Entusiasmo foráneo, desdén local

Las intervenciones de Frederic Amat en las fachadas de BCN no dejan indiferente

'El mural de les olles', la intervención de Frederic Amat en la facahada trasera del Mercat de les Flors.

'El mural de les olles', la intervención de Frederic Amat en la facahada trasera del Mercat de les Flors. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Ahora que lo más ‘fashion’ es prescindir de los calcetines, incluso en invierno y luciendo traje, Barcelona se vuelca en un nuevo calcetín. Entiéndase aquí por calcetín esa manía tan 'nostrada' de cuestionar cualquier intervención artística en el espacio público. Polémicas recurrentes en la ciudad de las que no se ha librado ni La Pedrera, sobrenombre popular que en sus inicios nada tenía de elogioso. Con todo, la controversia más agria fue en 1992 y tuvo a Antoni Tàpies y a su enorme calcetín para la Sala Oval del MNAC como protagonistas. Los enfrentamientos entre defensores y detractores fueron de órdago y la humilde prenda acabó en el armario hasta que en el 2010 renació jibarizada en la fundación de su autor. Bien.

Dos décadas después el debate vuelve a estar servido. El nuevo 'calcetín' mira a Vitruvio y su forma ideal de teatro clásico. Y nace como intervención: Frederic Amat pretende recubrir la fachada del  recubrir la fachada del Liceu con 170 círculos abiertos de color sangre de un metro de diámetro. Propuesta arriesgada que tiene al sector dividido, a los políticos en barbecho (el Ayuntamiento está pendiente de un informe sobre su impacto) y al respetable con el ingenio disparado: donuts, anillas, salvavidas y 'piercings' para un rocódromo es lo más bonito que se ha dicho del proyecto. Ahí es nada.

Este, si acaba siendo, no será el primero de los trabajos de Amat para Barcelona. Así que lo suyo es indagar a pie de calle lo mucho o lo poco que gustan sus intervenciones. Un trabajo de campo nada científico que se resume en entusiasmo foráneo y desdén local. A pie del coliseo lírico los más prudentes lo consideran "innecesario y superfluo para una fachada que ya tiene su propia identidad" y apuestan por "hacerlo en la parte moderna del edificio, en la calle Unió", como apunta la propietaria de la única tienda histórica que queda en la Rambla. Para los menos comedidos la propuesta es directamente "horripilante" a la par que "un nido de palomas y de suciedad". A juicio del  estanquero de la calle de Sant Pau, donde da parte de la fachada, "es igual de feo que el edificio de Via Laietana, pero por lo menos ahí hay espacio y la obra resulta menos agresiva".

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El edificio de Via Laietana no es otro que el Hotel Ohla, cuyos frontal y retaguardia Amat llenó con inmensos ojos de cerámica. "Cámaras de vigilancia de plástico que podrían vender en el Tiger de aquí al lado", según describe uno de los pocos barceloneses que circulan por la calle Comtal. El resto de paisanos ni lo miran. "¿Para qué? Si da miedo", asegura un vecino no muy contento con lo que ve desde su balcón. Muy diferente lo perciben los de fuera. Un joven con aspecto nórdico, de hecho es serbio y tiene un nombre impronunciable, enfoca con su cámara una de las pupilas de cerámica. "Lo encuentro maravilloso y para nada intimidante", reflexiona.

De la misma opinión son unas jóvenes valencianas que afirman percibirlo como algo "súper original que contrasta estupendamente con las construcciones del barrio". Menos entusiasta se muestra un grupo de italianos: "No es armónico con el resto de fachadas", aunque después de pensarlo bien, echan un cable al artista: "Barcelona es una ciudad joven, moderna, a la cabeza de la vanguardia, se puede permitir estas cosas". La misma opinión vierten sobre el Liceu tras de ver una foto con la simulación de la obra.

COMO UNA TAZA DE TÉ

Guy Nader y Rosita Calvi, libanés el primero, italiana la segunda, se muestran exultantes con Amat. Nader le da a la poesía e imagina "el Liceu como una taza de té a la que agarrar por una de sus asas". Calvi es artista ceramista así que se su opinión es más pragmática: "Hay que crear nuevos imaginarios y apostar por la evolución del arte". Ambos coinciden en que es un proyecto "estupendo". La misma pasión que dirigen hacia el 'Mural de les olles', la pared del Mercat de les Flors que Amat tapizó con ollas de cerámica allá por el año 2000. A ambos les "encanta". Y a Nader le fascina que todas las formas sean diferentes: "Permite fabular con ellas en función del estado de ánimo", afirma mientras las observa. Nada dicen de la 'Pluja de sang' que decora la escalera del Teatre LLiure, pero a uno se le antoja que estarían a favor. Algo que no pasa con Enric, un historiador del arte para el que las lágrimas de Amat son tristes y no aportan nada. Lo dicho, entusiasmo foráneo, desdén local.