CAMBIOS EN EL SUBURBANO

Perros a todo tren

Una partidaria y un detractor de la nueva normativa que permite a los canes viajar en metro intercambian argumentos y opiniones

La nueva normativa permite el acceso de los canes al Metro.

La nueva normativa permite el acceso de los canes al Metro. / CARLOS MONTALBES

ELENA PARREÑO / BARCELONA

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La entrada en vigor de la normativa municipal que permite que los perros viajen en metro, con bozal y correa y fuera de las horas punta, ha pillado a muchos ciudadanos por sorpresa, pero no a todos. Para Alba Benítez, etóloga y educadora canina, «es una buena noticia y una medida que los propietarios de perros no pueden desperdiciar». Para Francisco Calatayud, comercial, «la norma traerá problemas». Se refiere a la posibilidad de comportamientos incívicos como que los perros terminen haciendo pipí en el metro o causen molestias a personas alérgicas. Este diario ha reunido a los dos ciudadanos en un cara a cara en el que han podido intercambiar sus opiniones.

Francisco no tiene fobia ni manía a los perros -«de hecho, me encantan», asegura-, pero considera problemático el hecho de cada vez la población canina en Barcelona sea mayor. Una de cada cuatro familias tiene un animal de compañía, y no siempre todas las mascotas reciben un correcto adiestramiento o se atiende suficientemente a la higiene. Para Alba, el aumento de perros es una cuestión que pide precisamente una mayor atención a esta nueva realidad. «No podemos dejar de lado a ese 25% de familias que tienen un perro -subraya-. La normativa ayuda a que muchas familias puedan llevarlos consigo». Es un argumento al que Francisco no es del todo contrario porque el hecho de que los propietarios lleven a sus perros consigo podría evitar que pasen muchas horas solos, en detrimento de su propia salud emocional y de la calma de los vecinos.

UN VAGÓN ESPECÍFICO

Lo que es seguro es que si todos los propietarios fueran responsables de lo que supone tener un animal de compañía, fueran respetuosos y cumplieran los protocolos veterinarios adecuados, a Francisco no le molestaría que los perros pudieran viajar en el metro, aunque en un vagón específico. «¿Por qué no habilitar un vagón para quien viaje con perros?», pregunta. Para Alba es inviable porque «juntar muchos perros en un lugar cerrado puede dar problemas». Llegan juntos a una solución salomónica que contenta a ambos: un vagón específico para aquellos viajeros que no deseen compartir vagón con un perro, sea por alergia, fobia u otros motivos. «El error es que muchos propietarios piensan que a todo el mundo le tienen que gustar los perros», dice Alba, muy crítica con que el incivismo de algunos haga «pagar a justos por pecadores».

A Francisco le preocupa la posibilidad de incidentes como, por ejemplo, que se estropee un ascensor con gente y un perro dentro que se ponga nervioso, que haya propietarios que no los lleven atados, ver perros en los bancos del suburbano, «donde se sienta la gente», o que puedan hacer sus necesidades en las instalaciones públicas. Pero Alba, que tiene un perro de gran tamaño, aduce que «un propietario sabe cuándo su perro tiene ganas de hacer pipí, sobre todo no debe subirse al metro si hace muchas horas que el animal no ha podido hacer sus necesidades».

Alba, que es fundadora del blog simiperrohablara.com, lanza un argumento nuevo: que una normativa permita viajar a los perros en metro no significa que todos estén preparados para hacerlo. «Muchos propietarios se han puesto contentos con la norma, pero tienen que valorar qué tipo de perro tienen. Algunos animales no están acostumbrados a estar en espacios cerrados y con mucha gente, y antes de subir al perro al metro hay que trabajarlo», advierte. Lamenta también que haya personas que «ni siquiera saben que al animal hay que prepararlo para un hábitat nuevo o que poner un bozal requiere un proceso de adaptación».  A Francisco la reflexión le interesa, porque hace referencia a la responsabilidad educación de los propietarios, lo que para él solucionaría muchos de los problemas de la ciudad, no solo los relacionados con perros.

Pero aunque para Francisco tiene mucho peso el papel del propietario, también lo tienen las autoridades. No tiene mucha confianza en que haya un control efectivo de las leyes. «Estamos en un país con miles de normas que las autoridades no hacen cumplir -lamenta-.

Dicen que van a poner multas de 300 a 600 euros, y eso es muy exagerado; que las pongan de 100, pero que las pongan». En su opinión, «hay mucha permisividad para depende qué cosas y las autoridades no quieren intervenir en el cumplimiento de algunas normas».

NORMATIVAS «ELECTORALISTAS»

Alba coincide en que «muchas de las normativas municipales son electoralistas y sin un plan de ejecución detrás. Además, tienen una finalidad sancionadora y recaudatoria en lugar de educativa».

Alba y Francisco, partidaria y detractor de la normativa que permite viajar a los perros en el metro de Barcelona, llegan a muchos puntos en encuentro, aquellos que tienen que ver con el uso responsable de los espacios públicos y la educación de los ciudadanos. Al finalizar este cara a cara, ella no puede volver en metro con su perro porque ya es hora punta, pero lo acepta y entiende. «Lo de la hora punta me parece bien. Al fin y al cabo, tenemos que encontrar el equilibrio». A lo que Francisco añade: «Habiendo respeto, todo puede ser». De este modo terminan la charla con sus posiciones más próximas de lo que estaban al empezar.