Desnudo para reflexionar

El autor de la foto que alertó sobre la explotación de la Barceloneta da vueltas en torno a los cambios experimentados en el barrio desde la época del 'turista un millón'

EN PORTADA. La captura llegó desde EL PERIÓDICO a multitud de diarios extranjeros.

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VICENS FORNER

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Todos los periódicos, las emisoras de radio, incluido el NODO, daban la noticia: Ha llegado el turista un millón. A mediados de los años 60, resultaba impensable que un millón de personas hubieran elegido nuestro país como destino. Hoy son más de 70 cada año, casi ocho eligen Barcelona. Aumenta el número de visitantes, pero no crecen ni la superficie ni las infraestructuras para poder absorberlos.

La realidad es que una ciudad de menos de dos millones de habitantes ha de soportar un aluvión de otros ocho millones.

Vivimos del turismo es el eslogan que utilizan nuestros políticos. Salvo algunos escépticos, todos pensamos que desgraciadamente es verdad. Los iluminados del sector consideran un triunfo personal la llegada de tanta gente. Se han inventado la marca Barcelona como si se tratara de un jamón y han salido fuera a venderla a cualquier precio. También han conseguido que se aplique una tasa turística que se utiliza para promocionar el turismo, -más turismo, más tasas y viceversa- en lugar de invertirla en los barrios de la ciudad que soportan más la carga turística, Ciutat Vella, el Raval, el Gòtic, la Barceloneta...

¿Cúal es el aforo de nuestra ciudad? ¿En qué momento habrá que colgar el cartel de completo? ¿Los bares, los restaurantes, los cines, y las salas de fiestas están obligados a cumplir esta normativa? ¿Barcelona se puede ver obligada a desplazar a la ciudadanía para dejar espacio a los que consideran la gallina de los huevos de oro? Ya está sucediendo en barrios donde el tejido vecinal está desapareciendo.

Los 'agraviadores'

El turismo salvador también tiene su parte negativa, una  parte que no contabilizan los grandes beneficiados del sector y que  pagamos todos. A su alrededor orbitan otros elementos que no benefician a nadie, todo lo contrario. Son los agraviadores: prostitutas, rateros, traficantes, estafadores, incívicos, nómadas urbanos, todo un lote de rapaces que quieren su parte del pastel y de  los que el turista es la principal victima.

En el elenco tambiénse incluyen las grandes cadenas de supermercados explotadas por paquistanís, chinos, árabes, dominicanos -y también un buen numero de espabilados nativos-,  que se han instalado aquí saltándose precios y horarios, sin contar las condiciones laborales que a menudo rallan la esclavitud, aunque  algunos se obstinan en contabilizarlos como puestos de trabajo.

En Ciutat Vella tenemos además el problema de la especulación. Todos quieren conseguir una plaza en esta zona que siendo la más densamente poblada es también el destino de 80% de turismo que nos visita. La situación insostenible en barrios como el de la Barceloneta, mi barrio.

La peculiaridad de la Barceloneta es que no somos un terreno de paso. L'Hospitalet, Poble Nou, Horta, Gràcia se atraviesan camino de cualquier parte. A la Barceloneta se viene a quedarse. O de visita. Y se vuelve por donde se ha venido.

El nombre de L'Òstia

El turismo en mi barrio siempre ha sido bien recibido. Acogemos a todo tipo de personajes de diferentes razas y tradiciones. Estamos acostumbrados, tenemos el gen de la hospitalidad y la tolerancia muy arraigado, pero cuando las personas que nos visitan pisotean las normas de convivencia y buen rollo despiertan otro gen en el que se fundamenta el segundo nombre del barrio -L'Òstia- que a pesar de los esfuerzos de los historiadores por justificar su procedencia nosotros tenemos muy claro de dónde nos viene.

Por circunstancias de la vida me dedico a la fotografía. Últimamente en la Barceloneta se advierte una fuerte actividad de productoras de vídeo y cadenas de televisión que no paran de entrevistar a los vecinos. Recogen opiniones e historias de nuestro barrio.

Otros, como yo, se pasean por las calles fotografiando los balcones con la ropa tendida atraídos por ese aire de lo auténtico que cada vez menos encuentran en nuestra ciudad. Durante años he fotografiado mi barrio, sus gentes, las fiestas, nuestras costumbres, creando un archivo que algún día permita recordar como era la verdadera Barceloneta.

Una de esas fotos tuvo una gran difusión en diarios de varios países hace ahora un año. No es más que una imagen que denuncia un fenómeno que está ganando adeptos en todas esas ciudades que han hecho del turismo su modus vivendis, se trata del incivismo y el botellón.

La fotografía muestra unos jóvenes desnudos entrando a un supermercado, y saliendo empujados por los empleados. ¿Por qué creen esos jóvenes que aquí se les permite un comportamiento que en su país jamás se les ocurriría practicar? Está claro que les han vendido la idea que en esta ciudad pagando la pulserita todo está permitido.

Yo también soy turista

Por suerte, y gracias a los movimientos vecinales, últimamente las cosas comienzan a cambiar, la nueva alcaldesa tiene como objetivo fomentar la participación ciudadana en el gobierno de la ciudad. El control de licencias, la planificación de la actividad turística, acabar con la corrupción y conseguir la confianza de la ciudadanía son objetivos que todos compartimos. Juntos, vecinos y comerciantes debemos trabajar para que el turismo no sea un problema, sino  la solución a otro problema mayor que es el desempleo y la crisis.

El turismo es bueno para todos, el nuestro ha sido desde siempre un barrio turístico. He viajado bastante al extranjero, soy turista gran parte del año, amo la diversidad y la multiculturalidad, y pienso que también lo disfrutan todas esas persona que por edad o condición no se mueven de la Barceloneta y, sentados a la puerta de sus casas, se distraen  viéndolos pasar. Equivale a viajar sin pagar el billete pudiendo además compartir cultura y costumbres.