LA GESTIÓN DE LA EXTRANJERÍA

El ejemplo de Gustave

La Fundació Alfonso Comín distingue a un inmigrante congoleño como símbolo de todos los que tratan de saltar la valla de Melilla

Uno entre 250 millones 8 Kiansumba, el martes en Barcelona

Uno entre 250 millones 8 Kiansumba, el martes en Barcelona

TONI SUST / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Gustave Kiansumba es un símbolo y lo sabe: «Me alegro de serlo, eso supone representar a las personas que han vivido la misma situación que yo». Kiansumba es el símbolo de cada uno de los hombres o mujeres que han visto ustedes encaramados a la valla de Melilla, o apaleados por las fuerzas de seguridad marroquís, o expulsados violenta e ilegalmente por la Guardia Civil, o, los que lo logran, corriendo por Melilla con la sonrisa de quien, esta vez sí ha conseguido pasar.

Este ingeniero agrónomo en ciernes (le queda algún curso para acabar), nacido en 1972 en la República Democrática del Congo, recogió ayer el 31º Premio Alfonso Comín, con el que se distinguió a los inmigrantes que arriesgan la vida para saltar las vallas de Ceuta o Melilla y lograr así entrar en Europa y dejar atrás el hambre y la persecución. Por lo menos, la persecución.

Este último, el de la persecución, es el caso de Kiansumba, que dejó Khinsasa por miedo a la represión política y acabó siguiendo la ruta de los que van en busca de una vida mejor. Intentó saltar la valla de Melilla cinco veces. Otras dos trató de alcanzar suelo español a nado. Al final, en el 2009, años después, entró en patera por Tarifa y ahora vive en Bilbao, integrado, trabajando como voluntario en favor de los extranjeros y esperando que le concedan el asilo político, que ya le han denegado anteriormente. En el recuerdo quedan los muertos que no pudieron cruzar de ningún modo, aquel abandono en el desierto del Sáhara de un grupo de gente condenada a morir, los peligros de las rutas que hacen los inmigrantes, las palizas y cómo se convirtió pronto en portavoz de sus acompañantes, incluso en el desierto, donde trabajó para Médicos sin Fronteras.

Pero más allá del caso de Kiansumba en particular, su premio habla de los demás, de los que ya han pasado y de los que quieren pasar. No hay que olvidar que el Gobierno se centra en reforzar la valla mientras algunos especialistas subrayan que será inviable lograr el reemplazo generacional sin la llegada de más inmigrantes.

LOS QUE NO LO LOGRARON

«Dicen que Europa no necesita más inmigrantes y eso no es verdad. Pero a los vecinos que nos rechazan no los culpo; lo hacen por desconocimiento», sostiene el premiado, que en su discurso de aceptación, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, cifró el drama al explicar que la ONU calcula en 250 millones las personas que se habrán desplazado desde el África subsahariana hasta el norte de África y Europa entre 1997 y el 2020.

Muchos deben de estar haciendo ahora el mismo viaje que hizo Kiansumba. Probablemente, no todos llegarán a Bilbao y ayer él tuvo un recuerdo para «quienes se han dejado la vida en el intento».