El descenso de delitos refrenda el volantazo policial de Trias

Una patrulla de la Guardia Urbana en bicicleta, el pasado marzo en la Barceloneta.

Una patrulla de la Guardia Urbana en bicicleta, el pasado marzo en la Barceloneta.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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Que la primera orden que firmara Xavier Trias como alcalde fuera la destitución de Xavier Vilaró como máximo mando policial de la Guardia Urbana ya indicaba que la seguridad iba a ser una prioridad del nuevo equipo de gobierno municipal. Trias encargó la gestión del área de seguridad a Joaquim Forn, su hombre de confianza, que tras reclutar al experimentado Joan Delort, saliente del puesto de secretario y director general de la Policia de la Conselleria de Interior. Ambos se lanzaron a una revolución estratégica dentro de la Guardia Urbana.

Un cambio de rumbo que se resume en menos lucha contra el incivismo y más combate contra el delito, especialmente contra los pequeños robos, convertidos en los últimos años en la lacra que ha dañado gravemente la imagen exterior de Barcelona. Para plasmar la nueva voluntad, la primera decisión fue hacer bajar a la Guardia Urbana al metro para combatir los robos de bolsos y carteras, que se habían disparado.

La tarea, compartida con los Mossos, con quien en la nueva etapa se ha multiplicado la colaboración, ha dado resultados. Poco a poco, se logró reducir la tasa de hurtos en el metro. Para incrustar el nuevo rumbo en la mentalidad de los mandos de la Urbana, Delort les convocó en el Fòrum Nord, un equipamiento de Nou Barris, a una reunión de todo un día a puerta cerrada en que se les puso como referente a la policía de Nueva York y la teoría de tolerancia cero con que se puso coto al auge de la delincuencia de los años 80.

«Estamos razonablemente satisfechos», dice Joaquim Forn, que explica cómo han cumplido su compromiso de aumentar la presencia de la Guardia Urbana en la calle. «Hay que dar seguridad y sensación de seguridad. En la última encuesta ómnibus, el 78,8% de los barceloneses asegura haber visto Guardia Urbana en su barrio esa semana».

Las cifras, por ahora, acompañan. El primer cuatrimestre del 2012, los pequeños robos cometidos por carteristas, los conocidos ténicamente como delitos y faltas de hurto, han bajado un 9,1% con respecto al mismo periodo del año anterior. Mientras, el conjunto de infracciones penales, es decir, todos los delitos, se han reducido en un 5,8%.

BAÑO DE REALIDAD / Además, el índice de victimización, la cifra de barceloneses que dicen haber sido víctimas de un delito en el último año, ha bajado seis décimas, situándose en 24,2%. Pese a la bajada, aún es una tasa muy alta, pues uno de cada cuatro vecinos de la ciudad ha sufrido un delito. Fuentes municipales destacan que los vecinos de Ciutat Vella aprueban el nivel de seguridad.

La oposición considera que el cambio de rumbo es más propagandístico que real y que las buenas cifras obedecen a que ahora se recogen los frutos de la labor policial sembrada los últimos años del PSC. La concejala socialista Assumpta Escarp, exteniente de alcalde de Seguridad, sostiene que «la política de seguridad que hace CiU es continuista respecto a la que hacíamos nosotros. La única diferencia es que la intentan hacer más visible».

Escarp señala que el actual equipo municipal ha vivido un «baño de realidad». «Decían que iban a acabar con la venta ambulante en 15 días. Pues bien, sigue habiendo vendedores ambulantes. Han comprobado que combatir estos fenómenos no es tan fácil». Además, avisa de que no les conviene sacar pecho. «Es verdad que la sensación de seguridad en Ciutat Vella ha mejorado. En cambio, ha empeorado la de Nou Barris», comenta Escarp, que recomienda no centrarse solo en el delito. «Si abandonas la lucha contra el incivismo, estás perdido», sentencia.