HISTORIA DE CIUTAT MERIDIANA

Y después de un desahucio, un derribo

La barraca que una familia prepara para ir a vivir tras su inminente desalojo será derruida

Sin opciones 3 Fredy e Inés junto a  su hijo Moris, en el piso de Ciutat Meridiana del que van a ser desahuciados. A la derecha, la barraca que preparan y que va a ser derribada.

Sin opciones 3 Fredy e Inés junto a su hijo Moris, en el piso de Ciutat Meridiana del que van a ser desahuciados. A la derecha, la barraca que preparan y que va a ser derribada.

HELENA LÓPEZ / MONTCADA

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Muestra su barraca con un punto de orgullo. La suya es de las mejores del Turó de Montcada. Por algo es paleta. Fredy López no vive aún en Collserola, y probablemente jamás lo haga, ya que el plan para erradicar las autoconstrucciones en el parque natural ya no tiene freno, pero este era su plan b. «Ya me subastaron el piso y cualquier día me llega la orden de desahucio. Llevo meses preparando la casita para no quedarnos en la calle cuando eso pase», explica el hombre, ecuatoriano, en el comedor de su apañada barraca. Como cualquier padre, López sufre por sus hijos, de 18 y 7 años. «Mi hijo estaba muy preocupado con el tema del desahucio. Somos de Ciutat Meridiana y ha visto a muchos compañeros pasar por eso. Sabe lo que es. Siempre me dice: 'Papá, si nos echan del piso y del huerto, ¿qué haremos?'», explica el hombre, llegado a Barcelona hace 11 años, cuando la situación era radicalmente distinta.

LA VIDA DESPUÉS DEL TOCHO

Su historia es una entre tantas. Una más en Villa Desahucio, como se conoce Ciutat Meridiana. Se trasladó a Catalunya porque aquí había mucho trabajo en la obra. En solo un mes logró traer a su mujer y a su hija mayor. «El pequeño nació aquí. Es español. Ni siquiera tiene la nacionalidad ecuatoriana», explica. Enseguida se compró el piso. Tanto su mujer como él tenían trabajo y en aquel momento todo les llevaba a ello. Pero el trabajo en la obra bajó. «Cada vez había menos y se pagaba peor. Ya no había contratos sino días sueltos». Con apenas ingresos tanto él como ella y dos hijos en edad escolar, empezaron a no poder pagar la hipoteca y dejaron de hacerlo hace tres años. «Estamos luchando con el apoyo de la asociación 500x20, pero sé que cualquier día me llega el aviso de que mañana me tengo que ir, por eso vi en el huerto una oportunidad», explica el hombre, quien está en contacto con los servicios sociales de Ciutat Meridiana.

«Nos dan vales para el banco de alimentos, pero nada más. Me dijeron que me apuntara en la oficina de vivienda de Llucmajor para entrar en la bolsa de pisos sociales, pero como todavía figuro como propietario de un piso, piso del que el banco está a punto de echarme, no me dejaron apuntarme», asegura el hombre, uno de los que se ha movilizado estos días en el Turó de Montcada para negociar una salida digna.

ALIMENTOS FRESCOS

La idea de hacerse la casita -pese al techo de persiana, su barraca, aún en construcción, podría llegar a tener las mínimas condiciones- en el huerto se le presentó al recibir «el tocho» (la denuncia del banco que desencadena todo el proceso judicial para el desahucio). «Teníamos aquí el huertecito para el fin de semana, que nos iba muy bien para completar con productos frescos lo que nos dan en el banco de alimentos, y poco a poco fui habilitando la caseta, también para tranquilizar a mi hijo y que viera que no se quedaría en la calle», relata López, que no pierde las ganas de luchar por su familia.

«Estaba con 500x20, que es el grupo que más trabaja en Ciutat Meridiana, y ahora estoy también con la PAH en Montcada. No quiero que mis hijos, que están los dos estudiando, sufran más», prosigue este paleta en paro de 41 años.Mientras no les echen del «huertito» -algo que pasará tarde o temprano, ya que en los próximos días, las reuniones entre el Ayuntamiento de Montcada y el Patronat de Collserola, encargado de la limpieza del bosque, fijarán el calendario definitivo para los derribos-, seguirá cuidando las verduras para dar de comer a su familia y «luchando» junto a todo el que quiera ayudarle.