MOVILIDAD SOSTENIBLE

El gran empujón eléctrico

Expectación 8 Un usuario del Bicing eléctrico coge su bici, el martes, ante la mirada de un curioso.

Expectación 8 Un usuario del Bicing eléctrico coge su bici, el martes, ante la mirada de un curioso.

MARÍA G. SAN NARCISO / BARCELONA

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Pedalear por Barcelona está bien. Poder acelerar con ayuda es aún mejor. Y si además ni se contamina, ni se hace ruido, la experiencia roza la perfección. Esa es la sensación que tienen algunos de los 1.500 usuarios que han tenido el privilegio de estrenar las 150 bicicletas eléctricas disponibles en la ciudad desde el martes. Se han llevado una buena impresión, aun teniendo en cuenta que los principios nunca fueron fáciles. Por eso más de uno echó en falta un buen manual de instrucciones.

«Al principio parece que pese muchísimo. Hasta que te das cuenta de que para arrancar tienes que activar la asistencia eléctrica. Sin instrucciones tiras de intuición, vas probando hasta que ves que sales», explica Carmen Salomón, una de las usuarias, que a pesar de este contratiempo considera que las bicis son fáciles y rápidas y que «el sistema funciona bien».

Esta mujer no fue la única que se hizo un pequeño lío en su puesta de largo. También Darío Añez admite haber tenido algún problema. «Yo al salir del aparcamiento donde está la estación, la primera vez tuve que bajarme de la bici para subir la cuesta. No sabía poner la ayuda y pedaleando era imposible», cuenta entre risas. Añez reconoce que solo hace deporte cuando utiliza el Bicing, y que con esta ayuda invisible bajará la intensidad de su ejercicio. Pero algo de esfuerzo sí seguirá haciendo, porque incluso con el empujón eléctrico hay que mover las piernas. El vehículo asiste, pero no lleva. «Está creado para que tú estés pedaleando todo el rato, y cuando la bicicleta vea que estás haciendo mucho esfuerzo, te acompañe», afirma Alberto Galdámez, ciclista que puede presumir de haber sido el primero en estrenar la estación de Josep Tarradellas.

Los 1.500 elegidos tienen el cuadro de mandos en el lado izquierdo del manillar. Disponen de tres niveles de asistencia, y si no la conectan, la bicicleta funciona como otra cualquiera, esto es, con la fuerza que uno imponga a los pedales. Conseguir cierta inercia sin echar mano de la electricidad, dicen los que ya la han probado, resulta más complicado que con el resto de máquinas que conforman el sistema de bicicleta pública de la capital catalana. Puede que sean esos cuatro kilos de más.

«Si con una bicicleta normal, y sin tener piernas de ciclista, uno puede ir a una velocidad que ronda los 15 kilómetros por hora, con las eléctrica puedes llegar a los 25», explica Añez. Puede que el ciclista purista, añade este abonado, considere que el nuevo Bicing eléctrico es una memez. Para los aficionados, en cambio, «está muy bien el hecho de poder contar con algo de impulso». Alberto Galdámez, otro usuario, refuerza esta opinión con su experiencia: «Puedes acelerar pero será por tus propias piernas, no por el motor». «No es una bici que sin moverte ya avanza, tienes que pedalear y entonces ella tirará más de ti, pero si dejas de hacerlo, reducirá la velocidad», añade Xiomara Pivet, una barcelonesa que considera ideal el maridaje entre la fuerza humana y la batería de la bici.

Donde más se nota la diferencia con el servicio tradicional es en las cuestas. Oriol Franch explica que hizo la subida de Diagonal hasta Sant Joan Bosco sin apenas esfuerzo. «Cuando yo antes llegaba sudando», detalla. «Lo he probado por la subida que va de Provença a Sant Antoni Maria Claret y mientras antes igual tenía que ponerme de pie, ahora es infinitamente más sencillo», apunta Pivet.

Las estaciones

El principal defecto que detectan los usuarios es que aún hay pocas bicicletas. Por cada una de ellas hay 10 usuarios. Y al buscar las que están disponibles en la aplicación del móvil, cuesta dar con ellas, seguramente porque siempre están en circulación. Además, muchas se encuentran en aparcamientos subterráneos para evitar el robo de ciertos componentes de la bici. Los usuarios que todavía no han recibido la tarjeta para poder acceder a estos párkings tienen que aprovechar la entrada de un cliente o colarse por donde salen los coches. Además, la señalización para encontrar el aparcamiento es bastante escasa. «Yo en un momento del trayecto quise dejar la bicicleta en uno de ellos pero no lo encontré. No había ninguna señalización», lamenta Pivet.

A pesar de estos problemas, propios de cualquier iniciativa que empieza, los nuevos usuarios le auguran un futuro prometedor. Por eso, y porque la gente les mira por la calle, les extraña que se necesitaran varias horas para agotar los 1.500 abonos disponibles.