RELEVO EN LOS FESTEJOS

Han Solo y Willy Wonka en Sants

El pregón de Merche Mar marca el inicio de una fiesta mayor organizada en torno a imaginativos decorados

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Doblar la esquina y ceder a la ficción de haber puesto el pie en otro planeta, bien la fábrica de Willy Wonka, bien el mundo de Han Solo, bien La Boqueria, pero La Boqueria de Sants, hecha de plástico, madera y poliespán. La creación de mundos paralelos había entrado este viernes en la recta final, y las calles de la antigua villa, habitadas por el frenesí de última hora, hablaban de lo inminente, de lo emocionante: vecinos, barceloneses, clamaban los preparativos, empiezan los festejos. Empieza Sants. El pregón que leerá este sábado por la tarde la 'vedette' Merche Mar señala el comienzo de la fiesta mayor del barrio, la segunda del verano barcelonés en multitudes –manda Gràcia–, la primera en todo lo demás para los habitantes de estas calles que hasta 1897 fueron las de un pueblo independiente.

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No todo son los decorados pero los decorados son mucho. Alcolea de Dalt, defensora del título del 2015, ultimaba la transformación de la calle en un plató de Star Wars: un Halcón Milenario a guisa de portal (“el Halcón de la última película, que estaba en el desguace”, aclara la presidenta, Margarita Alsina) y un cielo surcado de asteroides y cazas estelares, entre ellos uno que vuela por este cielo callejero a punta de polea. “Y unas luces especiales para simular estrellas”. Unos metros más allá, 'Som adorables' de Alcolea de Baix: tercera el año pasado, la calle tomaba forma en un cielo de pingüinos y koalas y demás criaturas –eso: adorables– alineadas detrás de un inacabado gato con botas.

SER ÚLTIMO ES POÉTICO

Lejos de allí –lejos en términos de barrio–, la plaza de La Farga, segunda en el 2015, hegemónicamente primera los tres años anteriores, se concentraba en los detalles de la usina de cacao del famoso Wonka. “A ver si reconquistamos el título”, soñaba el presidente, Daniel Català. Tiene detalles estupendos Sants como que el diploma que recibe la última calle es el más grande, y el que se lleva la primera una hoja minúscula tamaño carta. O como que todos quieren saber su lugar en el concurso, incluso el último. “Hace unos años –cuenta Gemma Solsona, presidenta de la Federació de la Festa Major– se intentó dar diploma solo a las tres primeras, pero las calles se quedaron con una sensación extraña”. La poesía del último no es ajena a las fiestas: “A mí no me quites el último lugar que es el mío” era una frase que al parecer repetía con frecuencia el presidente de Riera d’Escuder.

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Solsona es presidenta desde febrero y está decidida a dar un nuevo impulso a la fiesta. “Hacerla crecer”, dice. Atraer patrocinadores, mejorar la calidad de los decorados. Las calles engalanadas esta vez son 17, una menos que hace un año, pero nadie en el barrio le da importancia. Categoría de anécdota. En las calles se esperan solo buenas cosas de la nueva presidenta. 

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