CONFLICTO EN HORTA-GUINARDÓ

Damnificados de la LAU

La guardería El Petit Príncep Blau afronta un juicio para abandonar el edificio en el que educa a niños del barrio desde hace 50 años

Alumnos de la escuela El Petit Príncep Blau, bajo un cartel reivindicativo, en el balcon de la guardería.

Alumnos de la escuela El Petit Príncep Blau, bajo un cartel reivindicativo, en el balcon de la guardería.

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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La guardería está ubicada en una torre en la Font d'en Fargues. Una casita casi de cuento, donde los niños juegan ajenos al ajetreo de la ciudad. Nadie diría que El Petit Príncep Blau está en Barcelona, donde el tejido y la densidad de la urbe fuerzan a muchos centros a ofrecer este servicio en pisos a años luz de la calidad de vida que ofrece este espacio. La escuela, gestionada por la cooperativa Escolar Guinardó, lleva 50 años trabajando en el barrio. Tanto, que la amenaza de cierre provocó un terremoto en el tranquilo lugar.

Como tantos otros edificios de la ciudad, el final de la moratoria de la ley de arrendamientos urbanos (LAU), que liberalizaba el precio de los alquileres, afectó a este centro, que está pendiente de juicio tras la demanda interpuesta por la propiedad para que abandonen el edificio. «Pedimos un curso más para que nos de tiempo a buscar un lugar alternativo, pero no se avienen a negociar», explica Santiago Peña, presidente de la cooperativa que gestiona el colegio, cuyo último contrato de alquiler se firmó en 1982 (y expiró en enero).

La propietaria de la finca -quien no quiso hacer declaraciones a este diario- trató de recuperar el edificio al finalizar el contrato de renta antigua. La cooperativa intentó llegar a un acuerdo, pero la propiedad no aceptó, con lo que el asunto acabó en los tribunales, donde se encuentra sin fecha de juicio, ya que la cooperativa ha pedido justicia gratuita que le ha sido denegada. Ahora todo está pendiente del recurso presentado contra esta denegación.

Espacio difícil de encontrar

Peña insiste en que desde el distrito de Horta-Guinardó «se han portado muy bien, actuando de mediadores», explica. «También están ayudando a buscar un lugar alternativo», prosigue. Lugar que aún no han encontrado por la dificultad que supone hallar un espacio en el barrio que pueda adaptarse a la estricta normativa actual para esta actividad.

Anna Mir es una de las madres de la escuela más implicadas en el proyecto. «Todas las familias nos hemos volcado. Hemos iniciado una recogida de firmas en Change.org y en papel. Claro que hay otras escuelas, pero nosotras apostamos por esta. Creemos en este proyecto y vamos a matricular a nuestros hijos aquí el próximo curso», explica. El procedimiento judicial es tan lento que calculan que podrán aguantar el curso próximo. Marina Vallès, directora de la escuela, cuenta que lo más importante de ese proyecto del que tan bien habla Mir es «la vinculación de las familias». Esta fue una de las primeras guarderías de la ciudad y hace ya 30 años, hacía cosas que hoy se consideran innovadoras.

El tejido asociativo del barrio apoya la lucha del centro y quieren, además, proteger el edificio, una de las cuatro casas baratas levantadas por la cooperativa de periodistas a principios del siglo pasado en el barrio que quedan en pie. De las seis que había, tiraron dos al suelo y protegieron otras dos. La que acoge a El Petit Príncep Blau no entró en la protección, algo por lo que luchan sus vecinos. Fuentes del distrito concluyen que, «si llegara el caso en el que se vieran obligados a abandonar el edificio sin haber encontrado una alternativa», el distrito garantizaría la reubicación del alumnado en centros públicos y privados.