Más alojamiento en la capital catalana

El Gòtic gana un hotel de lujo con tesoro arqueológico

Fachada del edificio, de planta baja y tres pisos, ayer.

Fachada del edificio, de planta baja y tres pisos, ayer.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

con 14 novedades hoteleras en Barcelona este año -y eso en plena crisis-, abrir un hotel pequeño de 28 habitaciones podría parecer un mérito menor. Sin embargo, el Mercer Hotel Barcelona no será uno más a añadir a la larga de lista de alojamiento que eleva a casi 34.000 las habitaciones de la ciudad. Varias señas de identidad lo avalan -en pleno Gòtic, cinco estrellas gran lujo, solo 28 habitaciones y una reforma millonaria capitaneada por el arquitecto Rafael Moneo-, pero hay un elemento definitivo que lo sube al olimpo local: su herencia arquitectónica. El hotel, que abrirá el día 30 agosto y se halla en fase final de obras, se ubica en un edificio singular cuyos orígenes se remontan al siglo I y que atrinchera un sinfín de piezas de distintos siglos que lo convierten en un homenaje a la historia local. Será el segundo hotel monumento de Barcelona, tras el Casa Fuster.

Cuenta Pedro Molina, presidente de Mercer Hoteles (con otras dos pequeñas joyas y tres proyectos a la vista), que este será su buque insignia. Un sueño personal que suma ya nueve años de trabajo. El empresario lo adquirió en el 2003, cuando aún tenía usos residenciales y viejos talleres, y lo que siguió fueron años de proyectos previos, estrecha supervisión municipal (por su catalogación patrimonial) y cuatro años de rehabilitación junto con Patrimoni de la Generalitat, la Universitat de Barcelona y el estudio de Moneo.

En el nuevo hotel no hablan de presupuesto. Molina asegura que se trata de una inversión que «nunca se haría con la cabeza, se trata de algo sentimental», habida cuenta del pésimo estado en que se encontraba el inmuble. No obstante, espera que el resultado sea un «activo» exitoso, por su enclave privilegiado, a un paso de la plaza de Sant Jaume.

PASADO Y PRESENTE / El edificio exhibió ayer sus vísceras, antes de que el interiorismo final las haga menos evidentes. A primera vista, ya destaca una fachada medieval más que bien conservada, con un portón de madera que abre la puerta al viaje al pasado. El mérito de Moneo, y colaboradores como el arquitecto Lucho Marcial y su hija Belén Moneo, es encajar equilibradamente esa perspectiva patrimonial con el «confort» que debe proporcional un gran hotel moderno, resume Molina.

«La exclusividad la pondrán tanto el servicio de mayordomos como las piezas únicas del hotel», relata su director, Francesc Holgado, encaramado al paso de ronda, con parte de los muros datados el siglo I después de Cristo. El resto de la construcción, en esa área, donde trabajan varias especialistas en rehabilitación arqueológica, se mueve en torno al siglo IV. En ese ambiente casi sepulcral, qué mejor que una pequeña biblioteca que haga sentir al viajero el peso de la historia. Y es que el hotel se asienta en parte de la Colonia Julia Augusta Flaventia Paterna Barcino, fundada en la época del emperador Augusto, y se apoya en el bastión 28 de la muralla local.

La estrechez de las calles del Gòtic no se traslada, curiosamente a los interiores, con huellas que recorren varios siglos. Un amplio patio ilumina buena parte del edificio, donde se han creado amplísimos pasillos que dan paso a habitaciones a partir de 30 metros cuadrados y a una gran suite de 150. Como un huevo Kinder sorpresa, cada una guarda un tesoro: vigas recuperadas, muros centenarios en piedra viva, arcos... a los que se agrega el diseño contemporáneo de Moneo. Un efecto que se destaca en el muro de cristal que enlaza la parte romana y la gótica con el presente.

ABIERTO AL PÚBLICO // Los barceloneses podrán vivir el nuevo hotel desde la vía gastronómica y ociosa. La taberna que da a la calle (vinos y tapas) y el restaurante (con menús de 25 euros y carta), bajo asesoramiento del restaurador Josep Maria Masó, son abiertos al público, al igual que la tranquila terraza mirador (un catalejo en pleno Gòtic) que corona el edificio, con una pequeña piscina.