EFECTOS DE LA CRISIS

Los entierros por beneficencia crecen un 50% en un año en BCN

Nichos destinados a beneficencia en el cementerio de Montjuïc.

Nichos destinados a beneficencia en el cementerio de Montjuïc.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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La muerte es inasumible, económicamente, en las familias en que no entra ningún ingreso periódico porque todos están en paro. El sepelio menos costoso, el que no irá acompañado de flores, esquelas, música ni montaje artificioso alguno, y en el que el ataúd, de madera de pino sencillo, o incluso de mimbre, se depositará en un nicho de pared de acceso incómodo -los bajos son más caros— tiene un coste mínimo de 3.000 euros en Barcelona, un precio extrapolable a otras capitales españolas.Esta cantidad, fácilmente superada, o doblada, ante el más inadvertido detalle añadido, explica por sí sola porqué no dejan de aumentar los entierros por el procecimiento de beneficencia municipal, vía que, no obstante, exige acreditar de forma rigurosa las incuestionables penurias que atraviesa la familia. Los sepelios en los que los allegados no pagan nada porque el ayuntamiento asume el gasto completo del acto funerario subieron un 50% en el 2014 en Barcelona según la concejalía de Medio Ambiente, que se ocupa de los cementerios.

Exactamente, fueron 308, frente a los 212 del 2013 o los 218 del 2010. Para acceder a la condición de entierro de beneficencia, los familiares del fallecido han debido certificar ante el área de Servicios Sociales que, de ninguna forma, podrían hacerse cargo de ese entierro. "La simple voluntad de no asumir el sepelio de un familiar no es suficiente motivo como para que el ayuntamiento se haga cargo del mismo -puntualiza una portavoz municipal-. Si los parientes se desentienden del entierro pero tienen una cierta disponibilidad económica, pueden ser objeto de sanción".

Aunque mantiene una clara tendencia al alza, la cifra de sepelios por beneficencia se mantiene en unos cauces razonables gracias al perfil social y cultural de la generación de más edad que protagoniza buena parte de los actuales fallecimientos, considera Joan Puigdollers, concejal responsable de cementerios en el Ayuntamiento de Barcelona. "Muchas de las personas que fallecen ahora pertenecen a la generación que se pagó un seguro funerario durante toda su vida -afirma Puigdollers-. Bastantes de ellos, pertenecen a familias que en estos momentos no podrían pagar el coste de un entierro". "Si no se dieran esas circunstancias -añade-, las cifras de entierros por beneficencia serían en estos momentos muy superiores".

Hormigón y anonimato

Cuando el ayuntamiento se hace cargo de un sepelio -acción que al municipio le cuesta unos 700 euros- el acto funerario deja de estar controlado por la familia del fallecido. En estos casos, el ataúd se deposita en los nichos más altos del cementerio, en la cuarta o quinta planta, donde el contacto con el viento y el sol acelera la consumición y desecación del cadáver. A esos nichos solo se puede acceder recurriendo a una escalera. Nada de lápida de mármol con el nombre y foto del difunto, la fecha de la muerte, una cruz si era católico y un soporte en el que eventualmente alguien depositará unas flores. El espacio del ataúd enterrado por beneficencia queda sellado con hormigón y será anónimo. Pasados entre dos y cinco años, el ayuntamiento vaciará el nicho y dejará los restos sin nombre en un osario común.

En caso de que la familia no pueda acreditar una situación próxima a la indigencia, por disponer de algún ingreso, habrá de optar por el sepelio más barato. En ese caso, se prescindirá de la corona de flores -serían 200 euros más-, la música -otros 287- y, por supuesto, la esquela en algún periódico, cuyo coste oscila entre los 1.500 y los 700 euros. Abrir el nicho familiar para adecentarlo y acoger el nuevo ataúd, costará 345 euros. Si hubiera que enterrar en una tumba a ras del suelo, la apertura supondría abonar entre 800 y 2.000 euros, según la categoría. Y la suma se dispara si se trata de acondicionar un panteón o una cripta. "Un sepelio de nivel medio o alto cuesta unos 22.000 euros", resumió un portavoz de Servicios Funerarios.

La incineración multiplica todos esos precios. De ahí que los entierros por la vía de la beneficiencia nunca se ejecuten en los hornos crematorios que abundan en Barcelona.