INFRAESTRUCTURAS

El caos se instala en el aeropuerto de Barcelona

Aglomeración de viajeros en los controles de seguridad de la T-1 del aeropuerto de El Prat.

Aglomeración de viajeros en los controles de seguridad de la T-1 del aeropuerto de El Prat. / periodico

Víctor Vargas Llamas / El Prat

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Si hay aterrizajes de emergencia, a fe que también hay despegues forzosos, de imperiosa celeridad. Una de esas maniobras apremiantes se ha vivido este viernes en el aeropuerto de El Prat, motivo de una negociación a tres bandas que se concretó la noche anterior, cuando contra todo pronóstico AENA accedió a participar en las conversaciones en las que hasta el momento se mantenían enrocados los dos contendientes: Eulen, la empresa que obtuvo la concesión de los controles de seguridad necesarios para embarcar, y los vigilantes que esta empresa tiene en nómina.

Pero tan forzada ha sido la maniobra que las conversaciones han concluido con un rotundo fracaso, sin un acuerdo de mínimos. Durante la jornada se barajó la posibilidad de mantener los paros indefinidos, a partir del 14 de agosto, pero suspender la huelga parcial que debía seguir cada viernes, domingo y lunes hasta ese día 14. Un "paréntesis" para detener el impacto de la interrupción de servicios y ganar tiempo para el consenso, según fuentes próximas a la negociación en la que está mediando el Departament de Treball de la Generalitat. Del revés negociador ha dado cuenta el asesor del comité de huelga, Leopoldo García Quinteiro, quien ha reprochado a Eulen que no haya aportado ninguna propuesta. "Todos tenemos buena voluntad pero esto no da para desconvocar, ya no definitivamente la huelga, sino ni tan siquiera suspender parte del calendario de la huelga", ha dicho el letrado.

Hasta 108 minutos de demora se han alcanzado en las colas de control de seguridad de la T-2

Mientras la actividad se aceleraba en los despachos, planeando a su alrededor, miles de pasajeros y decenas de aerolíneas, todos ellos conteniendo la respiración, volando sin motor, a la espera de saber si la magnitud de la tragedia sería este viernes mucho peor con la oficialidad del paro. La inquietud estaba más que justificada, toda vez que los días previos, una oficiosa huelga de celo ya había causado estragos en los desplazamientos de un sinfín de usuarios. Más de un millar de esos pasajeros se habían quedado en tierra durante las últimas dos semanas. Y lo peor, aún por venir. 

La situación no ha sido tan dramática como se podría temer en la T-1, la terminal que peor parada había salido los días previos. Allí se han acumulado colas muy intensas, que en buena parte de la jornada matutina iban de los 40 minutos a la hora y media, pero no han alcanzado las previsiones más funestas, las de otros días en que la fila salía incluso al exterior del edificio. "¿Y qué se esperaban? Estamos en agosto, plena operación salida, con un aeropuerto que crece y crece, pero que no responde con recursos a la medida de esa progresión", detallaba un miembro de Eulen. 

Y como si de vasos comunicantes se tratara, el exceso que no ha llegado a la terminal 1, se ha saltado el guion para irrumpir con intensidad en la T-2. Allí se han rebasado demoras de 108 minutos a mediodía, según AENA , sorprendiendo a personal curtido en el escenario, como los guardias urbanos de El Prat desplazados hasta el lugar. "No había visto algo así desde el inicio de la huelga de celo de los vigilantes ni en mucho tiempo, la verdad", dice uno de ellos.

Mejora vespertina

Por la tarde, el panorama ha mejorado sustancialmente, con colas de apenas 22 minutos en la T-1 y de 9 minutos en la T-2, en el parón comprendido entre las 16.30 y las 17.30 horas. En la última interrupción parcial del servicio ya no había colas. "Está claro que es una forma de que los huelguistas muestren sus armas a AENA. Pueden bloquear o ser más permisivos en una u otra terminal según avancen las negocioaciones", explica un veterano empleado de la T-1.

Asociaciones de consumidores apuntan a AENA como responsable en el caso de reclamaciones

La presión a AENA no solo llega por los paros programados por los vigilantes de seguridad. Otro frente de imprevisibles consecuencias se le abre al operador aeroportuario si, como sostienen las asociaciones de consumidores, es el responsable por defecto al que los viajeros deben reclamar en caso de perder su vuelo, en tanto que las aerolíneas “no tienen ninguna responsabilidad”.