LA MEJORA DEL RÍO URBANO

La desembocadura del Besòs, una reserva con obstáculos

El exceso de gente y los aportes de agua salada frenan la biodiversidad

Besós

Besós / periodico

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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LOS PASEANTES PERTURBAN LA PAZ

Es muy fácil sortear las vallas y penetrar en la zona de acceso restringido  

Tras la retirada de la torres de alta tensión y la mejora en la calidad del agua, los 450 metros finales de la desembocadura del Besòs fueron concebidos como una reserva de acceso restringido -con paseos disuasorios y puntos de observación- donde la fauna podría prosperar en tranquilidad. Con este objetivo se plantaron tamarices junto a las ubicuas cañas asiáticas, se estabilizo el terreno y se creó una laguna que se alimenta del freático, entre otras actuaciones. Sin embargo, todo ello no ha sido suficiente y actualmente, como explica el biólogo Xavi Larruy, hay incluso más variedad de aves en otras zonas menos protegidas. Uno de los motivos es que los visitantes, muchos de ellos con perros sueltos, otros simplemente haciendo deporte, bordean las vallas, penetran en el área y pasan cerca de las zonas más aptas para la nidificación, lo que perturba la tranquilidad de los animales. El ornitólogo Ricardo Ramos explica también que, pese a que es una actividad prohibida (la zona está protegida como refugio de pesca desde el 2012), se pueden observar ocasionalmente pescadores de caña.

En cualquier caso, como recuerda Assela Coll, jefa de Salud Pública y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Sant Adrià, en cuyo término se ubica la desembocadura, no es posible instalar grandes estructuras que impidan el paso porque lo impide la normativa ambiental. "No podemos controlarlo todo. Esto se logra con educación ambiental", considera. Se han colocado algunos carteles informativos, pero no son muy visibles.

LAS MOLESTIAS DEL AGUA SALADA

Los aportes de la central de ciclo combinado frenan la llegada de las aves acuáticas

El segundo motivo que dificulta la presencia de aves en el tramo final de la desembocadura es, según Larruy, el agua salada y más caliente de lo habitual que vierte la central térmica de ciclo combinado situada en la orilla derecha, justo en la desembocadura: la planta toma agua del mar para refrigerar sus sistemas y luego la arroja en el río. Y ello no solo aleja a las aves, que prefieren remansos más dulces, sino que se observa perfectamente que en la zona adyacente no prospera la vegetación de ribera. "Tiene unos graves efectos ecológicos", dice el encargado del seguimiento de la fauna del parque fluvial. Assela Coll, del Ayuntamiento de Sant Adrià, explica que años atrás se pidió sin éxito a Endesa un cambio del emisario e que hubo incluso un recurso. "Sin embargo, la estructura logró el visto bueno ambiental de la Generalitat, que dictaminó que no incumplía la normativa", añade la especialista.

Curiosamente, un poco más arriba del cauce, junto a unos de los diques neumáticos regulables que se construyeron para estabilizar el caudal del río, se han formado unas piscinas llenas de vida en las que se pueden observar fácilmente gaviotas reidoras, ánades azulones, ruiseñores bastardos, chorlitejos chicos y pollas de agua. El nivel del agua supera el metro y medio, "y más de uno aprovecha en verano para meter los pies y algo más", dice un vecino asiduo de la zona. Pese a las 21 depuradoras construidas en toda la cuenca en las últimas décadas, todavía está terminantemente prohibido bañarse en el Besòs.

SAPOS Y RANAS EN EL MUSEU DE LA INMIGRACIÓ

El acondicionamiento de antiguas balsas de agua favorece el regreso de los anfibios

En el jardín del Museu de la Inmigració, muy cerca del cauce del Besòs, también en el término municipal de Sant Adrià, la asociación naturalista Galanthus ha construido gracias a una subvención de Gas Natural una estructura de piedra cuyo objetivo es servir de refugio a anfibios y reptiles y también favorecer la cría de mariposas. Estas "espirales de aromáticas", como explica Sergi García, de Galanthus, complementan la balsa de riego naturalizada años atrás en el mismo museo y en el que ya crían ranas comunes, reinetas y sapo partero. "Este año también pensamos arreglar una balsa temporal que había en la orilla del Besós, ahora degradada porque se estropeó la impermeabilización, y donde hasta el 2010 criaba el sapo corredor", prosigue García. A la estructura, que mide unos 10 metros de largo por unos cinco de ancho, se le colocará una impermeabilización de hormigón. El objetivo es que se llene en momentos de lluvia y se seque en los meses de verano, siguiendo el ciclo natural. "Confiemos en que la especie pueda volver de forma natural -concluye-. Es curioso que los anfibios estuvieran a punto de extinguirse aquí hace no tanto pese a tratarse de una zona tan proclive para ellos como es una desembocadura fluvial".

Con un poco de suerte, en el tramo final del Besòs también es posible observar diversos reptiles, como el galápago leproso, la lagartija ibérica, la salamanquesa, la culebra verde y, por supuesto, la tortuga de Florida, una de las muchas especies introducidas que se han aclimatado con éxito.