Alternativa a los veladores
Falsas terrazas... sin humo
Ni todas las calles cumplen las dimensiones establecidas para poder desplegar una terraza, ni las licencias otorgadas suelen coincidir con las expectativas de los empresarios que las solicitan. Así que, se imponía inventar la terraza 2.0. O la terraza de la era antitabaco. El silogismo habría sido perfecto sino por una cuestión geométrica: con un solo lado abierto no hay terraza que valga a efectos de humos. No por normativa municipal, sino por el propio decreto que regula sanitariamente el asunto. Las inspecciones al respecto ya han cortado el grifo a los ceniceros en la zona. No obstante, elboomde las terrazas-atrio de Barcelona no ha muerto porque los clientes siguen prefiriendo estos espacios aireados al interior de los locales.
El Eixample es terreno abonado para estos negocios. Muchas oficinas, ajetreo comercial y considerable turismo invitan a tentar al cliente y darle aire fresco y vistas al entretenido ajetreo urbano. El coqueto Café Emma, un bistrot de moda en la calle de Pau Claris, es el vivo ejemplo del fenómeno. Un portavoz del local admite que el objetivo original era contar con un espacio tipo terraza donde los fumadores también tuvieran su sitio.
La idea funcionó (sin fricciones entre los que fuman y los que no) dada la ventilación de la zona, hasta que una inspección impuso la ley seca hace tres semanas. Curiosamente, el espacio sigue teniendo éxito porque«a la gente le gusta sentarse allí y el ambiente que hay, aunque si fuman han de salir a la calle», cuentan. Las tres mesas que tienen en la calle se quedan cortas, y no ofrecen un entorno tan acogedor. Pero la normativa que prohíbe fumar en el interior de locales de pública concurrencia considera que un espacio con solo un lado abierto es un espacio cerrado. No hay vuelta de hoja.
Igual situación ha vivido Inés Roca, la propietaria y chef del buffet Pasta Gansa, en la misma vía, que estrenó negocio hace cinco meses con un generoso atrio a la entrada. Pensó que así contentaría a todos los públicos, pero recientemente ha tenido que colgar el cartel que proscribe los cigarrillos. La mujer, que despacha comida casera sin límites a 8,99 euros incluso de noche, no se arrepiente.«Los extranjeros y los trabajadores de la zona la mayoría piden estar fuera», dice, ante una decena de mesas.
Los casos se multiplican, ya hay varios en la ronda Universitat, en la calle de València (donde Bitte Wurst también ha tenido que erradicar el humo, pero sus salchichas suplen el disgusto del fumador) y hasta en versión infantil y adolescente (Pau Claris con Casp), donde We Pudding parece un oasis para niños y adolescentes donde la no-terraza no es más que un punto de charla y encuentro.
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