos la llenan de bicicletas que luego venden en el mercado de segunda mano, ahora alimentado por aplicaciones del móvil que permiten sustraerla, hacerle cuatro fotos y ponerla a la venta en unos pocos minutos.

ATADA Y BIEN ATADA

La persecución de los ladrones es una tarea de la policía, y en eso, el ciclista, poco puede hacer al margen de presentar la correspondiente denuncia. Lo que sí puede hacer es aprender a atar la bici, pues aunque parece una cosa de lo más mecánico y sencillo, si se tienen en cuenta las herramientas que usan los apandadores, no lo es tanto. La imagen de arriba es un buen ejemplo de lo que no hay que hacer. El propietario ató la rueda delantera al hierro, sin añadir parte alguna del cuadro. Bastó con desmontarla, una maniobra de apenas unos segundos. Se recomienda usar candados de seguridad (ver gráfico) y asir la rueda trasera con el cuadro y el hierro. También, apunta Agustina, existen unos minimalistas cierres de seguridad que agarran el asiento y las dos ruedas por separado. Cada uno con su llave. Mucho menos llamativos. Y eficaces.

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