La impunidad de la tortura

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martinez / ALBERT BERTRAN

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El sociólogo Domènec Martínez (Terrassa, 1949) fue detenido el 17 de abril de 1976 en Madrid, junto a otros siete jóvenes acusados de constituir la dirección de la Unión de las Juventudes Comunistas de España (UJCE). Ya hacía cinco meses de la muerte de Franco, pero con Carlos Arias Navarro como presidente y Manuel Fraga Iribarne como ministro de Gobernación las torturas seguían aplicándose con total impunidad en los calabozos.

A Martínez, que militaba en el PSUC, le aplicaron la ley antiterrorista y lo trasladaron a la desaparecida Dirección General de Seguridad en la plaza del Sol, donde sufrió un terrible suplicio durante ocho días. "Cuando voy a Madrid no puedo pasar por delante de ese edificio, el mismo donde años antes lanzaron a Julián Grimau por la ventana. Aún se me hace muy difícil recordar las vejaciones que sufrimos", expresa el miembro de la Associació d'Expresos Polítics del Franquisme, que ha aportado documentos a la exposición 'Això em va passar. De tortures i d'impunitats (1960-1978)', como la portada censurada que 'Cuadernos para el diálogo' dedicó ese mismo año a la tortura en España.

La muestra forma parte del programa 'Evocacions de la ruïna', que a partir del 18 de octubre inaugurará la controvertida instalación dedicada a las estatuas de Franco. 'Això em va passar' se exhibirá hasta el próximo 8 de enero en el Espai Dalmau, al lado del yacimiento del Born Centre de Cultura i Memòria.

EL QUIRÓFANO Y EL PATO

En un panel, sorprenden los dibujos de los espeluznantes métodos, como el del quirófano, el del pato y el de la bañera, para provocar un grave dolor físico y psicológico a los detenidos con el fin de obtener una confesión. Martínez sufrió en su propia piel el del quirófano. "Entrabas y te acojonabas. Me siento incómodo recordando lo que me hicieron, pero se debe saber para que no se vuelva a repetir".

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Para, se lo piensa y prosigue en voz baja. "Me tumbaban en una mesa de manera que el tronco quedaba suspendido en el aire con la cabeza colgando y empezaban a darme golpes en el estóma­go y en los testículos. El dolor era insoportable y el movimiento reflejo de tu cuerpo podía llegar a romperte la columna vertebral. La priva­ción de sueño era una prác­tica común. Te llevaban a la sala de torturas a cualquier hora", detalla Martínez, que aún sufre las secuelas de esas palizas.

DERECHOS Y LUCHAS

Recuerda especialmente a Elia Martínez, una de las compañeras que capturaron el mismo día en que se reunieron en Madrid para preparar el primer congreso legal de la UGT desde la República. "Estaba embarazada. Tenía 23 años. No tuvieron ningún miramiento", lamenta. No solo hubo tortura. "El franquismo murió matando. En enero de 1977 en la masacre de Atocha fue herido de muerte uno de mis abogados, Francisco Javier Sauquillo. No quiero que quede en el olvido. Los derechos de hoy son fruto de las luchas de ayer. La libertad que conlleva la democracia no fue un hecho fortuito. Fue una conquista que costó grandes padecimientos y esfuerzos colectivos", relata el sociólogo, que recuerda que en esos años hubo 56.000 personas encausadas. "Unas 9.000 fueron procesadas y más de la mitad no había cumplido los 25 años".

Él pertenece a la tercera generación que combatió contra el franquismo. "Mi abuelo murió en 1942 en una cárcel de Valladolid donde estuvo preso por defender la República. Y mi padre se afilió a los 17 años como voluntario a las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas. Al finalizar la guerra sufrió las consecuencias de la derrota. Y a mí me detuvieron tres veces".