El entierro de Gaudí 'superstar'

El arquitecto fue confundido con un indigente tras ser atropellado por un tranvía, pero cinco días después fue enterrado como rey

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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Antoni Gaudí acapara el primer plano en las noticias relacionadas con el modernismo desde que la Unesco incluyera en 1984 la Pedrera y el parque y el palacio Güell en la lista del Patrimonio de la Humanidad. En el 2005 incorporó cuatro edificios más. El reconocimiento internacional le llegó, pues, a los 58 años de su muerte en el antiguo Hospital de la Santa Creu el 10 de junio de 1926, tres días después de que lo atropellara un tranvía en el cruce de Bailen con Gran Via cuando, como cada tarde, se desplazaba andando desde la Sagrada Família a la iglesia de Sant Felip Neri.

Tras el accidente, quedó inconsciente en el suelo. Gaudí no llevaba documentación, solo un libro de Evangelios. Nadie reconoció a ese anciano de 73 años de larga barba blanca. Los transeúntes lo confundieron con un indigente por su humilde manera de vestir. Pasado un buen rato, llegó un guardia civil que ordenó a un taxista que lo trasladara al Hospital de la Santa Creu, en Ciutat Vella. En textos de opinión publicados en la prensa de la época, hubo quien culpó "a los avances del progreso" de la muerte, en referencia de los 10 kilómetros por hora a los que circulaba el tranvía.

LA AUTOPSIA

El archivo de la basílica de la Sagrada Família guarda la edición especial que la revista ‘El Propagador de la Devoción de San José’ editó en julio de 1926 con motivo del fallecimiento del arquitecto. En ella se incluye, incluso, la autopsia que dictaminó que las causas de su muerte fueron "los trastornos mecánicos de la capacidad de funcionar del cerebro y la médula debido a la presión de derrames (…) Su cadáver se encuentra dentro de un féretro de roble, embalsamado según el moderno procedimiento Aeternitas", según el testimonio de los forenses Bravo Moreno y Trías.

El 12 de junio varias capillas de Barcelona convocaron misas cada media hora desde primera hora de la mañana. Gaudí entró en el hospital como un vagabundo pero cinco días después, miles de barceloneses salieron vestidos de negro de sus casas para seguir la comitiva funeraria como si se tratara de un rey. Su cripta se encuentra en el templo al que dedicó 43 años de su vida. Allí llegó el ataúd tras cruzar Barcelona desde la calle del Carme pasando por la Catedral, el paseo de Gràcia, Casp, el paseo de Sant Joan y València.

CORTEJO MASIVO

"A las 5 de la tarde se formó el cortejo. Lo precedían guardias del cuerpo de seguridad montados para asegurar el despeje de las calles. Seguía luego la policía de a pie, que flanqueaba la bandera de la Asociación Espiritual de Devotos de San José. Venían después los bedeles de diferentes sociedades artísticas y alumnos de la Escuela Superior de Arquitectura, los trabajadores de la Sagrada Família y a continuación el clero del hospital", detalla la publicación.

La multitud se agregó a la comitiva, que avanzaba lentamente. En una esquina de Casp, las campanas del convento de los jesuitas replicaron en honor a Gaudí. Lo que sobrecogió a todos los presentes. La casa número 48 de esa calle, propiedad del señor Calvet y obra del célebre arquitecto, lució un gigantesco lazo negro, y como ella muchos edificios se ataviaron con colgaduras negras. No solo la calle estaba repleta sino también los balcones y las azoteas por donde pasaba el cortejo fúnebre.

Un coche llevaba el féretro, que se cubrió con el paño mortuorio de la Associació d’Arquitectes de Cataluya (el actual Col·legi d'Arquitectes de Catalunya), recientemente restaurado por su desgaste y también para inscribir la simbología masónica de esta entidad que engloba una hoja de laurel, un roble, una rosa y un compás. "El paño púrpura que envolvió el ataúd de Gaudí llevaba bordada un ave fénix, símbolo que fue cambiado durante el franquismo por un águila", señala Andreu Carrascal, responsable técnico del archivo del COAC, que custodia este paño que sigue utilizándose en los entierros de los arquitectos colegiados si sus familiares lo solicitan. "Ha acompañado las ceremonias de David Mackay, Leopoldo Gil Nebot, Joan-Baptista Mur y Xavier Subias, entre otros", enumera Carrascal.