Los protagonistas

Estatuas de la discordia

Atracción de éxito 8 Dos turistas se retratan junto a una de las estatuas humanas que siguen trabajando en la Rambla, ayer por la mañana.

Atracción de éxito 8 Dos turistas se retratan junto a una de las estatuas humanas que siguen trabajando en la Rambla, ayer por la mañana.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Es el pistolero de hojalata de la Rambla desde hace 12 años. Le gusta su trabajo y está orgulloso de él.«Las estatuas humanas tienen un reconocimiento internacional. Una vez, un alcalde de Filipinas, paseando por la Rambla, quedó tan maravillado, que eligió a tres de nosotras para llevarnos a la inauguración de una rambla en su ciudad. Y yo fui una de las elegidas. ¡Imagínate!», explica Luis Alberto Silva, uno de los supervivientes de la última regulación de las estatuas del paseo. Esta última reordenación

-que ha sido un éxito al menos en algo: ha logrado erradicar a la gran mayoría de las estatuas y dejar solo las que, a juicio municipal, tenían una cierta«calidad»- tiene los días contado. El alcalde anunció ayer que el de los artistas callejeros es el primer asunto a abordar a fondo en el plan para relanzar el paseo.

Hacía mucho frío ayer por la mañana en la Rambla, y hacia mediodía solo trabajaban tres de las 15 estatuas con licencia municipal en ese turno.«Cada día pasa lo mismo. Muchas no vienen. Tienen la licencia como segunda opción, por si les falla su trabajo y es injusto, como el tema de los turnos»,relata Silva, quien explica que, si tiene el turno de mañana, a las cuatro debe irse sí o sí aunque la persona a la que le toque el turno de tarde no se presente. En cuanto a la posibilidad de la instauración de una tasa, Silva admite que sería«lo justo».«Es normal, estamos haciendo un uso de la vía pública y deberíamos pagar por ello. Sentémonos y hablemos. No nos negamos a pagar, pero que no nos quiten el pan de la boca», concluye el dialogante pistolero.

Hablando con los habituales del paseo, todos coinciden con Silva en que la regulación ha servido para controlar el número de estatuas

-muchas de las expulsadas trabajan ahora en otros lugares turísticos, como el parque Güell- y para acabar con las micromafias.«El hecho de que estuviéramos aquí sin pagar, hacía que hubiera quien se hiciera con sitios buenos y cobrara a otras estatuas por cedérselos», asegura Silva, quien insiste en que ahora todo está mucho más calmado, incluso demasiado.«Los turistas se extrañan de que haya tan pocas estatuas. Todo el mundo pregunta»,asegura.

A los que no logra amedrentar ni el frío es a los trileros. Ayer, tampoco faltaron a su cita diaria con los turistas.«Los policías ya les saludan. Claro, si detienes cada día a la misma persona al final te acabas llevando bien con ella», explica Xavier Cuenca, expajarero, quien lleva muchos años en la Rambla. El colectivo de Cuenca es otro de los que están en el punto de mira del alcalde, quien considera la reconversión de los antiguos puestos un verdadero«horror». «No creo que el diseño de los puestos sea el principal problema de la Rambla. Antes deberían preocuparse por los trileros y los carteristas, la gente que roba, que por nosotros, que trabajamos por la Rambla», afirma el joven comerciante, quien sigue reclamando un concurso para buscar un diseño que guste a todos.

En realidad, el propio colectivo de antiguos pajareros siempre ha defendido que se busque un nuevo diseño«que guste a todos».«Lo que queremos es que sea algo definitivo. Que lo que firmemos tenga validez mande quien mande», añade el comerciante, escarmentado por la errática gestión del lugar del anterior gobierno local. Mònica Trias, presidenta del colectivo de antiguos pajareros, se muestra optimista. Confía en la palabra del alcalde, quien, desde la oposición, siempre les había mostrado su apoyo.«Nosotros somos los primeros que decimos que los puestos son horrorosos. Que quieran cambiarlos no es malo, al contrario», apunta la comerciante, quien insiste en que no quiere entrar en una guerra comercial con los restauradores y los comerciantes de los laterales.

Guerra comercial

Desde la obligada reconversión de los puestos -inacabada, ya que aún resisten un par de puestos de animales-, muchos de ellos venden helados y bebidas, lo que no convence a los restauradores de los laterales, quienes también desearían ese espacio para sus terrazas.

En cuanto a los vecinos, especie en extinción en la Rambla, su principal dolor de cabeza siguen siendo«las noches».Ese trágico momento en el que los turistas son igual de numerosos y ruidosos (sobra decir a sus ojos demasiado), pero además están borrachos; cuando los lateros salen de debajo de las baldosas y las prostitutas siguen intentando sobrevivir.