Un escenario en la azotea

Terrats en cultura organiza espectáculos en los terrados de las comunidades vecinales

Una de las escenas de 'Et vindré a tapar', durante la función clebrada en un patio particular de Barcelona, dentro del proyecto Terrats en cultura.

Una de las escenas de 'Et vindré a tapar', durante la función clebrada en un patio particular de Barcelona, dentro del proyecto Terrats en cultura.

NATÀLIA FARRÉ

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Una cola disciplinada y silenciosa de gente llena una calle de Gràcia el sábado tarde-noche. Ningún cartel o reclamo indica el motivo de la pequeña aglomeración. Ni un cine ni un teatro cerca. Tampoco una tienda que publicite rebajas de vértigo. O indicios de que allí vaya a celebrarse un casting de Juego de tronos. De hecho, la fila es larga pero no tanto como las que genera la posibilidad de figurar en uno de los siete reinos. Empieza en una portería normal y corriente, parecida a las que hay en el resto de la calle y no muy diferente a las que pueblan las vías vecinas. ¿Es una performance? ¿Una flashmob? No. Es el acceso secreto a una experiencia cultural única y diferente. Es la posibilidad de participar en la recuperación de uno de los espacios ciudadanos más característicos de la tradición mediterránea: las azoteas. Y es, también, la entrada a uno de los espectáculos programados por el proyecto Terrats en cultura.

Experiencia cultural con sabor a circo, danza, música y teatro. No en vano, los de Terrats en cultura -Lola Armadàs, Isaías Fanlo y Anna Piferrer- tienen amplitud de miras creativas: «Nos interesa todo lo relacionado con la cultura», afirman. El secretismo radica en la incógnita de no saber dónde sucederá la función hasta dos días antes de que ocurra: «Es una manera de preservar la privacidad del anfitrión y de crear una atmósfera de misterio», continúan. Y la unicidad la da la no repetición del programa. Sucede un día y ya está. O lo vives o lo pierdes. «Ofrecemos exclusividad, pero una exclusividad que no se encuentra en el precio, 12 euros, sino en la experiencia», sostienen. La diferencia la marca lo poco convencional del escenario: la azotea de una comunidad de vecinos. Nada extraño si se tiene en cuenta que el objetivo de Terrats en cultura -proximidad entre público y artistas, al margen- es «reivindicar el uso de las azoteas y recuperarlas para el disfrute de la ciudadanía», apuntan sus impulsores. Y ellos lo hacen así, programando espectáculos culturales abiertos a todo el mundo una o dos veces por semana, de mayo a octubre, en terrados privados de la ciudad.

El origen de todo lo tienen las 1.800 hectáreas de azoteas que coronan los edificios de Barcelona, una práctica, la de cubrir con una superficie plana las construcciones, común en la ciudad desde el siglo XVIII; y lo tiene, también, el desuso en el que han caído desde la aparición del 600 y la generalización de la segunda residencia. Hasta entonces los terrados jugaron un papel esencial en las relaciones sociales: en ellos se divertían los niños, tendían la ropa los vecinos y pelaban la pava los enamorados. Y en ellos celebraban, todos, la verbena de Sant Joan. Ahora, tras años de olvido, viven una segunda juventud gracias a los hoteles y sus bares; y gracias a proyectos como este. Armadàs, Fanlo Piferrer fueron pioneros del tema, empezaron en el 2013, cuando no había la efervescencia actual, momento en el que conviven dos proyectos más, como mínimo, en la misma dirección. Pero suya es la semilla.

LOS PATIOS TAMBIÉN VALEN

Y aunque se trata de recuperar las azoteas para usos ciudadanos, tam-poco hay que ser talibán del tema. Los patios también pueden ser culturalmente aptos. «Cada azotea tiene sus defectos y sus virtudes. A veces hay que sacrificar las vistas por la acústica o al revés. Y a veces hay espectáculos que piden un patio». Fue el caso de la tarde-noche del sábado, día en que en el cartel lucía 'Et vindré a tapar'. Una pequeña pero gran obra de teatro sobre la guerra civil -el sábado era 18 de julio y su programación no fue una coincidencia- que requería la intimidad y la proximidad que ofrece un patio. La atmósfera que creó la cercanía fue brutal y la simbiosis entre actores y público, total.

Menos íntima será la próxima cita: la música de Pau Alabajos, en una azotea con vistas, en Sarrià. Un viraje de 180º: «Nos gusta complicarnos la vida, en cada función cambiamos de espectáculo y escenario». El resultado vale el esfuerzo. Palabra.