TRADICIONES TRASTOCADAS

La fiesta vence al miedo en Gràcia y Sants

Carles Cols / Barcelona

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El bicentenario de las fiestas de Gràcia, que se cumple este año, no debería formar parte de esa reducidísima lista de ocasiones en que por hache o por be (por epidemia de cólera, por cuestiones bélicas…) se han suspendido los festejos. Al reves. Debería formar parte de esas ocasiones en que este pueblo que está dentro de Barcelona, como el Vaticano lo está dentro de Roma, ha brindado una lección magistral de qué respuesta merece la barbarie. A mediodía (hora inusual, pero es que el calendario oficial saltó por los aires el jueves) se han entregado los premios a las calles mejor decoradas. Ha ganado la Travessia de Sant Antoni. Espectacular, sin duda. Pero merece la pena, antes de proseguir con el podio, subrayar cuán terapéutica ha resultado en esta ocasión la siempre alegre ceremonia de entrega de premios, que ha coincidido en el día, no en la hora, con la misma ceremonia de las fiestas de Sants, que en una pirueta sin igual de reorganización del calendario han hecho coincidir la lectura del pregón con la entrega de premios. Ganó la calle de Finlàndia.

Magnífica Clara Carbonell como presidenta del 200 aniversario de la fiesta: "Habéis hecho daño a la buena gente, a nuestros invitados..."

"Habéis hecho daño a la buena gente, habéis hecho daño a nuestros invitados…". Carla Carbonell, presidenta de la Fundació Festa Major de Gràcia, ha estado brillante en esos minutos previos que se han destinado al recuerdo y en el que se ha dirigido expresamente a los autores del atentado. "El conocimiento vencerá a la ignoracia", ha prometido. Seguro que antes del jueves tenía unas notas estupendas para celebrar los 200 años de las fiestas de Gràcia. El que al final se ha visto obligada a improvisar, tras un minuto de silencio y después de que 15 niños soltaran 15 globos blancos en recuerdo de las víctimas, merece ser recordado. No es la primera vez que la violencia perturba las fiestas de Gràcia. Lo interesante es cómo ha reaccionado el barrio cada vez que eso ha sucedido. Siempre bien, vaya por delante.

El jueves, nada más conocerse la magnitud de la tragedia de la Rambla, Gràcia decidió suspender las celebraciones previstas aquel mismo día, los conciertos, las cenas, el cine al aire libre y, también, el propio acto de entrega de premios a las calles, que sabiamente se suele celebrar en el ecuador de los festejos porque no hay mejor campaña de ‘márketing’ que despertar la curiosidad, invitar a visitar las calles galardonadas.

La siguiente decisión fue pacientemente sopesada. Se acordó que la fiesta prosiguiera con un perfil bajo. En el centro de Barcelona se coreaba ‘no tinc por’ y en las calles de Gràcia, a su manera, se ponía en práctica lo que eso significa. Los vecinos, por ejemplo, jugaban en la calle a las cartas y al parchís, sin miedo. Hay quien estos días ha optado por un duelo catárquico, con flores, velas y libros de condolencias, que es una opción, pero Gràcia, salvando las distancias históricas y de contexto, ha añadido a ese proceso de luto lo que Leningrado hizo durante su prolongadísimo sitio por parte de las tropas nazis y de la División Azul (900 días de hambre y bombas), celebrar, pese a todo, lo bueno de la vida, así que la Orquesta de Radio Leningrado organizó un concierto que, al parecer, le tocó sobremanera las narices al propio Hitler.

Leningrado ya impartió esa lección hace 75 años. Nada desarma más a quien trae la muerte que la alegría de vivir

La fiesta de Gràcia no se celebró en 1885 por culpa de una epidemia de cólera. Fue una decisión higiénica. En 1896, la causa fue la guerra de Cuba, porque los jóvenes, en lugar de estar en las plazas del barrio bailando con sus parejas, estaban perdiendo la vida en el Caribe. En 1909, fue la Setmana Tràgica lo que impidió la fiesta. Y durante la guerra civil, el esfuerzo de decorar calles se dedicó a construir refugios. En el verano del 39 hubo fiesta, pero con camisas azules y brazos en alto, con lo cual éticamente debería computarse como no celebrada. La venganza la ejecutaron en 1946 los vecinos de la calle Llibertat, que decoraron la calzada con una enorme jaula de pájaros y, con un par, titularon a su obra ‘Libertad enjaulada’. Terminaron en comisaría, pero allí están, en letras mayúsculas en las historias del barrio que como un Bill Bryson recopila Josep Maria Contel.

Total, que llegados a este punto, tras un viaje de 200 años, había un cierto misterio sobre cuál sería la puesta en escena tras los atentados del jueves. Con una plaza de la Vila notablemente llena, el impecable discurso de Carbonell dio paso a lo de siempre, que es mucho y divertido, aplausos sinceros a los últimos clasificados, una banda con una ecléctico repertorio musical que siempre arranca sonrisas, tímidas quejas de tongo, premiados en categorías menores más felices que Marisa Tomei cuando se llevó el Oscar a la mejor actriz secundaria en 1993 porque Jack Palance leyó en el sobre lo que le dio la gana y, en resumen, alegría de vivir.

El primer premio, lo dicho, fue para la Travessia de Sant Antoni, una calle que la mayor parte del año pasa desapercibida, allá al lado de la vital y transitada Astúries. Es una callecita a destacar, porque a su manera representa muy bien qué ecosistemas vecinales están en peligro si no se pone freno al disparate de los alquileres inasumibles en esta ciudad. La segunda posición fue para Joan Blanques ‘de baix de tot’, muy en forma esta década. Y el tercero, para la calle de Jesús, que en su primera participación en 200 años de historia va y se sube al podio. Lo nunca visto.

El primer premio de Gràcia, merecido, es también un aviso de qué ecosistemas vecinales están en peligro por culpa de los alquileres

Por la tarde, en Sants, Joan Manuel V. Parasí fue el pregonero de una fiesta que le dio el pésame a las familias de las víctimas y que, en línea con la respuesta que he exhibido Barcelona mayoritariamente, sirvió para recordar que esta ciudad "se preocupa por las personas, no por su procedencia, etnia o convicciones morales o religiosas".

Finlàndia se llevó el primer premio a la decoración de las calles. Sagunt, la medalla de plata. Galileu, la de bronce. Sants estará de fiesta hasta el próximo día 27.