¡Oh!, un 'flashmob' independentista

El primer flashmob se celebró en Nueva York en el 2003, cuando el independentismo catalán no superaba el 14%. Un dato es un dato

Los 'miquelets' se retiran tras el 'flashmob', con los resucitados actores al fondo de la plaza.

Los 'miquelets' se retiran tras el 'flashmob', con los resucitados actores al fondo de la plaza.

Carles Cols

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El primer flashmob de la historia fue un estrepitoso fracaso. La cita era en Nueva York. Ya saben, esto del flashmob consiste en que un grupo de personas, cuantas más mejor, rompen la monotonía de un lugar (un parque, una tienda, un vagón de metro) en una acción coordinada pero secreta. En aquella primera tentativa falló eso, la discreción, y todo se fue a la porra. Pero un par de meses más tarde, lo lograron. Un centenar largo de flashmobers (si es que así se les puede llamar) se presentaron en la sección de alfombras de Macy's para comprar todos en comandita una pieza carísima. Aquello fue el 17 de junio del 2003, es decir, no hace tanto. Entonces, por situar lo que viene a continuación, el independentismo catalán era minoritario. Cuando el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) comenzó a echar cuentas así, eran el 13,6% los catalanes secesionistas.

El primer flashmob de fama internacional no se celebró hasta el 2008, también en Nueva York, en la Grand Central Terminal, donde 200 cachondos sincronizaron sus relojes y en el mismo segundo se detuvieron como congelados. Estuvieron así un minuto. El estupor del resto de los viajeros lo grabaron otros compinches de aquella nueva suerte teatral y el vídeo dio la vuelta al mundo. El independentismo catalán en enero del 2008 no pasaba del 19,4%.

Ayer, en el Fossar de les Moreres, se celebró un flashmob indepe, que aunque no era el primero tenía la gracia de que lo que se proponía era anunciar la inminente segunda temporada del (esta vez sí) primer music hall indepe, graciosamente titulado Fang i setge Fang i setgey que se representará a partir 12 de septiembre en el Teatre de la Passió d'Olesa. La obra se publicita como «una epopeya» de «héroes anónimos», o sea, La IlíadaLa Odisea o el Majabharata catalán. Conviene subrayar que el título de epopeya no se concede al tuntún, así que a lo mejor el dosier de prensa exagera, pero la cuestión es que minutos antes de las 17.14 horas había que estar en el Fossar de les Moreres. Por si acaso.

Lo de llegar pronto siempre tiene la ventaja de que invita a la reflexión. La primera es que, como en 1714, qué cómodo sería que las tropas internacionales del bando austracista se retiraran de la ciudad. Un par de regimientos de turistas ocupan la plaza minutos antes de la hora prevista. Unos 20 van en bici.

Una llama eterna

La segunda reflexión es que pasa el tiempo y el pebetero que en el 2002 se plantó en mitad del Fossar de les Moreres se sigue dando de hostias con la hermosa arquitectura de Santa Maria del Mar. En la punta, y no siempre es fácil de ver, arde eternamente una llama en memoria de los patriotas catalanes. Suministra el combustible la misma empresa que le pagaba un sueldazo a Felipe González hasta que lo dejó porque se aburría.

La espera tiene eso. Si el musical se titulara Cap i pota, una actualización del nudista Oh! Calcutta! de los 70, pues la imaginación tomaría otras sendas. Afortunadamente llega la hora. Aparecen por la retaguardia media docena de miquelets, la soldadesca miliciana de 1714, y un centenar de indisimulados figurantes se tiran al suelo, como muertos en una balasera. Que algunas señoras usen el bolso como cojín no le da credibilidad a la escena. Los turistas (porque, las cosas claras, en el Born a media tarde es lo único que hay) sacan las cámaras. Entonces se levanta un muerto y se pone a cantar. Le da la réplica otra chica felizmente resucitada. No tarda en haber plantados sobre el murete de la plaza una decena de lázaros cantantes. Es playback. A lo mejor por eso los aplausos finales no son de aquellos que piden indiscutiblemente un bis. O tal vez sea porque no han entendido ni mú.

Fang i setge tiene programadas ocho representaciones en Olesa. Después, en el 2015, recalará en Barcelona en una versión de bolsillo, porque el Teatre Victòria tiene un nombre que ya le gusta a la compañía, pero el escenario es pequeño.