El fascista, Doña Ada y la escultura derribada

La exposición del Born, aun sin el gancho del Franco decapitado, registra colas su primer fin de semana abierta al público

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CARLES COLS / BARCELONA

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El director catalán Joaquín Coll Espona estrenó en 1982 una película que ha caído en un merecido olvido, ‘El fascista, Doña Pura y el follón de la escultura’, que resulta oportuno rescatar por su argumento, curiosamente una imagen especular de aquello que pretende explicar parte de la polémica exposición del Born. En la película, Ramón, un escultor de izquierdas, recibe el encargo de modelar una estatua ecuestre de Franco, pero cuando la finaliza ha fallecido ya el dictador y el mismo ayuntamiento que se la propuso le pide que la readapte ahora como homenaje a la democracia. Josep Viladomat, republicano exiliado primero y autor del Franco de Montjuïc después, atravesó ese desfiladero de contradicciones en sentido inverso, tal y como explica detalladamente la exposición del Born, que este fin de semana han visitado cientos de personas ya sin el gancho del Franco decapitado en mitad de la plaza.

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Las colas eran moderadas, pero colas sin pausa, al fin y al cabo, en parte porque el espacio dedicado a la exposición es realmente muy pequeño. Esta ha sido siempre una propuesta cultural macrocefálica. Las dimensiones de las dos estatuas colocadas frente a las puertas del Born eran grandes, pero más aún la polémica que han desencadenado, suficiente como para eclipsar el contenido de la muestra. A Coll le pasó un poco lo mismo con su película. El desnudo integral de Nieves Navarro hizo que el posible relato político quedara difuminado. Cosas del cine de destape.

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El caso es que este ha sido el primer fin de semana de la exposición, con el plus de que hasta el 30 de octubre no se cobrarán los 2,20 euros de la entrada. Se suponía que sábado y domingo iban a ser los días de peregrinación a ver la polémica estatua del Franco sin cabeza y su diálogo con la 'Victoria' de Frederic Marès, otro veleta ideológico, pero entre huevos, pintura, ‘estelades’, cachetes de puerco, muñecas hinchables y hasta una puerta, el Ayuntamiento de Barcelona ha optado por no volver a poner en pie la figura que la noche del jueves fue derribada. El previsible ‘crescendo’ de aquí al 20-N parece que aceleró el cambio de opinión del ayuntamiento, promotor de la exposición.

CUATRO DÍAS DE OCTUBRE

Queda ahora, pues, solo el relato de lo expuesto en la sala Casanova del Born, al recorrido de los visitantes de la cual, según prevé el comisario de la muestra, Manel Risques, se añadirán tan pronto como sea posible imágenes de los ataques que ha sufrió la escultura en sus cuatro días de nuevo en las calles. Es una decisión coherente con el discurso de lo que allí se explica. Tampoco estaría mal un buen recopilatorio de los artículos de opinión publicados, de una riquísima variedad cromática. Una lectura en cadena no permite discernir con cirujana precisión si los ataques a la pieza han sido parte del ‘procés’ o un acto de expiación antifranquista por parte de una ciudad que después del 20 de noviembre de 1975 no subió a Montjuïc a derrribar la estatua como si de un Lenin o Sadam Husein se tratara.

La pregunta oportuna ahora que las esculturas han vuelto al almacén es si la exposición merece la pena. ¿Qué opinan quienes la visitan?

Una de las últimas modas periodísticas es el llamado 'oído en...'. Vale para todo, desde lo trivial, como lo que dicen las espectadoras de ’50 sombras de Grey’, hasta para trabajos de más calado, como la recopilación de frases que John LeFevre escuchó en los ascensores de Wall Street (“mi triturador de basuras come mejor que el 99% del mundo”) por parte de quienes controlan las finanzas del mundo.

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En la exposición del Born hay algo mejor. Es el libro de firmas y comentarios a disposición del público a la salida, justo pasada la chola de Franco que el artista Eugenio Merino (este sí, un antifranquista de tomo y lomo) cedió para la muestra.

FIRMADO: 'ESTELADA'

La lectura entretenida de los textos de puño y letra de los visitantes resulta muy interesante. Se intuye, tal vez, una evolución en los comentarios. Entre las entradas más antiguas (puede que del martes) es más fácil encontrar ‘estelades' y algún exabrupto. Las más recientes parecen más reflexivas.

"Exposición valiente y necesaria. No permitamos desde Catalunya un 'muerte a la inteligencia'". Esta es del domingo, a media mañana. La siguiente, objetivamente, tiene razón. “No hay ni una palabra de la campaña que se realizó en 1983 para sacar la estatua de Franco de Montjuïc”. Así fue. Un grupo de activistas echó cubos de pintura rosa sobre la figura ecuestre, con el mérito de que burló la vigilancia del recinto, aún en manos del Ejército.

"Buena exposición para comenzar a hacer pedagogía del silencio más grande que ha tenido este país. ‘Visca Catalunya’”. La firma es ilegible, pero la reflexión se la dedica el autor o autora a su abuela Filomena.

Igual que las fotos del escarnio al que ha sido sometido Franco esta semana en Barcelona (a través de Facebook hay quien pide ya que en su ciudad recuperen también una estatua para una ‘performance’ similar) formarán parte de las vitrinas de la exposición, el libro de visitas debería estar también allí, no solo como un apéndice final. "Provocación total. 'Visca Catalunya lliure'", encabeza una página. El autor firman con una ‘estelada’. Justo debajo, el siguiente visitante opina lo contrario. “Imprescindible. Hay que recuperar el pasado para no volver a repetirlo”.

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UN MONTALBÁN PROFÉTICO

En esa misma página hay espacio para un tercer comentario. “Siempre se ha demandado una exposición que documente objetivamente esta etapa de nuestra historia. No se ha conseguido. Esto es un trabajo de escolar”. Y añade otra frase: “Además, se necesita lupa para leer”.

Efectivamente. Los comentarios de queja sobre esta última cuestión son insistentes por parte de los visitantes. "Muy difícil de leer. Demasiado brillo en las placas metálicas". Así es. Los dos textos finales son solo aptos para clientes de Alain Afflelou, y es una lástima, porque el primero es una acongojante profecía autocumplida de Manuel Vázquez Montalbán, ý el segundo es un breve pero ilegible perfil biográfico de Merino, al que algún comentario del libro de visitas dedica entusiastas elogios.

La exposición permanecerá abierta hasta el 8 de enero. Los errores técnicos pueden ser subsanados. Pero el espacio disponible es el que es. Poco. Y es una lástima, porque algunos comentarios de los visitantes abren derivadas a tener en cuenta. “Duele que los prohombres nacionalistas estuvieran del lado de la dictadura”. Esa entrada invita a recordar otra película de Joaquín Coll, ‘Las correrías del vizconde Arnau’, de disparatado argumento, en el que el vizconde protagonista, “lo mejor que ha dado el Ripollès”, según él mismo, dedica unos consejos a su extensísima prole: "Procurad ganar dinero, mucho dinero, que os hará respetables a los ojos del vulgo y de los banqueros. Comprad tierras y continuad con la labor que yo he comenzado. Conseguid que las derechas vuelvan a gobernar el mundo”. Coll, un visionario.