Los protagonistas

Cruzar todas las fronteras

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Huma Jamshed es seguramente la persona que más sabe sobre las mujeres paquistanís que residen en Barcelona. No solo por ser una de ellas, que lo es, sino por llevar años trabajando por y para sus iguales desde la Associació Cultural Educativa i Social Operativa de Dones Paquistaneses (Acesop), con sede en la calle del Carme. Afincada en la capital catalana desde hace más de una década, ha visto cómo sus compatriotas, hoy por hoy los extranjeros más numerosos en la ciudad, han ido adaptándose a la misma. Y esta a ellos, por supuesto.

«La situación ha cambiado mucho en estos años. Las mujeres somos mucho más visibles… aunque todavía queda mucho trabajo por hacer», mantiene Jamshed, quien, además de su vertiente activista, es propietaria de una pequeña cadena de agencias de viajes, con varias sucursales en Barcelona, principalmente en Ciutat Vella.

Mujeres (aún) invisibles

Jamshed explica que, de las alrededor de 6.000 mujeres paquistanís que viven en la ciudad, aproximadamente la mitad no sale de casa, principalmente por cuestiones familiares.«Por los maridos, en muchos casos fruto de matrimonios forzados o las suegras-precisa Jamshed-,y no lo digo por decir, lo digo porque lo he estudiado. En la mayoría de ocasiones es por eso, no porque ellas no quieran salir».

De las 700 mujeres que acuden a la asociación que preside Jamshed trabajan 100, y 70 lo hacen en el negocio familiar. En la empresa de su marido, claro.«Muchas se resistían a trabajar por vergüenza. Por el miedo al qué dirán. Pensaban en lo que comentarían en su país si se enteraban que estaban trabajando»,cuenta la activista. Lo mismo pensaban sus maridos, pero la crisis obligó y ahora incluso hay peluquerías mixtas, en las que trabajan y acuden a cortarse el pelo hombres y mujeres.«El cambio se hizo por necesidad, pero se hizo. Ahora lo necesario es seguir avanzando en esa línea e ir más allá»,apunta la fundadora de Acesop.

Cuando creó la asociación, el primer objetivo fue romper la invisibilidad, algo que las 700 mujeres que acuden al centro ya han hecho. El segundo fue participar en la vida social de la ciudad, más allá del colectivo paquistaní. Y ahora, con la situación más normalizada, están en el tercer (y más difícil) punto: la autonomía.«Es obvio que hay mujeres en todos los estadios [hay 3.000 todavía en la invisibilidad], pero vamos avanzando»,subraya.

Las otras 30 -hasta llegar al centenar de mujeres que han encontrado un hueco en el complicadísimo mundo laboral- lo hacen en puestos muy diversos. Desde dependientas en negocios no familiares, -«fruterías y tiendas de todo a 100»,específica la activista- hasta mediadoras, enfermeras o trabajadoras de la limpieza.«El reto es ese. Que las mujeres sean autónomas. Que tengan sus propios trabajos e independencia económica»,insiste Jamshed, consciente de que es un reto que tardarán generaciones en lograr, pero por el que hay que«trabajar día a día».

¿Ciudad de acogida?

En cuanto al otro punto de vista, el de la actitud de los barceloneses para integrar al extranjero -sea hombre o mujer-, Jamshed apunta que la crisis ha hecho recrudecer las reticencias hacia el foráneo. En la lucha por los escasos recursos sociales aflora el discurso del «se quedan todas las ayudas y nos quitan el poco trabajo que hay». Pese a eso, a ojos de esta líder feminista,«a diferencia de lo que ocurre en otras ciudades europeas, en Barcelona no hay racismo».

Uno de los principales problemas de las mujeres paquistanís dispuestas a afrontar el qué dirán para encontrar un trabajo fuera del núcleo familiar -dominado por el hombre- son los problemas con el idioma y la falta de formación. Por ello uno de los pilares básicos de Acesop es el educativo. Impartir de forma gratuita clases de catalán y de castellano y de informática a las mujeres como primer paso para buscar la autonomía soñada.«Nosotros vivimos la crisis de otra manera. Estamos acostumbrados a vivir con poco. Además, ante la adversidad, crece la solidaridad», destaca Jamshed, quien subraya que las redes de solidaridad tanto entre familiares como entre compatriotas son«muy fuertes».«Además está la fe, que lo hace ver todo con más optimismo», concluye.