Violencia urbana en la capital catalana

El dolor de una madre

La dramática imagen de la encargada de una tienda cuando era atacada da la vuelta al mundo

Vuelta al trabajo 8 Mireia Arnau, ayer, ante el escaparate destrozado de la tienda de la que es encargada.

Vuelta al trabajo 8 Mireia Arnau, ayer, ante el escaparate destrozado de la tienda de la que es encargada.

ROSA MARI SANZ
BARCELONA

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Mireia Arnau es madre. Motivo suficiente, cuenta, para que el miércoles suplicara a los vándalos que atacaban salvajemente la tienda de la que es encargada que pararan, que dentro había una niña. La imagen que el fotógrafo Emilio Morenatti captó de esta mujer, reflejando el pánico que estaba pasando tras el escaparate durante la manifestación de la huelga general, ha dado la vuelta al mundo y fue portada ayer del diario estadounidenseThe Washington Post.

Un día después de unos hechos que dice que no podrá borrar, de una violencia que no había presenciado en la vida y de un miedo que nunca había sentido, Mireia, encargada de la tienda de ropa infantil Chicco de la Ronda de Sant Pere, en la que lleva nueve años trabajando, explicaba a este diario que no se le olvidará la imagen de uno de los jóvenes que con martillo y pico intentaba reventar los cristales del comercio. Como tampoco el escudo humano que formaron periodistas, fotógrafos y manifestantes que eran manifestantes de verdad al ver cómo ella imploraba que se marcharan mientras les hacía un gesto con los brazos escenificando el mecer de un bebé para indicarles que dentro había una niña.

Hasta las seis y media de la tarde, la jornada del día de huelga había transcurrido tranquila en la zona, según explicaba, pero sobre esa hora el ambiente empezó al caldearse, por lo que decidieron cerrar luces y bajar persianas. Sin embargo, acababa de entrar una pareja con una niña de unos 3 años, que tuvo que refugiarse cuando vio que no podían salir a la calle, ya que los altercados empezaban a subir de tono de manera inquietante.

«Iban a hacer daño»

«Me acerqué para mirar tras el escaparate y vi a un joven, al que podría perfectamente reconocer pese a que llevaba la cara medio tapada, pegado al escaparate para ver si había alguien dentro. Nos vio y marcó la tienda con pintura roja», describía Mireia. A continuación vino otro grupo y empezó a destrozar el escaparate.«Estoy convencida de que estaban perfectamente organizados. La siguiente fase hubiera sido quemar lo de dentro, como hicieron con el café de al lado. Iban a hacer daño. La violencia era tan salvaje que creo que podría haber habido algún muerto», aseguraba.

«Soy madre. Lo normal sería correr hacia dentro, pero no podía evitarlo. Me rebajé, tuve un sentimiento de humillación brutal cuando con las manos juntas les supliqué que nos dejaran en paz. Les era igual. No pararon. Una compañera escribió en un cartón que había una niña dentro. La vio uno de los jóvenes, me pidió perdón y forzó al que parecía el cabecilla a que nos dejaran en paz», relataba Mireia, a quien ayer le iban saliendo a borbotones unos recuerdos que aún no había podido digerir. Como cuando una de las agresoras, con la cara descubierta, le hizo un corte de mangas o cuando parte del grupo jaleaba pidiendo más violencia.

Cuando pasó lo peor, Mireia pidió protección a los Mossos, quienes movilizaron una unidad que quedó ante la puerta del local.«No podían hacer más. Yo siempre había pensado que la policía se pasaba en las manifestaciones, ahora creo que se quedaron muy cortos», confesaba. Todas las trabajadoras, resaltaba la protagonista de esta historia, se quedaron hasta el final, hasta que pudieron salir. O sea, hasta tres horas más tarde. Ayer, contaba Mireia, también pudo darle las gracias en persona al fotógrafo que plasmó su dolor, que pasó por la tienda a visitarla.