Dos monedas por un solo

MAURICIO BERNAL

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La audición de los músicos del metro, ¿dónde si no va a tener lugar? En el metro, naturalmente, con el ruido de fondo de los convoyes, de la megafonía, los gritos de los que se interpelan de extremo a extremo del vestíbulo: "¿En dónde?" "¡En Gran Via!" "¿Que qué?" "¡Que en Gran Via! ¿Estás sordo, o qué?"; o el carraspeo de los 'walkies' que llevan los vigilantes al cinto. Lejos de una sala con excelente acústica, lejos de un local con el público en estado de hipnosis; los músicos que han acudido este viernes a la estación de Arc de Triomf se entrenan de una vez en el ecosistema subterráneo, esa pequeña selva, en el esplendor del ruido incesante, en las condiciones, en fin, que van a rodear su trabajo, de ser elegidos. Para que se vayan acostumbrando.

Se ha dispuesto una especie de pequeña sala en el vestíbulo, con unas 30 sillas mirando a la mesa del jurado. El paisaje está lleno de fundas de guitarra y de altavoces, cables, micrófonos, los atriles donde reposan las letras o las partituras, y los instrumentos, claro: un violín, un chelo, un teclado, la tiranía habitual de las guitarras; cada objeto manipulado con celo y mimo por sus propietarios. Todo tiene un aire de desembarco, como si recién hubiera llegado la troupe al pueblo. En otra mesa, en el costado, están los responsables de la Asociación de Músicos de la Calle y el Metro (Amuc), es decir, los organizadores. "No lo planteamos como una competición", explica el presidente, Rubén Hernández. "Los que hoy salgan escogidos no van a estar tocando mañana mismo en el metro, pero hay mucha movilidad, altas y bajas, e irán entrando paulatinamente". Está previsto que durante el día pasen por el lugar 81 músicos, son los que están inscritos, al menos, aunque alguno siempre falla. Musicalmente hablando viene siendo una especie de concierto de ritmos del mundo. Hay de todo, de lo más clásico a lo más exótico. La presencia en la audición de un 'disc-jockey' y de un cantante de ópera ha causado cierta fascinación. Nunca ha habido tales cosas en la historia de la asociación.

La clase media

Los jurados son dos, Cesc Pascual y Bartolomé García-Plata, de la Escola de Músics Juan Pedro Carrero; son el poder de decisión, los personajes que recibirían regalos bajo la mesa si esto tuviera algo que ver con la política. "Hay gente muy buena", dicen, cuando ya es mediodía y una veintena de candidatos ya han tocado para ellos. La evaluación la llevan a cabo según cuatro criterios numéricamente puntuables: puesta en escena, variedad, repertorio y musicalidad. "Cada año aparece algo tremendamente original, o proyectos muy personales, y casi siempre viene alguien que toca un instrumento y una música de una cultura muy lejana". Pero tiene la parte dura de tener que escoger, añaden, la parte dura, precisamente, de ser jurado. Los buenos, los evidentemente buenos, esos pasarán; los malos, los intrusos –así les llaman–, evidentemente no pasarán. Lo delicado es la clase media, homogénea en su calidad. "Y a algunos les tienes que decir que no…" De los 81, si se presentan todos, tienen que escoger a 36. Tembleque. Si se es clase media, tembleque.

La riqueza de interpretar en el metro –entre convoyes, megafonía, gritos y 'walkies'– tiene poco que ver con la economía –nadie se hace millonario con las monedas del prójimo– y más que ver con la supervivencia simple, el mero salir adelante. La necesidad. Es un mundo de proyectos varios, de gente que tiene una banda por aquí y un dúo por allá, que de día toca en el metro y de noche en un local. Gente tozuda: somos músicos y de la música vamos a vivir, y no vamos a aceptar un empleo de escritorio y ocho horas, de fichar a la entrada y fichar a la salida. "El metro es un espacio de supervivencia que permite que el músico no tenga que ponerse a trabajar en la obra, que le permite mantener vivo su talento, pero nadie vive de esto", dice Hernández.

Millones de personas

"Creemos que es una plataforma para darte a conocer", dicen Emilio Tarallo y Uri Català, trompeta y chelo, un dúo de jazz que ha confiado en –son exquisitos– la 'Armando’s rumba' de Chick Corea para convencer al jurado. "Es un tú a tú con millones de personas que usan el metro cada día". El suburbano no hará millonarios a los músicos, pero tiene atractivo, un cierto glamur. "Ese contacto directo con el público –dice Mar Expósito, del dúo Alkimia– es muy estimulante, muy bonito, y además, musicalmente, es una oportunidad de ensayar cara al público, de ver cómo reacciona la gente". Es el metro como laboratorio, como lugar para probar. Cuántas monedas por este solo; cuántas por esta versión que se me acaba de ocurrir. Cada moneda es un voto de confianza, pues. Mucho más que el número pintado en la cruz.