¡Ostras, un videoclub!

Deuvedés, el referente del cine indie en Barcelona, cambia de manos pero no de espíritu

Rosi y Miguel, sentados, con sus hijos Nilo, el pequeño, y Momo, nuevos propietarios del videoclub Deuvedés.

Rosi y Miguel, sentados, con sus hijos Nilo, el pequeño, y Momo, nuevos propietarios del videoclub Deuvedés. / periodico

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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¡Ostras, un videoclub! La frase la ha oído más de una vez Dani Vega apostado en el quicio de Deuvedés, que para quien no tenga ni idea de qué es, cosa harto difícil si uno vive en Gràcia o es un cinéfilo de pro, decir que se trata de uno de los pocos videoclubs que quedan en Barcelona y uno de los menos aún que pueden presumir de la etiqueta de indie. O lo que es lo mismo, de tener un gran catálogo de cine de autor. Y también de un montón de socios: 11.500. Todos fieles. 'Pas mal' para un negocio, el de alquiler de películas, que se intuye más virtual que presencial. Y que algunos ven como una marcianada en la época del pirateo y de las plataformas 'online'.

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Pero mira tú por dónde, lo analógico tiene ventajas. La cantidad es una: "Aquí hay muchas más películas. Netflix, Filmin y Yomvi… tienen limitaciones de derechos; nosotros, no". Bueno es saberlo. El trato personal es otra: "A la gente le gusta venir y comentar, y algunos buscan recomendaciones", asegura Vega que tiene el local empapelado con notas del tipo "Buenos actores", "Obra maestra", "Peliculón".. O tenía, porque desde este jueves Deuvedés es Deuvedés pero es otro Deuvedés. Veamos. Se ha traspasado. Todo sigue igual pero todo es (o será) diferente. "Deuvedés cambia de manos, pero no de espíritu, como Luís Buñuel, que cambió de país pero nunca pudo dejar de escuchar los Tambores de Calanda", afirman en las redes sociales en su 'post' de despedida-bienvenida.

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Comprar un videoclub puede parecer un anacronismo. No lo es. Deuvedés tardó solo seis días en tener un pretendiente serio. Y definitivo. "Hice una campaña en Facebook que me salió espectacular. Llegué a 70.000 personas", apunta Vega. Todo un éxito. Del anunció salió el nuevo propietario. Aunque quizá lo suyo sería decir que salió del propio videoclub o de la portería de al lado. No en vano Miguel Elenes y Rosi Morales, el relevo de Vega, viven en Martínez de la Rosa, la misma calle del local que nos ocupa. ¡Y son socios! "A veces bromeamos con que seguramente somos de los clientes más asiduos", afirman. Tiene truco. Lo de Miguel es el cine. Vean si no: Es cinéfilo desde los 15 años, ahora cuenta con alguno, bastantes, más; ha sido crítico, ha organizado ciclos universitarios, y talleres para enseñar a los adolescentes a saber “leer” las películas más allá de la historia que cuentan. Todo en su México natal y después de haber visto 'Apocalypse Now'. Coppola le abrió la pantalla. 

CONSECUENCIA COLATERAL POSITIVA

Rosi es compatriota. Y también le da a la cultura. Pero ella mira más su lado gastronómico y artístico. ¿Una prueba? Su debut en el mundo laboral fue de la mano de Antoni Miralda y su fundación Food Cultura Museum. Pero la crisis la llevó a una oficina. Y la oficina a abrir Diógenes, un centro cultural donde su amplia red de amigos artistas podían desplegar su creatividad. "Fue un daño colateral o más bien una consecuencia colateral positiva a la crisis de estar ocho horas sentada en una silla", afirma. Cerró en el 2014. No porque no funcionara sino porque con la maternidad el espacio se convirtió en la sala de juegos de Nilo: "Fue una baja por metamorfosis en espacio infantil", aclara divertida Rosi.

La experiencia de ambos la vuelcan a partir de este jueves en Deuvedés: quieren preservar el videoclub y a la vez convertirlo en un centro cultural dedicado al cine. Mantendrán la colección actualizada y siguiendo la misma línea, pero aumentarán el cine latinoamericano y africano. Ahora en las estanterías gana por goleada el europeo, el americano y el asiático. Compensadas las áreas geográficas, el resto serán actividades. Ideas tienen muchas. ¿Una? "Ciclos de cine mensuales temáticos". ¿Un ejemplo? "Cine y Comida". ¡Cómo no! Saben que no se harán ricos con ello. Pero la felicidad también es fortuna. Vega, que es guitarrista de Mishima, no cierra por suspensión de pagos sino porque necesita un "cambio de paradigma vital", aclara. Cosas del primer disco en solitario, 'Señor canario', y de la llegada del primer hijo.

Rosi y Miguel abren con optimismo. Y es tanto el entusiasmo y la alegría (decir amor quedaría de lo más ñoño) que le ponen al proyecto que una desea que funcione. No solo eso, que sea un éxito.