Excursión cervecera con Dr. Calypso

La heroica banda fleta un autocar para una jornada de almuerzo y bolo en una microcervecería

Concierto que monta el grupo Doctor Calypso para presentar su canción para la cerveza artesana Guineu.

Concierto que monta el grupo Doctor Calypso para presentar su canción para la cerveza artesana Guineu. / periodico

RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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Esto puede parecer un antibarceloneando pero no lo es. Hasta el manual del urbanita recalcitrante admite una escapada de un día al campo. Máxime si por diez pavos tienes autocar de ida y vuelta, aperitivo, barbacoa, paella y actuación de Dr. Calypso. Destino Valls de Torroella, donde la heroica orquestina de música jamaicana estrena el sencillo ‘El que vull’, una canción de amor con la cerveza artesana en el lugar de la chica escrita para celebrar el décimo aniversario de la microcervecería Ca l’Arenys.

Adonde el autocar tiene problemas para llegar una vez en el pueblo. Momento grupo de rock psicodélico varado en Verbena, Alabama, en 1968, con vecinos mirando al pasaje con extrañeza. El conductor consigue dar la vuelta en la calle de la Rata y ahora sí, directos a la fábrica de cervezaCañas a un euro.

"AQUÍ HAY HOSTIAS"

Fuera, una línia de asientos de furgoneta y pilas de palés. Dentro, una ‘flight case’ con un aparato de música de coche y dos altavoces de ídem incrustados. Bonito ‘sound system’ casero.

Tour guiado por la instalación. “Aquí hay hostias”, dice Xavi Serra, director de la empresa, ante un depósito del que rebosa una espuma muy densa. Es el resultado del combate entre azúcares fermentados y levadura. Serra explica que la cerveza artesana viaja mal y aboga por una fábrica en cada pueblo (o casi). Se anima en su defensa de los productos genuinos y acaba arengando al personal para que monte comandos tipo ‘Acción mutante’ contra las ‘baguettes’ de supermercados y gasolineras. Muy a favor.

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Almuerzo de pie al sol, entre ráfagas de humo. El menú citado. Dos punks de primera hornada recuerdan un episodio sucedido en la boca de metro que hay frente al café Zurich, en la plaza de Catalunya. Llegó un punk nuevo. En la parte de atrás de la cazadora de cuero llevaba escrito con pintura blanca Did Kennedys en vez de Dead Kennedys. No fue la mejor tarjeta de presentación. El más caníbal de la pandilla le quitó la chapa que llevaba en la solapa de la chaqueta y nunca más se supo del aspirante. “Una chapa era una chapa”, dice uno de los dos. “Qué tiempos aquellos. No los añoro para nada”, dice el otro.

Cafés en el Casino de Valls de Torroella, grande, cálido y con el Barça en la tele. El olor a campamento que llevamos parece pasar desapercibido.

Llega el momento de la actuación. Casi 30 años después de su fundación, con tiempos mejores y tiempos peores, Dr. Calypso ensaya al menos una vez a la semana. Cada uno de los diez miembros tiene su vida, el conjunto no es el centro de la existencia de ninguno, pero sí una parte importante de la de todos. Envidia.

"FELICIDADES, GORDO"

Dos voces (Sheriff y Luismi), dos guitarras (Manyà y Fernando), bajo (Iñaki), batería (Siso), teclados (Pablo) y tres metales (Leo, Ferran y Xato), Dr. Calypso es a estas alturas una reluciente máquina de ritmo. Ska y reggae, por supuesto, pero también soul, boogaloo y lo que haga falta. A medio bolo alguien saca un pastel para Iñaki, que cumple 48 años. “Felicidades, Gordo”, pone en una pastilla de chocolate. Amigos tocando para sus amigos. Cae una versión de ‘Born to be alive’, de Patrick Hernandez, y la absurda letra adquiere la trascendencia de un proverbio chino. Pues sí, nacemos para estar vivos.

Al autocar de regreso a Barcelona. Hay quien lleva un lote formado por las distintas cervezas Guineu, la marca de Ca l’Arenys, y el ‘single’ de Dr. Calypso. Lo que da a la jornada cierto aire de excursión de abuelos a, por ejemplo, el Museu de l’Embotit de Castellfollit de la Roca. Ningún problema si así tiene que ser el futuro.

El autocar mejora a oscuras. Apenas se ven los huecos que hay donde antaño había ceniceros, motivo de inquietud a la ida porque delatan la veteranía del vehículo, y los pilotos de color azul ciencia ficción de los portaequipajes son sedantes.