¡Ay!, primer día de clase en la escuela de gladiadores

Badalona celebra la duodécima edición de su Magna Celebratio, la fiesta mayor romana de la ciudad, cuatro días para hacer caso al Séneca menos moraiista

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Carles Cols

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Badalona está un año más, y ya van 12, de Magna Celebratio, algo así como la fiesta mayor romana de la ciudad, días de peplum, de degustaciones culinarias, de recreaciones teatrales y de conferencias para todos los gustos. 'Los amuletos fálicos romanos'. Esta la pronuncia el historiador Adrià Domínguez. También promete la del catedrático Joaquín Ruiz de Árbulo, 'El tráfico de influencias en la sociedad romana: el origen de todos nuestros males'. El título es tentador, pero, de repente, tras una mirada paciente al programa de la Magna Celebratio, aparece ahí una propuesta más irresistible, Schola Gladiatoria. No hay que tener un latín de cum laude para saber que esto va de un curso de iniciación al oficio de gladiador.

El profesor es Ricardo Cagigal, un cántabro que se ha rendido a Roma como no lo hicieron sus antepasados. Ya se sabe, el norte peninsular fue un dolor de muelas para el imperio. 'Bellum Cantabricum et Asturicum'. La guerra contra los norteños no solo tenía nombre, sino que inusualmente fue dirigida en persona por Cesar Augusto, según Anthony Gibbons, todo un guaperas.

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El problema es que Cagigal no va sobrado de tiempo y es imposible concertar una cita previa con él y charlar mientras le saca lustre al casco de mirmillón o le saca punta al tridente. El lector merece saber que mientras lee estas líneas cruza España, del Cantábrico al Mediterráneo, una furgoneta en la que van a bordo, con todas sus armas y uniformes de combate, cinco gladiadores y un lanista, este último, la pieza crucial del negocio hace 2.000 años, pues es el entrenador de la compañía.

Cagigal es autor de una completísimo tratado sobre esta profesión de la antigüedad que a tantos autores a lo largo de los siglos ha fascinado. “Por la mañana echan hombres a los leones y, a mediodía, se los echan a los espectadores”, escribió un decepcionado SénecaNietzsche, al que tal vez nadie ha superado a la hora de destripar los comportamientos sociales, sostenía que el temperamento que permitió a los romanos conquistar el mundo necesitaba una válvula de escape, y esa función la ejerció el circo, y de qué manera. Ahí está, por ejemplo, el caronte, uno de los artistas que el cine suele olvidar en sus películas sobre esa época. Salía a la arena cuando el combate había finalizado. Su función era terminar con la vida del gladiador mortalmente malherido. Lo hacía con una maza de grandes proporciones. Lo conveniente es imaginarle con un gesto de profesionalidad, como un Pepe Isbert en 'El verdugo', pero bastante más robusto.

Total, que Cagigal impartirá varias 'master class' para aspirantes a gladiador el sábado y el domingo en Badalona y se irá tan rápido como ha llegado, así que como aperitivo no queda más remedio que conformarse con unas clases teóricas por teléfono. “Lo que nosotros ofrecemos es ver más allá de la pieza en la vitrina”, anticipa.

Los primeros espectáculos de gladiadores -cuenta el norteño- tenían una función sobre todo ceremonial. Así fue, por ejemplo, con motivo de las primera lucha de gladiadores programada en tierra hispana, en el años 206 antes de Cristo. Fue en honor a Escipión el Africano. Por desgracia no se conoce el lugar en el que se celebró. “Lo más probable es que fuera en la actual Cartagena o en Empúries”.

CELADUS, POR EL QUE SUSPIRABAN LA MUJERES

El ‘show bussines’ vino más tarde, el de los gladiadores idolatrados por el público, millonarios si salían con vida, como Carpóforo, célebre por sus luchas contra fieras, capaz de derribar a un rinoceronte con su lanza, o mejor aún, Celadus, del que se conserva en Pompeya un grafito muy elocuente, “suspirum et decum puellarum”, en traducción muy libre el que ponía volcánicas a las mujeres de la ciudad. Eros y Tánatos, como siempre, cogidos de la mano.

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Lo que Cagigal promete al público es, primero, cómo no, un poco de historia, pero, sobre todo, una representación fiel del oficio de gladiador. “La gente puede ver cómo se degollaba a una persona”, tarea en principio simple, salvo que uno quiera ser gladiador del método, que es de lo que se trataba en Roma. Eso lo tenía muy claro Marco Aurelio, que dejó dicho que los espectáculos del circo podían ser brutales y degradantes, pero, por favor, nunca monótonos.

En resumen, que tras la clase teórica y telefónica, el sábado toca la segunda lección, la práctica, más que nada por seguir los sabios consejos de Séneca. "Aliquando et insanire iucundum est", o sea, que de vez en cuando conviene hacer alguna tontería.