HERIDA ABIERTA EN GRÀCIA

La hora de Vallcarca

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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La elección de la pared para la pintada fue casi tan estudiada como el mensaje: "Construïm la Vallcarca que volem". Tenían dónde elegir. En el barrio, si de algo van sobrados, es de espacios en ruinas. El muro en el que finalmente plasmaron su mensaje es (casi) lo primero que ven las decenas de turistas que desembarcan en la estación del metro de Vallcarca cada tres minutos 'searching for' el parque Güell. Este particular barrio de heterogéneo vecindario al norte de Gràcia no se resigna a ser la reserva de suelo de la ciudad para cuando la crisis del ladrillo amaine. Ni para seguir insuflando la burbuja turística (el frágil tejido comercial está abriendo paso a tiendas de suvenires en el recorrido entre el suburbano y la gallina de los huevos de oro de Gaudí).

Levantado -ahora medio derribado- entre el parque del Putxet y el parque Güell, Vallcarca es hoy por hoy una suerte de zona cero. Herida casi de muerte por el inicio de una transformación urbanística que arrasó literalmente medio barrio durante los años de bonanza económica. El vecindario lleva lustros luchando para que se conserve lo que queda en pie de la vieja trama urbana de casas bajas, y, como bien indica el mensaje en la pared de entrada al barrio que quieren hacer llegar al mundo, también para construir el barrio que desean. Poner en común las peticiones de todo el vecindario es ahora la nada sencilla tarea que se traen entre manos. 

DEGRADACIÓN DE LAS VIVIENDAS

"En paralelo a las expropiaciones se produjo lo que se conoció como la 'primavera de la okupación'. Llegaron a haber una treintena de casas okupadas", explica Joan Adell, joven vecino cuyo trabajo de grado de Sociología analiza la degradación del barrio en los últimos 40 años debido a la afectación urbanística. Previo a las expropiaciones, derribos y okupaciones, que, obviamente no gustan a todos, fue la degradación de las viviendas, intrínseca a toda zona afectada por un plan urbanístico, en las que no se pueden hacer reformas (porque no se conceden permisos y porque nadie invierte en una propiedad condenada a muerte). Y la miseria de vivir rodeado de ruinas para los que se quedaron.

Algunos de los solares vacíos han sido transformados por los vecinos, que han creado huertos comunitarios y espacios autogestionados como el campo de fútbol conocido como La Cantera o la plaza de Farigola, frente a Can Carol, antigua masía que la lucha vecinal ha logrado salvar. El ayuntamiento la adquirió este enero y existe el compromiso de que se transformará en un equipamiento para el barrio. "En un proceso participativo se decidirá su nueva vida, igual que la del Consulado de Dinamarca", expone Eloi Badia, concejal de Gràcia.

Los vecinos movilizados se organizan alrededor de dos movimientos: la Assemblea de Vallcarca por un lado -el sector okupa y libertario, y los que han impulsado los proyectos colectivos- y la asociación de vecinos Gràcia Nord, la asociación clásica, por el otro. Ambos defienden la conservación del "espíritu" del casco antiguo -ese es el principal punto en común-, pero les divide su visión sobre el proyecto para la avenida. "Nuestra batalla es que se ejecute la vía verde en la avenida de Vallcarca. Nuestra asociación se creó hace 16 años con ese objetivo", apunta sin tapujos Irene Güell, tesorera de Gràcia Nord. La calificación urbanística actual prevé ensanchar y ajardinar la avenida (la Casita Blanca fue la última gran expropiación para allanar el terreno para esa actuación urbanística pendiente).

CONCURSO DE IDEAS

El concejal de Gràcia apunta que están trabajando en tres grandes ámbitos para resolver un "conflicto enquistado y muy doloroso". El primero, y más ambicioso, es un concurso internacional de ideas para el barrio, cuyo ganador se conocerá en abril y condicionará la modificación del MPGM del 2002, para sentar las bases urbanísticas del futuro del vecindario. Entran en el concurso las parcelas públicas -10.000 metros cuadrados-, y dos de las piezas privadas. Esa es la principal pega vecinal al concurso. "Pedimos que se debata sobre el conjunto del barrio, no solo las pastillas públicas", apuntan José González y Marc Almodóvar, de la Assemblea de Vallcarca. Badia responde que ha sido un gran logro incluir esas dos pastillas privadas, propiedad de Núñez y Navarro, igual que otros terrenos en el enclave que sí han quedado fuera del concurso.

Badia defiende también que se trata del concurso público "más participado de la historia de Barcelona". Las bases las han elaborado arquitectos que colaboran con la propia Assemblea de Vallcarca, recogiendo las sensibilidades vecinales. "No podían obligar a los privados a entrar en el concurso, lo que los obligaría a no empezar la obra hasta el 2019. Con estos privados estamos trabajando en el segundo ámbito, negociando las licencias privadas una a una", prosigue el concejal, quien también señala que han aprobado una moratoria que prohíbe los derribos en el enclave hasta que se decida el futuro del barrio.

El tercer ámbito es el proyecto de la avenida de Vallcarca, para el que hay menos (ningún) consenso, y cuyo debate el Ayuntamiento de Barcelona no abrirá hasta el 2017, lo que, obviamente, enoja a los vecinos alrededor de Gràcia Nord.

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