Antonio Balmón, alcalde de Cornellà: "El 2016 lo cerraremos con solo 400.000 euros de deuda"

La ciudad más poblada del Baix Llobregat tiene en agenda una inversión de 32 millones de euros en los próximos tres años

CARLES COLS / CORNELLÀ

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Cornellà no es la capital del Baix Llobregat, pero sí la ciudad más poblada de la comarca. La demográfica, sin embargo, no es la estadística por la que suele destacar la ciudad. Lo es más por sus cuentas saneadas. La deuda per cápita, sin computar la de la empresas públicas, es de cinco euros por habitantes. Antonio Balmón está al frente de esta singularidad metropolitana desde el año 2004, cuando heredó la alcaldía de manos de su antecesor en el carho, José Montilla.  

Cornellà acaba de anunciar su propósito de impulsar un salario mínimo interprofesional de más de 1.000 euros al mes, muy por encima, pues, de los 655 euros que fija el Gobierno. Hace dos años hubo un encuentro de alcaldes convocado por el Área Metropolitana y allí ya se abordó esta cuestión. Desde entonces, a veces en campaña, ha planeado esa propuesta por parte de otros candidatos. Es cierto que como alcaldes no podemos fijar el salario mínimo, pero en Cornellà hemos decidido que, al menos y de momento, todas las personas que trabajan de forma directa o indirecta en el ayuntamiento cobren esos 15.000 euros anuales. Pero claro, si este paso no se da también en el ámbito privado se corre el riesgo de que se produzca un desequilibrio, porque no sería justo que dediquemos los impuestos de personas que tal vez ganan menos de esa cantidad a pagar esos salarios públicos. Lo que pretedemos en el fondo es marcar una dinámica, porque vivir en un área metropolitana conlleva un conjunto de gastos que no tienen en otros territorios.

Cornellà ha transitado los ocho años que llevamos de crisis económica con una de las deudas per cápita más bajas de España. Y acabaremos este año con una deuda municipal de solo 400.000 euros. La de las empresas públicas del ayuntamiento parece algo mayor, pero es engañoso. Son 60 millones de euros. De ellos, 18 son los que dedicamos a pisos de protección oficial. El resto son los solares que el municipio tiene en propiedad para futuros proyectos. La situación general es que si algún día fuera necesario endeudarse para llevar a cabo algún gran proyecto, se podría hacer, sin problema alguno, pero lo que no sería sensato sería poner ahora en marcha 10 o 12 proyectos solo por el beneficio de quedar bien delante de los ciudadanos.

Es usted de los que aseguran que lo peor de la crisis ya ha pasado. El paro hace un año y medio que está estabilizado. Es cierto que quienes aún no han encontrado trabajo lo pasan mal, pero tenemos ya el mismo número de puestos de trabajo en la ciudad que hace ocho años. El problema es que desde el punto de vista retributivo y del de la calidad de los puestos de trabajo no se puede ser optimista.

¿Qué lecciones como alcalde ha sacado de estos años tan duros? Con esta crisis hemos descubierto demasiadas cosas. La putrefacción. La mierda, hablando claro. En un país en el que la mayoría de la gente es honesta, donde las familias intentan tirar adelante sus proyectos vitales, nos hemos encontrado con que la parte más estratégica del país no ha respondido bien. Confiábamos en la ética bancaria, en la ética judicial, en la política… Desde  mi punto de vista, lo que mejor ha resistido es el mundo local. Hemos crecido, en servicios y en equipamientos, y en la respuesta ante las emergencias sociales.

En las crisis suelen surgir barrios degradados o, peor aún, peligrosos, suburbios irrecuperables. No ha sido este el caso, ni en Cornellà ni el conjunto del área metropolitana. Hubiera sido un error caer en la tentación de reducir la inversión y contener el gasto, porque eso el espacio público lo paga muy rápido. Hemos hecho lo contrario, hemos invertido en espacio público y hemos reforzado en algunos barrios la presencia policial, pero no de forma represiva, sino para preservar la convivencia. Eso nos ha dado muy buenos resultados.

Cornellà es, junto a Galway, en Irlanda, y Mikkeli, en Finlandia, finalista para el premio Hoja Verde que concede la Comisión Europea a ciudades que potencian sus zonas verdes y la conciencia medioambiental. Sí, y eso hace 10 años habría sido impensable. Pero el objetivo no era el premio, claro, sino tener una ciudad más verde, más amable, que te invite a quedarte, no a irte.

Se cumple ahora un año de las elecciones. ¿Qué les espera a los vecinos de Cornellà cara a los próximo tres años? Solo en inversión en nuevos proyectos tenemos previstos ya 32 millones de euros. Crearemos dos nuevos espacios de lectura, un centro de creatividad en la antigua fábrica de Can Bagaria, pondremos en marcha una escuela de humanidades, continuaremos mejorando el espacio público...  A partir de septiembre, por ejemplo, estamos estudiando que los chicos que salen del instituto, a las tres de la tarde, puedan utilizar los pabellones deportivos de la ciudad, aunque sea a un precio simbólico, como un euro. Porque esa es otra cuestión. Como alcalde, te planteas qué puedes hacer contra la crisis, y una de las respuesta es sacar el máximo rendimiento a equipamientos a los que se ha dedicado mucho dinero. Antes, una biblioteca era un lugar al que iba la gente a buscar un libro, lo recogía y se iba. Ahora aprovechas la biblioteca para organizar tallares o actividades infantiles el fin de semana. Un equipamiento tiene que estar vivo, no puede estar cerrado.