Los 'gusiluz' del mar

Hace tiempo que la moda del 'running' se desdobló mar adentro. Cada vez más personas quedan para nadar en aguas abiertas antes del amanecer

Barceloneando baño playa

Barceloneando baño playa / periodico

ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Aún es de noche. Esa hora en la que todavía no sabes si decir “bon dia” o “bona nit”. Seis de la mañana. Van llegando coches al párking de Renfe de Badalona, a pie de playa. Los conductores salen, se abrazan, se dan golpecitos en la espalda. Media de edad: “Cuarenta y tantos”, dicen con sonrisita. El más joven es Miguel Ángel Ruiz, 37 años. El mayor, Carlos Aguayo, tiene 66.

La temperatura será de unos 10-11 grados, calculan mientras se empiezan a desvestir. Es decir: que cualquiera que no sea la princesa de 'Frozen' siente frío con tres capas de ropa, abrigo y bufanda. “Mi hijo me dice: ‘Papá, estás loco' –explica Joan Martínez–. Yo le respondo: ‘¿Y tú cuando te vas a la discoteca?”. Juan Emilio Fernández se encoge de hombros: “Si muchos locos se juntan, parece que no estamos tan locos”.

Hace tres años que quedan para nadar en el mar, inviernos incluidos. Desde septiembre hacen “la alborada”: los miércoles a las seis de la mañana, antes de ir a trabajar. “De aquí ha nacido otro grupo para nadar en aguas heladas”, añade Carlos. Han llegado a zambullirse en lagos a 4 grados. ¿¿Para qué?? “Sentir el agua es una pasada”, responde Juan Emilio. “Aquí nos dividimos –dice Xavi Carrasco-. ¿Agua dulce? ¡Ni hablar! Poneos hielo”. Todos se ríen.

El grupo se va quedando en bañador y chanclas sin una mueca de sufrimiento. Ninguno ha traído neopreno. “No hay nada mejor para empezar el día”, dice Carlos mientras se extiende vaselina para mitigar el roce con el mar. “Si no fuera por el mar, ¿qué haría?”. Carlos se señala una cicatriz en la rodilla. “Ligamento cruzado”. Fue portero suplente en el Barça en el 69, se justifica. “Tiene mérito este señor –Xavi señala a Carlos-. ¡66 años!”.  Carlos se ríe: “No hay que decir nunca la edad ni el historial clínico”.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Juan Emilio\u00a0","text":"ha cruzado\u00a0el Estrecho a lo largo y a lo ancho. Joan nad\u00f3\u00a0de Cabrera a Mallorca"}}Xavi, ya en bañador, se da unos golpecitos en la barriga: “Aquí desmitificamos a los nadadores que están cuadrados”, sonríe. “Nuestros michelines”, que dice Juan Emilio, esconden un expediente que le quitaría el hipo a NemoJuan Emilio cruzó el Estrecho de Gibraltar a lo largo y a lo ancho en la misma semana. Joan Hernández nadó de Cabrera a Mallorca (nueve horas y media en el mar). José Luis Martínez se ha zambullido en un lago a 2.950 metros.

“¡Vamos, que se nos apaga el plancton!”, apremia Juan Emilio. El chiste está basado en hechos reales: “Hay plancton luminescente –añade–. Es como nadar en el firmamento, pero sin caerte”.

6.25 horas. Aún es noche cerrada. “¿Estamos todos?”. Están todos: hoy son 9. Ponen cara de pa-ta-ta, se hacen un selfi y se dirigen a la orilla entre frontales y boyas luminosas. Si les viera de lejos Iker Jiménez, les abría un expediente X fijo. Hasta que oyera a alguno gritar “¡gusiluz!”.

“La culpa de todo la tiene esto”. Ferran Castillo señala su kayak. “Me lo compré hace cuatro años y le dije a Xavi: ‘El domingo, al mar”. Él, en kayak; Xavi, nadando. Se fueron multiplicando a lo Gremlins en remojo, y hace un año montaron la TCN (Travessia Catalunya Nedant). Pretenden nadar toda Catalunya de norte a sur: 538 kilómetros por etapas (suelen organizar dos al mes). “Llevamos 300 kilómetros”, dice orgulloso Xavi. El próximo tramo: el día 14, Tamarit-Altafulla.

 “¡El agua está a 11 grados aquí!”, informa Ferran al llegar a la orilla. “Ahora viene el ‘momento gilipollas”, añade Carlos. “¿Seré gilipollas?”. Todos se ríen. “Cuando llevas un minuto en el agua entiendes por qué”.

Por qué: “Es terapéutico”. “Es antiestrés”. “El mar es la vida”, resumen.

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Vuelven 45 minutos después. Dos kilómetros han nadado hoy. Ferran avisa por walkie. Está en contacto con el puerto y Salvamento Marítimo. “Siempre avisamos cuándo salimos y llegamos”. Van saliendo del agua, pasan por la ducha, alguno canta a lo Dori “siiiigue nadaaaando”. “He subido tres veces el Aneto en pantalón corto a 10 grados bajo cero”, dice José Luis sin rastro de escalofríos. “¡Hay caldo en la bolsa azul!”, grita Carlos. Se reparten los vasos de plástico como si fuera la última ronda de un 'after'. Son las 7.30. Aún es de noche. Todos se visten, menos Juan Emilio que se marcha por el paseo en bañador y ¡en patinete! Esto es una adicción, confiesan. “Sí, pero de las buenas –titubea Carlos–. Es que iba a decir de las malas, porque no paras”.