CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS
Cuestión de huevos
La mona, en su origen era la Munda, ofrenda a los dioses de una cestilla llena de huevos ahora de chocolate, pero también pueden ser de gallina o avestruz.
El crítico gastronómico Miquel Sen explica el origen de la tradición de la Mona de Pascua
Las gallinas, nuestros dinosaurios domésticos, tienen, como sus parientes salvajes, la costumbre de hincharse a poner huevos en cuanto detectan que ha llegado la primavera. Luz diurna y buena temperatura cambian la vida, cosa que sabían los romanos, cuando por estas fechas hacían una Munda de homenaje a la diosa Ceres. De allí la costumbre de regalar huevos en una cesta o de transformar la munda en mona.
Como la Pascua acababa en una pagana ofrenda de huevos, el tema se cristianizó, de una manera poética en Francia, luterana en Alemania. En la dulce Francia los huevos llegan mágicamente a los jardines gracias a las campanas. La vibración de las campanas de Roma que anuncian la resurrección produce el milagro. En cambio en Alemania es una liebre que camina a dos patas la que los reparte. Por nuestras tierras la norma era una masa de pan coronada con huevos duros. Una práctica rural que la ciudad transformó en cuanto se popularizó el chocolate.
VARIEDAD
Debido a la abundancia de huevos se estableció un recetario basado en la actividad de las gallinas. Era y es el momento de disponer de huevos frescos, entendiendo por este término estricto aquellos que tienen menos de 24 horas. Deben ser de gallinas blancas o rubias que viven en libertad, tal como funciona la granja de Xavier Frauca que ha popularizado los Ous de Calaf. Pueden ser minúsculos, como los de gallina periquita, blancos o rubios, según el plumaje de la ponedora. Con ellos se puede cocinar una receta de sábado de gloria, rellenándolos de carne de cerdo, asándolos a la ceniza, cuestión de demostrar que se es cristiano viejo. Personalmente me quedo con una de huevos rellenos de huevos, variación sobre los mimos.
El tema se complica si pensamos que los avestruces son aves domesticas, dispuestas a proporcionarnos 90 huevos al año y que cada uno de ellos vale por unas 30 unidades L de gallina rubia. Para freírlos se necesita una gran paella y una colla con apetito. Cosa curiosa, estos huevazos dieron la imagen de los grandes huevos de chocolate, estandarte dulce de la Semana Santa. En cuestión de huevos el tamaño sí que es importante.
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