PROTECCIÓN DE LAS FINCAS EMBLEMÁTICAS DE VALLCARCA

Freno al turismo y defensa del comercio

Esta radiografía es la novena de una serie que retrata los 10 distritos de Barcelona.

Gràcia reclama revertir la deriva hacia el monocultivo del ocio y el cada vez más presente turismo con un nuevo plan de usos de consenso; mientras los barrios de montaña piden la protección de sus casas y bosques.

SUVENIRES EN LARRARD Acceso al aún masificado parque Güell.

SUVENIRES EN LARRARD Acceso al aún masificado parque Güell.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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La transformación del distrito de Gràcia en general, y de la Vila de Gràcia en particular, no puede circunscribirse a un mandato electoral, ya que es un cambio demasiado profundo y de raíces hondas. «Teníamos una Vila masificada por el ocio nocturno, y, lejos de mejorar, en estos años le hemos sumado el boom de los alojamientos turísticos», describe Héctor Panizo, uno de los impulsores de la plataforma ciudadana Gràcia cap a on vas?, que ha forzado al equipo de gobierno que estos días apura mandato a impulsar un proceso participativo para sentar las bases del futuro plan de usos del distrito que debe poner freno a esta deriva o, siendo optimistas, revertir la tendencia.

Pese a que el municipio accedió a abrir el debate ciudadano en las condiciones propuestas por los vecinos organizados, su compromiso con el mismo se limita a «estudiar con atención las conclusiones» e introducir las que sean «razonables». «Queremos que se incorporen todas las demandas de consenso surgidas del proceso, que se reabra el debate sobre los temas en los que no se ha llegado al mismo y que se cierre el grifo hotelero en todo el distrito», plantea Panizo, quien destaca la pérdida de tejido comercial de proximidad -a la mutación natural del barrio se le ha sumado el vencimiento de la moratoria de la LAU-, su encarecimiento y la pérdida del espacio público que ha supuesto la ampliación de las terrazas fruto de la nueva ordenanza, también impulsada por el actual gobierno de CiU.

Entre las citadas conclusiones, destaca la ampliación de la zona considerada saturada por la propuesta de plan de usos elaborada por la actual concejala del territorio, Maite Fandos; incorporar las tiendas de platos preparados -otro de los fenómenos que convierte sus plazas en improvisados merenderos prácticamente todas las noches- a los establecimientos con un cómputo máximo de licencias, e incorporar al plan «todas las categorías de establecimientos hoteleros, incluyendo hoteles, apartahoteles, pensiones, meublés y pisos turísticos, y manteniendo los albergues y las residencias».

EL CAMBIO / Una de las grandes polémicas del mandato tiene mucha relación, sino toda, con el boom turístico. Fue el tantas veces anunciado y postergado -la primera vez que se puso sobre la mesa lo hizo la ecosocialista Imma Mayol- cierre de la zona monumental del parque Güell, que entró en funcionamiento en octubre del 2013 «para frenar la masificación turística». Fuentes municipales aseguran que durante el 2014 la zona de pago recibió 2,6 millones de visitantes, lo que supone una reducción del 70% respecto al año anterior, cuando recibió nueve millones.

«El comercio de proximidad ha desaparecido en el barrio. Solo tenemos la farmacia. Todo el resto es comercio enfocado al turismo». Aunque la frase podría referirse a numerosos puntos de la ciudad, relata la realidad del barrio de La Salut, a los pies del parque Güell. La pronuncia Gabriel Picart, vecino de la calle de Olot, una de las más damnificadas por su privilegiada situación. «El turismo en nuestro barrio es insostenible. En Olot hay el mismo volumen que antes del cierre, lo que pasa es que algunos no entran al parque para no pagar», prosigue el vecino, quien, pese a eso, considera que ha habido una mejora. «No quiero ni imaginar cómo estaría esto si no lo hubieran cerrado», afirma Picart, quien pese a que no le gustaba la medida sí cree que ha servido, «aunque resulta insuficiente». «Igual que los taxis; el cambio ha ido a mejor, pero la saturación es tal que el problema sigue lejos de resolverse», remata.

Al otro lado del parque Güell, en la parte norte, se levanta el barrio de El Coll, el presidente de cuya asociación de vecinos, Salvador Barrau, tampoco ve con malos ojos el controvertido cierre. «Ha habido mucha demagogia con ese tema. Lo que hace falta es que inviertan más en la zona boscosa del parque Güell, que requiere mucho mantenimiento y está prácticamente olvidada», vindica el líder vecinal, quien también plantea el casi eterno debate del futuro parque de los Tres Turons. «O que lo ejecuten de una vez por todas o que nos dejen en paz, pero no puede ser que haya familias que lleven décadas afectadas», concluye.

También en la zona norte del distrito, el barrio de Vallcarca se ha movilizado para evitar que se apliquen «más órdenes de derribo de aquellos edificios que dan carácter patrimonial al barrio». Sus reivindicaciones han dado frutos y el municipio se ha comprometido a conservar Can Carol y «la parte de valor de la casa de los Arabescos», además de haber logrado la cesión por parte de la Diputación de Barcelona del antiguo consulado de Dinamarca, donde el distrito asegura que trabajará con las entidades del territorio para definir  de forma conjunta sus futuros usos.

Toni Ramon, miembro de la asamblea vecinal de la Vila de Gràcia, destaca entre las victorias del mandato la recuperación de los Jardins de l'Encarnació. «Hemos parado una nueva operación especulativa y ganado un espacio de convivencia», destaca. Entre la lista de asignaturas pendientes, mucho más larga, subraya que no se ha logrado la reivindicada reforma de la maltrecha Travessera de Dalt, pese a que casi en tiempo de descuento, y con aires de anuncio electoral, este abril el municipio ha licitado la remodelación de 700 metros de vía entre Lesseps y Escorial. «Tampoco se ha realizado un plan de vivienda pública, el problema de fondo en el barrio, que se está elitizando porque los jóvenes del lugar no pueden pagar los precios de los alquileres», reflexiona.

Una de las demandas de los vecinos Vallcarca ha sido poner freno al derribo de fincas emblemáticas del lugar. La movilización popular ha logrado que el municipio recupere el viejo consulado de Dinamarca y se comprometa a conservar Can Carol (foto).