La ciudad reinventada

Edificios del falso gótico barcelonés son Monumento Histórico Nacional

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CARLES COLS
BARCELONA

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«Que los leones se coman al payaso es una gran desgracia. Que los payasos se coman un león es una advertencia». Lo cuenta Ana María Shua en su imprescindible y recientemente editado Fenómenos de circo.  La casi circense reconstrucción de la que ha sido objeto el centro de Barcelona a lo largo del siglo XX para darle ese capa de barniz gótico que tanto gusta a los turistas tiene, como los relatos breves de Shua, un final inesperado. Varios de los edificios manipulados por los arquitectos para que lucieran un aspecto más medieval y acorde con el mensaje que se pretendía transmitir, que Catalunya tuvo un pasado glorioso, han terminado por ser catalogados como Monumento Histórico Nacional y, en varios casos, se han comido el león con elogios explícitos a los elementos falsamente incrustados. Es una más de las revelaciones que incluye la tesis doctoral que Agustín Cócola ha dedicado al centro histórico de Barcelona. Como él mismo cuenta, su tesis, publicada ahora como libro, no solo pretende denunciar el qué y el por qué, sino también deslizar una cierta crítica a «cómo se realiza la historia del arte en España».

«La casa de la estrecha calle del Paradís es una construcción de fines de la edad media, a lo que da singular fisonomía un ventanal que hay sobre la puerta». Así se justifica la declaración como Monumento Histórico Nacional en 1924 de la sede del Centre Excursionista de Catalunya, un edificio profundamente remozado por Josep Domènech i Montaner pocos años antes. El ventanal citado nada tenía de antiguo.

Idéntica fortuna tuvo la Casa de l'Ardiaca. En los años 20 fue objeto de una intervención que iba mucho más allá del puro lifting facial. Fue más bien cirugía de trasplante, pues allí fueron a parar no pocas piezas procedentes de los derribos de la Via Laietana. En 1925 entró también en el catálogo de monumentos nacionales. Vale la pena reproducir los argumentos. «Es construcción del siglo XVI, y tan elegante en su escalera, patio, arquerías, salones y decorados que bien puede afirmarse  que refleja de modo exactísimo las condiciones materiales de la vida en aquella centuria, dándose el caso de ser la única en la ciudad conservada desde tales tiempos».

Lo falso, pues, tiene el marchamo de lo oficial. El barrio Gòtic de Barcelona va camino, si no lo ha logrado ya, de borrar la parte que más le incomoda de su biografía. El olvido sobre lo acontecido arquitectónicamente es casi patológico. Dos ejemplos de ello son otros dos edificios intervenidos a fondo y que hoy son sede de dos prestigiosos museos, el de Història de la Ciutat y el Picasso.

El primero era la antigua Casa Padellàs de la calle de Mercaders. La apertura de la Via Laietana la condenó, pero como sus medidas encajaban como un guante para sustituir un edificio indeseable por no ser lo suficientemente medieval, fue trasladada a su actual ubicación, junto a la plaza del Rei. El segundo, el Museu Picasso, era una antigua casa señorial que no habrían reconocido sus primeros dueños si hubieran vivido lo suficiente (40 años, que no es poco) como para ver las obras de reforma que allí se emprendieron.

Ambos edificios no solo están catalogados, sino que, además, en sus respectivas páginas web se menciona de un modo muy curioso su historia arquitectónica. En ambos casos se acepta que fueron reformados. En ambos casos, sin embargo, se evita citar que fue en el siglo XX.