Cursillo de curling, por si acaso

Por si suenan de nuevos las trompetas del olimpismo, este es un deporte con futuro

Dos de los alumnos de la 'masterclass' de Navarro, el pasado lunes, frotan el suelo ante una de las míticas piedras de curling.

Dos de los alumnos de la 'masterclass' de Navarro, el pasado lunes, frotan el suelo ante una de las míticas piedras de curling.

Carles Cols

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La oportunidad de recibir una masterclass de curling en Barcelona es como el Halley, que pasa solo una vez en la vida, dos si uno es Mark Twain. Hay que aprovecharla, y más si el profesor es Víctor Navarro, miembro del Barcelona Curling Club, equipo que, como no dispone de pista propia en la ciudad, compite habitualmente en Puigcerdà, donde esta disciplina deportiva ha echado raíces, hasta el punto de que el alcalde, Albert Piñeira, forma parte de uno de los dos clubs de la localidad. Total, que ya tarda Xavier Trias, y más si va en serio lo de celebrar en Barcelona los JJOO de invierno del 2026. La edad no es excusa. Navarro no solo fue el pasado lunes un excelente profesor de la veintena de neófitos a los que dio clase en el Palau de Gel del FC Barcelona, sino que además es hombre de una humildad digna de aplauso. Cuenta que semanas atrás el Barcelona Curling Club participó en un torneo en Escocia, cuna de este deporte. «Era en Greenacres, cerca de Glasgow. Nos enfrentamos a un grupo de ancianas. Creo que la mayor superaba los 80 años. Nos dieron una paliza. Doce a cero». Como es norma en el curling, el vencedor invita después a su adversario a una ronda en el pub. Habrá que suponer que, como buenas escocesas, hasta ganaron en ese duelo posterior de levantamiento de Cardhu.

Ahora bien, si alguien espera a partir de aquí burla y cuchufleta a costa del curling, mejor que pase a la página siguiente, porque este, primero, es uno de los deportes más ancianos de Europa (aparece en dos pinturas de Pieter Brueghel el Viejo de 1545, así que es bastante anterior a esa fecha, porque el pintor flamenco era un paisajista de lo cotidiano, no un coolhunter, un cazador de tendencias avant la lettre), segundo porque tiene fans que le dan glamur (a George Cloney le gusta más el curling que el decaffeinato intenso), y, tercero, porque tiene por delante un luminoso futuro. En serio. En Sochi 2014 se colgó la medalla de bronce de las audiencias televisivas, solo por detrás del hockey sobre hielo y del patinaje artístico.

El curling suele definirse como una petanca sobre hielo. Paparruchas. Nadie en la petanca acaba boca arriba como una tortuga. La primero misión imposible de Navarro fue enseñar a sus alumnos a andar sobre el hielo, no ya sin perder la dignidad, que se perdía, sino caer de culo. El problema es que un pie va calzado con una zapatilla hiperdeslizante y el otro no. Consiste en desplazarse como un gondolero. Un pie es la barca y el otro es el remo. Pero eso queda muy poético. Durante esos preliminares (disculpen que como si esto fuera el teatro rompa la cuarta pared y me dirija directamente al lector) me acordé del kakapo, el loro más patoso del mundo, incapaz de volar porque tiene las alas atrofiadas y porque suele ser muy gordo, y al que Douglas Adams definió con gran gracia en uno de sus libros: «El kakapo parece que no solo ha olvidado cómo volar, sino que ha olvidado que ha olvidado cómo volar». A veces, allí, en Nueva Zelanda, los kakapos se suben a un árbol si se sienten amenazados y cuando quieren bajar baten sus torpes alitas. El talegazo suele ser de órdago. Como en la pista de hielo del Barça.

Hace 60 millones de años...

Pero el esfuerzo recompensa. Lo que sea por lanzar una de esas míticas piedras del curling. Hace 60 millones de años, al oeste de lo que hoy es la costa escocesa, de las entrañas de la Tierra emergió una lengua de magma. La velocidad a la que se enfrió dio paso a dos composiciones de granito, una verde y una azul, que solo se encuentran allí, en la isla Ailsa Craig. Cada 10 años amarra en la costa un barco que carga con las rocas que se han desprendido de forma natural. Las voladuras están prohibidas. Con ese material se han confeccionado todas las piedras de curling del mundo. Y luego está la emoción del juego. Esto no se reduce a un tipo lanzando una piedra y dos barriendo el hielo para propiciar un perfecto aquaplaning. Calificarlo de emocionante no es exagerar. Durante los JJOO de Sochi, el naturalista David Attenborough fue invitado a retransmitir por televisión un partido de curling como si de la vida salvaje se tratara. Lo bordó. «La hembra alfa se prepara para dar sus órdenes a la manada…».

La cuestión es que si Barcelona repite como ciudad olímpica, esta vez de invierno, el curling será un bombazo. Es solo una humilde predicción de un exalumno de Navarro, pero aquí queda escrita. Será entonces el momento para desempolvar anécdotas y batallitas, como el nexo entre el curling y el Titanic. Muchos cuerpos fueron llevados a Hallifax, y el lugar más fresco para conservarlos resultó ser, claro, la pista de curling. Habrá tiempo para hablar de ello. Tal vez en el 2026.